Desde mi cátedra
La elección presidencial del 14 pasado se efectuó en el mismo escenario del 7 de octubre del 2012, con las notables variantes que el presidente anteriormente electo y no juramentado había fallecido, y al dejar a su heredero, el acto emocional de sus seguidores, sobrevenida su muerte mantendría el apoyo incondicional a la candidatura, más otra, y es que el liderazgo y carisma del elegido estaba muy lejos de arrojar una perspectiva de triunfo contundente y arrollador.
Ya vemos cómo el resultado dudoso que se conoce ratifican tales premisas, al mantener una votación cautiva, pero con un altísimo porcentaje de negación a su candidatura, más el nefasto precedente antidemocrático de abuso de poder del oficialismo, como de la omisión y parcialidad del órgano rector electoral: CNE, que determinan y proclaman el triunfo oficialista, bajo la notoria percepción en el ambiente y en los números de que dichos resultados carecían de veracidad y transparencia, por ello se tomó la palabra del presidente-candidato de contar el 100% de los votos depositados en las cajas, hecho y compromiso que luego fue burlado y negado, y que el país conoce del procedimiento llevado a cabo a posteriori.
Esos acontecimientos, el coraje y espíritu grandioso y democrático de los venezolanos que apoyamos a Capriles Radonski, representan la mitad de este país, y es por ello que el candidato democrático y del progreso ha manifestado con firmeza y responsabilidad que el gran derrotado en esta contienda electoral ha sido Nicolás Maduro y el régimen que preside.
Henrique Capriles y la MUD, continuarán solicitando contar los votos uno a uno, de probar como se invirtió el resultado, aunque sabemos de antemano que todo régimen de esta naturaleza y aliado de la dictadura comunista cubana, no tiene en sus planes verificar. A todas estas, proclamado y avalado por todos los poderes, el presidente electo con rasgos de espúreo tendrá que enfrentarse a la difícil labor de gobernar. La gobernabilidad de este país, cruzando el peor momento de su historia del 58 a este tiempo, está en una encrucijada, por doquier existen problemas conocidos y sufridos por todos los venezolanos, sin dejar de hacer mención al hecho medular de una nación, como es su economía, el equilibrio y la disciplina fiscal y monetaria, encarar el “cáncer de la inflación”- que los cubanos tampoco lo curan -, como se enfrentará al flagelo de la inseguridad que padecemos sin excepción los venezolanos, como enderezar Pdvsa, y sus cuentas en rojo, la deuda interna y externa del país, y así pare de contar.
Por todo esto me invade la duda y crece la incertidumbre cuando veo a Maduro ofrecer gobernar con un recetario en la mano, que agita de un lado a otro como catecismo que dejó el finado con su imagen; y si es por medio de esas recetas, que Dios nos agarre confesados, el futuro no es muy halagador, será la continuidad del fracaso y el desgobierno de estos 14 años; y Maduro siguiendo esa línea cumple con el significado del recetario, que promete cumplir, que según el DRAE es, “la anotación de lo que el médico ordena que se suministre al enfermo”, pues bien, mejor símil no se puede encontrar ya que en verdad según los análisis existentes en todos los aspectos, facetas y renglones del país, ninguno aprueba el examen, lo que se aprecia es una Venezuela enferma, improductiva, sumida en una inversión de valores, inoculada de odio para mantener la división de clases, y con un populismo y una corrupción que la corroe, solo en una gran parte de la población. Por ello, más que ese recetario lo que necesita urgente Venezuela, es un cambio de gobierno e imponer un verdadero modelo democrático.