La violencia encuentra su camino a través del silencio de quienes creen en la paz. En estos días de drama para Venezuela, en los que los sentimientos de muchos se encuentran a flor de piel, se debe evitar a toda costa reducir la complejidad del momento a una confrontación entre “buenos” y “malos”; para ello, la comunicación es la ventana a través de la cual será posible entender al otro.
El camino que ahora pudiera parecer más fácil es simplificar una realidad compleja en términos de absolutos, en blanco y negro, en patriotas y apátridas, en buenos y malos. Es mucho más difícil entender que cada persona puede tener una perspectiva que difiere de la propia, que genuinamente cree en algo distinto, que desde ambos “bandos” hay quienes se benefician de la división y juegan a favor de ella. Pero a la larga atreverse a entender el contexto actual en términos complejos será la única manera de construir un diálogo real entre quienes en verdad desean construir un camino de entendimiento en el país.
Durante el primer invierno de la Primera Guerra Mundial, en el que la lucha se desarrollaba en trincheras, ubicadas a poco menos de doscientos metros unas de otras, y donde la violencia entre los bandos era encarnizada, algunos soldados se atrevieron a enviar un mensaje de paz a sus enemigos. La consecuencia fue que más de cien mil hombres del frente occidental de aquel conflicto bélico lograron vencer las barreras que causas absurdas e intereses de poder habían puesto entre ellos, logrando generar lazos de fraternidad aunque fuera por breves momentos.
En Venezuela, en este momento crítico para su futuro, el diálogo genuino debe iniciarse con la valentía del caso, y para ello es fundamental reconocer al otro en medio de las diferencias. Una vez superadas las primeras horas donde los sentimientos han aflorado, es esencial entender que la mayoría de los venezolanos abogan por la paz, por lo que se debe evitar que la irracionalidad de unos pocos silencie el deseo de muchos.