Carolina Jaimes Branger: Este es el momento para tendernos la mano

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Este es el mejor momento que vivimos los venezolanos para encontrarnos y tendernos la mano, dice convencida la  doctora Carolina Jaimes Branger, quien vino a Barquisimeto para la presentación de su libro  El anclaje del subdesarrollo y dictar una conferencia en torno a esa obra en la Sala Alternativa de la Fundación Juan Carmona, en el edificio de EL IMPULSO.

Hace hincapié en que el venezolano no es una persona agresiva y toma todas las cosas, incluyendo las tragedias, como algo divertido, en forma ingeniosa.

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Hay que aprovechar ese carácter para la reconciliación, manifiesta esta profesional que ha venido escribiendo ensayos sobre la manera de ser de nuestro pueblo.

Se muestra molesta cuando se descalifica a Nicolás Maduro por haber sido chofer y también que se critique a Henrique Capriles Radonski por haber nacido en un hogar sin dificultades económicas.

 

Una parte del país vivió de espaldas a la otra

-¿Cómo ve el país en este momento cuando está tan dividido?

-Lo veo con mucha esperanza, porque creo que para el país  entero, para la oposición y el chavismo, este es el mejor momento que tenemos al cabo de 14 años, para encontrarnos y tendernos las manos.

-Pero, de parte y parte, Nicolás Maduro y Henrique Capriles, no se van a dar la mano.

-No creo que quienes tienen que darse la mano sean ellos. Esto va mucho más allá que dos adversarios políticos se encuentren. Nos tenemos que dar la mano los ciudadanos. El sentido de la otredad es importantísimo. Hubo una parte del país que vivió de espaldas a la otra parte.

-¿Se puede superar tan facilmente una situación que se viene arrastrando desde hace tantos años?

-Hay que darse cuenta que  aquellos polvos trajeron estos lodos. El chavismo es el fin de un proceso que venía gestándose desde hace muchos años. El chavismo encuentra un terreno fértil en donde puede dar rienda suelta a su resentimiento.

-Ahora se observa que hay rabia.

-Sí, pero el venezolano no es una persona agresiva por naturaleza. Aquí todo lo tomamos a chiste. En situaciones que son trágicas siempre sale algo divertido, ingenioso, porque somos caribeños, incluso los gochos que están en la montaña. Ese carácter hay que aprovecharlo para la reconciliación. Consignas que parecían huecas, como aquí cabemos todos, podemos hacerlas realidad. Me molesta mucho leer en Twitterr que descalifiquen a Maduro porque fue chofer. Si él no tuvo la oportunidad de alcanzar un título, no da motivo para descalificarlo.

Critico, eso sí, que haya sido reposero. Y, por otro lado, también causa molestia que del otro lado digan que el adversario nació en cuna de oro. Nadie escoge cómo va a nacer. Nos encontrábamos de espaldas y ahora nos estamos volteando.

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El Gobierno está tratando de apretar en vez de aflojar

-¿Cuál es su apreciación en torno a las decisiones que toma el Gobierno?

-Improvisadas y pueden llegar a ser sumamente peligrosas, porque el Gobierno está tratando de apretar cuando más bien lo que tiene es que soltar.

-¿Nos perjudica que este país sea tan presidencialista?

-Lo somos desde 1830 en adelante.  Tuvimos un amago de dejar de ser presidencialistas a partir del año 1989, cuando  empezó la descentralización gracias al trabajo extraordinario de la Comisión presidencial para la reforma del Estado ( Copre), porque  comenzó una reforma profunda de las estructuras de poder de la nación venezolana. Porque si tú puedes resolver algo en tu familia, no tiene por qué resolverlo la parroquia. Y si se puede resolver dentro de la parroquia no tiene por qué hacerlo el municipio. Y, desde luego, si se puede lograr en el estado, no hay que llevarlo al gobierno central.

Soy testigo de las bondades de la descentralización porque viví 22 años en Maracay, que era un pueblo grande. Y la descentralización la convirtió en una ciudad, de la cual se sentía muy orgullosa su gente.

-¿Qué ha pasado en los últimos catorce años cuando se apartó la descentralización?

-Un retroceso muy grande. Nos retrocedió a los días de Juan Vicente Gómez, quien tenía como concepto gobernar al país como si se tratara de una hacienda.

 

Hay que hablar del futuro

-¿Y el funeral de Chávez no fue una demostración excesiva del culto a la personalidad?

-Ningún país del mundo se paraliza tantos días. Se paraliza el día del entierro. Eso tiene una explicación: el chavismo es un culto. Esa era la forma de tirar la caña de pescar a la gente que adoraba a Chávez. La campaña electoral fue entre una persona viva y un muerto. Y Maduro sigue hablando de Chávez, pero la gente no quiere que le sigan hablando del pasado, sino del futuro.

-Con este Gobierno, ¿cómo ve las perspectivas económicas de Venezuela?

-Terribles. Estamos en un momento patético. El bolívar sigue sobrevaluado y la inflación es la más alta de América Latina. Pdvsa no está produciendo lo que el Gobierno dice que está produciendo. Seguimos guindando de las importaciones porque la producción nacional sigue mermando por el empeño puesto por el Ejecutivo Nacional para acabar con la propiedad privada… Y ya vemos cómo la escasez se ha generalizado, pues, no se consiguen azúcar, harina precocida, ni aceite y hasta el papel sanitario.

