Inflación y desabastecimiento

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Inflación y desabastecimiento

Jorge Euclides Ramírez

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No hace falta ser economista para entender las consecuencias de las políticas del socialismo del Siglo 21 que se han aplicado en Venezuela, un socialismo inspirado en dogmas comunistas donde se sataniza al mercado como instrumento de equilibrio entre la producción y el consumo y donde la moneda aunque de manera imperfecta le asigna valores a los bienes y servicios que están a disposición de los ciudadanos.
Y no es que el mercado sea la panacea para todos los males económicos como ha quedado demostrado en muchas coyunturas donde gobiernos capitalistas han colapsado por atribuirle facultades demiurgicas, no obstante suprimirlo de cuajo como se ha intentado en Venezuela conduce a un despeñadero como fue la implosión de la Unión Soviética y como actualmente sucede en Corea del Norte donde amenazan con una guerra nuclear si no les dan comida. La solución a estos dilemas es muy vieja y la proporcionó Keynes cuando diseño un esquema mediante el cual el Estado debía intervenir con políticas fiscales para incidir en el comportamiento del mercado, ojo, no regulando precios sino inyectando recursos a la demanda y manipulando el costo del dinero mediante medidas de Banco Central, entre otros manejos de variables económicas.
Pero enfrentar los problemas económicos con base a conocimientos y políticas económicas no es nada fácil, sobre todo en nuestros países donde la fragilidad ética de los gobernantes construye conspiraciones entre políticos, banqueros y grandes empresarios para hacer descargar sobre los hombros del pueblo pobre la carga de sacrificios que los esquemas correctivos imponen, dando así nacimiento a tormentas sociales que buscan salidas populistas al desespero colectivo.
En Venezuela durante tres lustros, bajo las banderas de un comunismo criollo que el extinto Presidente Chávez llamó Socialismo del Siglo 21, se ha impuesto un esquema colectivista-estatista mediante el cual se le ha regulado el precio a los alimentos, las medicinas, los servicios, los alquileres y a las divisas, con lo cual el proceso productivo se ha venido ralentizando progresivamente hasta que en los actuales momentos se encuentra semi paralizado. Por ello la escasez que poco a poco se convierte en desabastecimiento, y como la economía no le teme al gas lacrimógeno ni a las peinillas, la poca producción que llega al mercado se vende a precios muy por encima de lo que establecen los controles oficiales. Total, aquí se cumple la regla básica entre la oferta y la demanda. Tenemos así desatados los demonios económicos que atizan los infiernos sociales, inflación y desabastecimiento.
¿Cómo piensa solucionar este drama el Gobierno Nacional? Ya lo dijo el Presidente Nicolás Maduro, nombrará brigadas populares encabezadas por jóvenes para que persigan a los acaparadores y tendrá mano dura contra los comerciantes especuladores. Es decir, enfrentara un problema económico complejo con el uso de la fuerzas represivas del Estado, algo inaudito que nos hace recordar la forma como un viejo conuquero de la Otra Banda en Carora enfrentó a un enjambre furioso de avispas, les entró a machetazos y a insultos de todo tipo proferidos a gritos, por supuesto que termino en terapia intensiva y con el cuerpo hinchado por las miles de picaduras.
Sin negar los componentes inmorales que de hecho existen entre algunos actores económicos, muy pocos por cierto, la verdad es que a lo largo de los últimos años el gobierno ha desconocido verdades fundamentales de la Economía y ha tratado de justificar sus desaciertos culpando al sector privado de conspiradores, cuando en realidad la responsabilidad de nuestros males se debe a su ignorancia o a sus sueños políticos inviables. Por ello, de no percatarse de estos errores conceptuales en el manejo económico y pretendan radicalizar el Socialismo del Siglo 21 continuaremos directo hacia un despeñadero donde la violencia pudiera vestirnos de sangre y muerte.
Estamos en crisis, una grave y profunda crisis dentro de la cual están desatadas las furias del averno. Tenemos una crisis económica, una crisis social, una crisis política y la más grave de todas, una crisis monumental de sentido común. Dios se apiade de nosotros.
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