Desde comienzo de los años noventa de la pasada centuria el nombre de Miguel Marcotrigiano Luna es harto familiar entre mis lecturas sobre literatura venezolana e hispanoamericana que, debo confesarlo, son legión. Termino de leer un libro inquietante y portentoso por su interesante temática nada usual en la historia de la literatura nacional. Se trata de Poesía y Suicidio en Venezuela: el caso de Martha Kornblith. Ediciones Celarg, Caracas 2012. 221 págs.
Debo apresurarme y consignar en estas breves líneas mi fervoroso reconocimiento a la pasión insobornable de Marcotrigiano por estudiar concienzudamente, con ahínco y dedicación los casos más emblemáticos de los escritores, especialmente poetas, venezolanos que bajo disímiles razones y circunstancias decidieron poner término a sus vidas no sin antes legar a la posteridad una nada desdeñable obra poética que en no pocos casos ha trascendido con singular acento al tráfago de la vertiginosa creación verbal del último siglo de nuestras letras venezolanas.
El poeta Marcotrigiano, que también destaca por su brillante dominio de la prosa ensayística, se aproxima con paso seguro por las complejidades temáticas y formales de 11 poetas venezolanos a saber: desde Elías David Curiel, pasando por el incomparable José Antonio Ramos Sucre hasta la inmarcesible rara avis de la literatura venezolana Miyó Vestrini.
Poesía y Suicidio en Venezuela es un libro que inaugura una veta investigativa en el amplio panorama de la crítica literaria venezolana, no tanto por sus inobjetables aciertos en el tratamiento del tema del suicidio en tanto problema filosófico (Camus dixit) como el sereno abordaje teórico-metodológico con que el autor va hilvanando y deshilvanando la enigmática madeja que desde los oscuros tiempos de la historia ha representado la muerte por la propia mano. Una admirable labor de paciente pesquisa en lo relativo a la búsqueda y localización de información privilegiada de primera mano acerca de datos fidedignos que alimentan un muy encomiable trabajo de historiografía literaria queda patentizada en las un poco más de doscientas páginas que integran este libro tan raro como el propio objeto de estudio que desveló a su artífice. Claro está, Marcotrigiano advierte en las páginas introductorias del libro que la investigación estuvo particularmente delimitada y circunscrita a los poetas suicidas con obra publicada, quedando fuera del estudio, obviamente, los poetas inéditos que decidieron marcharse dejando su creación literaria esparcida por entre la hojarasca de páginas y suplementos literarios y culturales y entre amarillentas hojas sueltas de algún baúl o extraviada biblioteca o papelera personal del bardo suicida.
El apartado intitulado La literatura y el suicidio. Los escritores suicidas, es probablemente uno de los intentos de aproximación a este escabroso tema más serio que se han acometido en las últimas décadas en nuestro país. Aparte de la respetable condición magisterial que ostenta el status académico de Marcotrigiano, el libro está plenamente avalado por la probada y comprobada sensibilidad poética del autor; pues, para quien no sepa, Marcotrigiano es una de las voces más sólidas y vigorosas de su generación con una obra lírica de inobjetable impecabilidad enunciativa.
Por las páginas de este libro desfilan poetas que no han sido lo suficientemente valorados en toda su magnitud; poetas cuya obra aun aguarda por un exhaustivo y riguroso estudio hermenéutico más allá de los enfoques academicistas y de prescripciones metodologizantes. Muchas aristas destacan en el libro de Marcotrigiano que lo hacen merecedor de este tímido “ejercicio de admiración” –Cioran-. Empero, enumerarlas aquí rebasaría el propósito de esta breve nota.