Es natural que una infidelidad nos afecte física y emocionalmente.
Cuando estamos en pareja y uno de los dos es infiel se crea una tremenda confusión porque rompe con lo cotidiano.
El referente de pareja se altera, se produce una desconexión y la familiaridad de la convivencia cambia.
Los dos tienen que reconocerse porque necesitan reencontrar a la persona con la que han convivido.
Es una sensación parecida a la que surge cuando al llegar a tu casa, compruebas que han entrado a robar, porque se ha producido una invasión en tu espacio y tu intimidad; alguien ajeno a ti ha cogido como suyo algo que era personal y parte de tu vida.
El desconcierto y la incertidumbre conducen a la pregunta ¿Y ahora qué?.
Todo cambia y no es posible pensar con claridad, por eso para poder superar una infidelidad es mejor aplazar las decisiones.
¿Cómo afecta a nuestra autoestima?
En la mayoría de los casos la autoestima es la protagonista principal ante una infidelidad, incluso si ya no hay amor o la pareja está por deshacerse.
La necesidad de adulación siempre aparece por una baja autoestima, se produce cuando es necesario ser reconocido para sentir seguridad, si viene de parte de alguien ajeno a la pareja y nos llenan los oídos con halagos y esos halagos refuerzan nuestra confianza, se produce una confusión y si la situación es la apropiada… la infidelidad está servida.
La otra parte de la pareja cuando se entera también comienza a sentir dos cosas siempre presentes en estas situaciones, su autoestima baja y un alto grado de culpabilidad. A veces tiende a justificar lo ocurrido porque si encuentra una razón, aunque no sea válida, vuelve a sentirse en zona conocida y eso le da un respiro. Al no estar preparados para el desamor y ante una situación tan desestabilizadora, la confianza se desmorona y parece imposible superar una infidelidad.
Hay que hacer un gran trabajo de crecimiento interno para volver a recobrar la seguridad.