¿Por qué hemos llegado hasta aquí?
Reflexionando acerca de la situación general de nuestro país, me preguntaba lo siguiente: ¿Cómo llegamos hasta aquí?; la socialización de la inseguridad, el alto costo de la vida, irrespeto a la propiedad privada, la casi desaparición del mercado arrendatario, debilitamiento de la empresa privada, déficit de electricidad, la propiedad de las viviendas en manos del Estado, sin divisas, deterioro de la infraestructura vial y portuaria, mayor endeudamiento interno y externo, altos índices de desempleo, desabastecimiento de todo, inflación, desmejoramiento de la calidad de la educación, malos servicios públicos, incremento de la pobreza, violación a la libertad de expresión, debilitamiento de los productores, agricultores y ganaderos, un CNE que no cumple con su deber, ausencia de independencia del TSJ, una Asamblea Nacional inoperante, unas FAN alienadas, un BCV sin autonomía; y por último -como si fuera poco- un importante numero de venezolanos que abandonaron la manera digna y loable de conseguir un título, un empleo o un cargo o puesto público, procurándoselo a través de la adulación y pleitesía, acostumbrándose a conseguir las cosas por medio de la mediocridad sin méritos.
Considero, muy humildemente desde mi posición, que este ostracismo de muchos venezolanos obedece a un grave problema social, que hoy por hoy ya germinó como producto de las intencionadas prácticas económicas-sociales puestas en marcha de manera sistemática, constante y progresiva desde hace catorce años. Se observa, por ejemplo, como la asignación de cargos o contratos públicos para escuelas, liceos, universidades, alcaldías, gobernaciones y cualquier ente público, se saca del paso a profesionales experimentados, acreditados y de intachable conducta moral, para colocar personal recién graduados (en el mejor de los casos), otros con documentación falsa, sin meritos ni experiencias, con averiguaciones administrativas aún abiertas, y de conducta ética–moral muy cuestionadas. Al preguntarse el por qué se le considera a esas personas, la respuesta común es la de que se trata de miembros activos del partido del oficialismo, tal como lo explicaron las autoridades del partido en el caso de la voluptuosa “Rosita la de Tocorón”.
Entonces, las opciones comparativas de los hoy jóvenes y de los que hace catorce años eran niños o aun no habían nacido son:
1.- Planificar estudios superiores hasta niveles de doctorados con metas de altos índices académicos, cultivando la libertad de pensamiento y proceder de acuerdo a los más altos valores humanos.
2.- Colocarse una franela de un color y militar en un partido político donde lo único que se exige es que aplaudas cada vez que el mandatario habla y no cuestiones ninguna “propuesta” que él imponga. Por supuesto, esto va acompañado de su respectiva beca, bien por estudiar en una aldea o misión y no en una Universidad autónoma (que quedan pocas) o por encontrarse en una situación de adolescente embarazada, madre desempleada y con hijos impedidos u otra condición social compleja que, a mi parecer, no la soluciona una mesada .
Sorpresivamente, durante el desarrollo de estas líneas, ahora si creo saber: ¿Cómo llegamos hasta aquí?
