Nunca había percibido una indignación tan absoluta, total y universal del país, como la que percibo en este momento. La indignación abarca no sólo a quienes hemos sido adversarios del régimen chavista, sino que invade también a buena parte de quienes han sido partidarios del oficialismo. Existe un sentimiento nacional, una convicción irrefutable, de que en Venezuela se produjo un fraude gigantesco en las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril.La mayoría votó por Henrique Capriles y Maduro no es percibido, ni en Venezuela ni en el mundo, como un presidente legítimo. Podrá gozar de la fuerza de la terquedad y la que da la servil sumisión de algunas instituciones, pero su origen es claramente ilegítimo.
En la calle se sintió, los días anteriores, el mismo día y los días posteriores al evento electoral, una clara ventaja de apoyo para el candidato opositor. Por esa razón los venezolanos recibimos estupefactos los resultados informados por el CNE el domingo 14 en la noche. Nadie se lo creía, ni siquiera los mismos partidarios del gobierno.Siete millones y medio de electores supuestamente favoreciendo al señor Maduro, hacían prever una gran celebración.Lo que predominó fue un creciente cacerolazo de protesta cada noche. Entre los chavistas reinó un absoluto silencio.
Parecía oírse la decisión de no celebrar una victoria, que más que pírrica, es de naturaleza fraudulenta. Si a eso le agregamos la represión brutal de las FANB o de una buena parte de ella, contra ciudadanos pacíficos, mayoritariamente jóvenes e indefensos, que salieron a protestar los resultados y el fraude, la indignación llega hoy a la totalidad del país. Nuestros jóvenes barquisimetanos fueron sometidos a todo tipo de vejámenes y humillaciones. Fueron torturados, golpeados, obligados a gritar consignas a favor del señor Maduro. Hubo jóvenes que se resistieron y fueron doblemente golpeados y torturados física y sicológicamente. De nadavalió la presencia del señor arzobispo de la ciudad y del rector Leone de la UCLA intercediendo por los muchachos. Valiosa fue la prestación de los servicios profesionales por parte de un numeroso grupo de abogados especialistas en la materia penal, para lograr la libertad, condicionada, de estos valientes muchachos y muchachas que no estuvieron nunca dispuestos a traicionar sus ideales y principios. Algún día serán héroes, ya lo son, y los torturadores recibirán su castigo.
La señora Tibisay Lucena, el lunes 15 de abril en la tarde, durante la apresurada proclamación del supuesto presidente electo, anunció al país que no se harían más auditorías ni se recontarían los votos. Esa decisión fue aplaudidaa rabiar en ese acto por los partidarios del gobierno. El miércoles 17 la presidenta del TSJ, rechazó cualquier reconteo de votos aduciendo incluso la supuesta inconstitucionalidad de ese procedimiento, como si nuestra Carta Magna no exigiera imparcialidad y transparencia en todos los eventos electorales. El sistema automatizado no excluye el conteo manual, al contrario es una necesidad para probar la automatización. Pero el jueves en la noche el CNE, sorpresivamente, anuncia la auditoría del 46% de las cajas no auditadas la noche de la elección. Esa auditoría supone el conteo manual de las papeletas y su confrontación con las actas de escrutinios arrojadas por las máquinas y la confrontación con el cuaderno de electores, sus firmas y sus huellas. Por supuesto Capriles aceptó. Era eso lo que se había pedido. UNASUR se alegra y a la sabatina juramentación de Maduro vienen algunos presidentes que estiman como positiva la decisión del CNE y la aceptación de Capriles, a las cuales habían condicionado su presencia en Venezuela. Pero luego la señora Oblitas de nuevo complica el asunto con unas declaraciones en las que dice que no hay conteo, que es sólo ver las actas. Venezuela está expectante. Debe dársele transparencia a un resultado muy ajustado y lleno de irregularidades durante la campaña y el acto electoral. Y ¡Dios mío! el Presidente de la Asamblea no permite que los diputados opositores hablen, un funcionario de la gobernación del Zulia anuncia despidos a quienes votaron por Capriles y un ministro, de apellido Molina, anuncia que botará a todo aquel que haya votado por Capriles y concluye diciendo que no le importan las leyes laborales. Ese ministro debería estar ya destituido, enjuiciado y condenado. Existe mayor prueba del gran fraude realizado que todas esas conductas y afirmaciones de personeros gubernamentales. Con razón el Papa Francisco está preocupado por este país.Venezuela a punto de arder por los cuatro costados. La indignación es nacional.