-¿Cuáles han sido los resultados de las expropiaciones?

-En una palabra: negativo. El Estado venezolano es el primer latifundista y no había razón alguna para dictar medidas de expropiación contra fincas que se hallaban en plena producción. Ya teníamos una amarga experiencia con la reforma agraria de los años 60 cuando el Gobierno concedió créditos blancos a miles de personas, quienes estaban en la obligación de pagar 2 por ciento de interés pero al meter el dinero en los bancos, éstos les pagaban 8 por ciento de interés y, por lo tanto, no necesitaban trabajar porque tenían garantizados unos ingresos. Una de las personas que fue afectada, mi suegro, recibió como pago unos bonos que se diluyeron en el tiempo como el agua entre las manos. La peor herencia dejada por Chávez, además del resentimiento y la división de los venezolanos, incluyendo las familias, fue la desvalorización del trabajo.

-¿Qué observaciones tiene al   respecto?

-Se calificó como malo a la persona que tenía más recursos que otras. Pero, la mayoría de la gente que tiene algo es porque ha trabajado. Y todo el dinero que proviene del trabajo es bueno porque representa un esfuerzo hecho con gran voluntad y sacrificio.

-Pero, además, desde el principio del Gobierno, se planteó el robo como una forma de satisfacer las necesidades de la familia en momento de dificultades. ¿No fue también un error?

-Chávez lo dijo claramente que si él tuviera sus hijos pasando hambre, robaría. Fue un pésimo ejemplo. Porque si no se tuviera dinero, ni trabajo, la persona podría pedir limosna, pero no llegar al extremo de robar. Las leyes son universales y aunque tú no creas en Dios, tiene que entender que los diez mandamientos constituyen un código ético. En todas partes el robo es un delito que es condenado y todo el que incurre en ese hecho tiene que pagar prisión.

-Hablando de prisión, ¿cómo ve que los cabecillas de los delincuentes hayan tomado control de las cárceles?

-Hace año y medio nunca había oído la palabra pran. Una joven que estaba estudiando comunicación social escribía una tesis sobre el sistema de orquestas penitenciario. Cuando vi uno de los videos aparece un hombre sentado, que tiene entre su regazo un arma de fuego. Y le pregunté si ese individuo era un guardia nacional, pero ella me respondió: “Es un pran”, me confesó. “Ellos son los que nos dan permiso para entrar a la cárcel”.

Por supuesto, me impresionó.  Ahora bien, nos preguntamos: ¿quiénes introducen las armas a los penales? Evidentemente, los guardias nacionales. Las requisas en las cárceles son las prácticas más humillantes para los familiares de las personas que están presas.  ¿Cómo entran ametralladoras, granadas y pistolas? La Guardia Nacional se ha prostituido,  lamentablemente. La masacre de Uribana  es una de las peores cosas que ha pasado en el ámbito penitenciario en el mundo.

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Sin justicia no puede haber confianza en las instituciones

En un país donde no funciona la justicia, no puede haber confianza en las instituciones, observa Carolina Jaimes Branger.

Aquí los presos, y me refiero a peligrosos delincuentes que han cometido homicidios, asaltos a mano armada, secuestros y otros delitos,  tienen que ser liberados porque han estado más de dos años sin haber sido enjuiciados. Ahí está el caso de la jueza Afiuni, presa, por haber soltado a Eligio Cedeño, a quien no le habían hecho juicio. Se ve lo retorcido que está el sistema judicial, ya que no hubo ningún juez que se le parara al Presidente y decirle: “no señor, usted no puede poner preso a nadie. Si tiene una denuncia, hágala en la fiscalía, para que se decida si el caso procede o no, se va a juicio; pero, no por una orden presidencial”.

-¿Podría haber cambios en este Gobierno?

-Maduro no hará nada porque es muy incapaz. Está ahí porque demostró incondicionalidad. Creo que cuando lo escogió Chávez no estaba en sus cabales porque ya la enfermedad lo había dañado severamente. Maduro no tiene el carisma de quien lo designó su heredero político, ni el poder comunicacional.

Se ve que es una mala copia. Y si su escogencia fue porque había estudiado agitación en Cuba, claramente fue una mala decisión, porque la mayoría de la población no quiere vivir como en aquella isla, bajo un régimen que todo lo controla. El comunismo es un sistema que tiene mucho rechazo en el pueblo.

Es más, a los revolucionarios, entre comillas, les gusta exhibir buenos relojes y ropa de calidad. Además les gusta vivir bien y por eso han comprado lujosas casas, así como viajar al exterior a disfrutar de los reales. Es una hipocresía que le estén pidiendo sacrificios al pueblo. Todavía se recuerda aquel dicho de que con hambre y desempleo, con Chávez me resteo.  ¿Cómo le van a pedir a la gente que           pase hambre o que no tenga trabajo y           apoyen lo que ellos llaman revolución? Los que tienen que dar el ejemplo son los que menos ejemplo dan.

-Pero, realmente, ¿no ha sido esta una         revolución?

-Al contrario, una involución. Aquí no se ha dado un salto hacia adelante. Ellos utilizan la palabra  revolución para justificar lo que se les antoja. Hablan de golpistas cuando los golpistas son ellos. Le han dicho nazi a Capriles cuando los abuelos de éste estuvieron en un campo de concentración porque eran judíos.

 

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