¿Quiénes son los fascistas?

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Sin tregua

Mussolini y su partido nacional socialista en la Italia de hace casi un siglo, se creían “superiores” y con su “fasci di combatimento” – de allí vienen los fascistas – que eran grupos de civiles de “camisas pardas” con impunidad para actuar en las calles, disolvían a golpes y tiros las huelgas obreras “desestabilizadoras” y ejecutaban la “limpieza de los enemigos” porque en las ideologías totalitarias el que piensa distinto no es un simple adversario sino “un enemigo” que de por sí es “sospechoso-saboteador” y candidato a cualquier represalia. “Sólo nosotros somos gente”, es su lema.

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El sistema de Fidel Castro en Cuba, como el de Stalin en la Unión Soviética hasta la caída del Muro, o el de la China de Mao y ni se diga de Kim Il Sung y sus herederos asemejan en cuanto a la exclusión –los adversarios son “gusanos”-, la segregación mediante “la limpieza” –casi 4 millones de exiliados-, las “brigadas de respuestas rápidas fidelistas” que disuelve a golpes y palos cualquier protesta popular; los “comités de defensa de la revolución” que son los “sapos y soplones” del barrio para sembrar el miedo. Colocar la etiqueta de “traidores apátridas” a todo disidente. En fin. El fascismo “de izquierda” -¿eso será ser de izquierda?-, a partir de la creencia de que “los revolucionarios somos superiores” y que “el destino histórico” justifica cualquier barbarie porque se comete en “nombre del pueblo”.

Cuando se lee sobre estos episodios de la historia mundial hay un elemento común sorprendente. Muchos de sus protagonistas se fueron convirtiendo en fascistas, a veces sin darse cuenta, luego de ser luchadores políticos o sociales. El fanatismo ciego, la desmedida ambición de poder, la corrupción, la ausencia de poderes públicos independientes, una ideologización que los envuelve en la creencia de su “superioridad moral e histórica”. Hay testimonios desgarradores de personas de aquellos años que avergonzados de su hundimiento moral, luego se preguntaron: “¿Cómo llegué a convertirme en esto?”

Ahora bien, el “madurismo” acaba de sufrir una estruendosa derrota política aún si las cifras del CNE fuesen totalmente ciertas. La herencia política de Chávez fue dilapidada en semanas. Perdieron un millón de votos en las zonas populares de las ciudades y especialmente entre los trabajadores. Perdieron más de 25% de ventaja que traían del duelo por el fallecimiento de Chávez. ¿Entenderán lo que les ha sucedido?
Pues parece que no. Están aislados del pueblo y de su país real. Viven en su mundo de fantasías. En su “cuarto de espejos”, con arrogancia, siguen hablando de “los diez millones de votos”. Viven su “Disney revolution”. Millones en el pueblo chavista si lo han entendido. ¡Casi un millón de votos por Capriles! y varios millones más se mantuvieron “a regañadientes” votando a desgano por Maduro y están desconcertados al descubrir en los votos y en los apabullantes cacerolazos de los barrios populares y de la clase media trabajadora, que ya no son mayoría. Pero la cúpula roja rojita no parece entender que su corrupción, su desastre, sus atropellos son los que produjeron esa derrota. Y responden con amenazas de represión.
Luego, en lugar de asumir con humildad la derrota que les propinó el mismo pueblo que antes les apoyaba, se lanzan en una campaña de persecución que pide “limpieza” sugiriendo despidos o acoso a los trabajadores que no se humillen ante ellos, acusándolos de “sospechosos”, del ¿delito? de ser “escuálidos”. Criminalizándolos por “saboteo”. Como si votar libremente fuese un delito. Ya en “Cortoelec” viene sucediendo desde hace semanas. Persecución fascista que ha generado el rechazo de – incluso – muchos dirigentes sindicales del Psuv. Ahora lo han venido extendiendo. En Pdvsa es brutal el abuso. En los tribunales, el Seniat, los bancos estatales, andan en esa campaña fascio.

Se pretende, pues, atropellar, discriminar, segregar, a 7 millones y medio de venezolanos, la mitad del electorado, la mitad del pueblo. ¿Es viable un país en el que su gobierno, con una pírrica “mayoría” del 1% pretenda ignorar o aplastar la mitad de su pueblo? Agravan sus errores. Profundizan la crisis. Se echan encima a más y más compatriotas. Maduro sigue con su discurso brutal, pero ridículo, de “la burguesía apátrida”, “la derecha rancia”, pese a su derrota del 14-A. Él y sus secuaces son los fascistas.

Pero la lucha continúa y ahora somos mayoría. La ruta democrática trazada por Capriles es la ruta. La protesta no es un delito sino un derecho. Fascistas son los que criminalizan la protesta.

 

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