Memorias de un Estado fraudulento

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Capitalismo Lunar

Nada refleja mejor la salud de una sociedad, o el metabolismo de un sistema democrático, que las acciones de quienes en un momento histórico determinado, dirigen sus destinos. Por ello, luego de escuchar y pasar revista a lo dicho por algunos de esos dirigentes, o responsables de cargos tan visibles como un ministro de Vivienda, o una Fiscal, o una Defensora del Pueblo, o un ministro de la Defensa, por mencionar algunos, (encabezando la lista, sin duda, el señor Maduro) en estos días posteriores al 14 de Abril, no podemos menos que concluir que nuestra sociedad se encuentra en un profundo y generalizado cuadro clínico de descompensación ética y de déficit institucional, y al borde de un colapso en su metabolismo democrático.

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Lo ocurrido el 14-A y los días siguientes, desataron un desencaje masivo de rostros, una calentera colectiva, un agrio puchero emboinado en el partido oficial, y en todas las instancias directivas de la administración pública, que tristemente, y según pretensión roja, vendrían a ser pues “la misma cosa”.

La risa es inevitable. El asombro se cuela entre las rendijas del oprobio hecho balbuceo protocolar, dado, firmado y sellado. El gobierno acusa de “fascista” a la oposición, pero voltea la mirada cuando sus representantes le regalan al país clases magistrales, obras claras y perfectas, piezas inocultables y reiteradas del más caribeño e intolerante Fascismo. La protesta no es un derecho constitucional, es una actitud provocadora y sediciosa, insurrecional, terrorista. Un ministro de Vivienda, es decir, alguien que debería literalmente dedicar toda su jornada laboral ideando formas y maneras de diseñar planes concertados con el sector privado para construir casas, apartamentos, y así solventar la aguda crisis habitacional del país, prefiere dedicarse a dar discursos donde confiesa que las leyes laborales son para él papel sanitario, y que todo aquel trabajador de su dependencia ministerial, “sospechoso” de ser “escuálido”, será botado. Un Alcalde chavista dice que su municipio es para siempre “revolucionario”, y por eso, junto a entes públicos nacionales o regionales o locales, llevan a cabo un operativo de “voto asistido masivo”, para pisotear el derecho constitucional a la libre expresión, y el secreto del voto. Los casos están ya documentados, y los medios han dado ya cuenta de no pocos casos de semejante fraude y ventajismo en diversos rincones de la nación.

Contra ese cuadro de prácticas que dejan de ser signos de grotesco ventajismo y abuso oficial para convertirse en formas novedosas de Terrorismo de Estado, donde la violencia es sustituida por la amenaza y el miedo a ser despedido, o despojado de algún beneficio, o contrato, o beca, o Misión, o casa, o tratamiento, o pensión, o cupo, o atención médica, o ayuda, contra ese estilo depurado y perfeccionado durante 14 años de “revolución social y humanista”, la gente cansada y hastiada votó el pasado 14 de Abril. Y lo que no quieren admitir en la acera de la “revolución”, es que ese cansancio ya se respira también entre los seguidores del proceso, que de seguro quieren menos retórica marxista y anti-imperialista y más eficiencia y soluciones tangibles.

Todas y cada una de esas violaciones a garantías legales, constitucionales y humanitarias han sido documentadas y están siendo registradas no ya por la prensa y los medios, sino por las organizaciones que trabajan para la defensa y protección de los Derechos Humanos, dentro y fuera del país.

Cabe decir entonces, que el radicalismo y la absurda negación del otro, o su exterminio físico o político, son males que tanto gobierno como oposición deben combatir. Si Maduro entiende que debe tender puentes de diálogo a quienes no votaron por él, y deja de creer que todos son “oligarcas” y “burgueses”, y Capriles sin dejar de reclamar la revisión y auditoria del resultado comicial, y defender sus valores y convicciones, reconoce y respeta a quienes legítimamente aun no creen en él o en su propuesta política, vendrán días de construcción compleja de Política, deliberación, diálogo y gobernabilidad.

El fraude, es la acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete. Ojalá podamos ser testigos algún día, de que la verdad y la rectitud sean las banderas de quienes ejecuten y representen la acción del Estado. Ojalá podamos dejar de presenciar estas lamentables acciones, y dejemos de escribir para siempre, estas memorias de un Estado fraudulento.

@alexeiguerra
[email protected]

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