Nada está solo, todo es relación.
Todo pende y depende de todo.
Nadie está solo, todo es comunión.
Somos el verso que la pausa versa.
Nada ni nadie por si mismo
pervive, la vida es comunión.
Comunión es la vida
que nos han donado para donarla.
Comunión es el camino
que nos han trazado para andarlo.
Comunión es el horizonte
que nos han puesto para abrazarlo.
La vida en común y en comunidad
forma parte de la belleza
y es el fondo de nuestra existencia.
No se reduce a un mero sentimiento,
da a nuestra vida
una configuración de fraternidad.
Es desde la concordia,
lo que nos hace crecer como humanos.
En la discordia todo es ruina y rencor,
resentimiento que nos empequeñece.
Cuerpo y espíritu han de vivir en armonía.
Seamos conciliadores de vidas
y reconciliémonos con los diferentes.
La vida no es aceptable
sin respeto por la diversidad.
Sí cultivamos silencios,
armonicémoslos con el recogimiento.
Sí lo rompemos con la voz,
acordemos que sea lenguaje vivo.
No manifestemos un vacío interior,
sino la plenitud de vivir unidos
seriamente por dentro,
y ejemplarmente por fuera.
Que si la vida consiste en respirar
armónicamente,
la alianza no está en vivir,
sino en saber vivir hermanados.
Cada uno somos como somos.
No se trata de cambiarnos,
sino de conocernos
y de reconocernos en la humanidad.
Por eso, es deber
que alcancemos las más altas cotas
de afecto, con la comprensión
como parentesco de luz,
y la bondad como eje de nuestra unión.
Con buena voluntad hasta las piedras
sienten y se dejan querer. ¡Sabedlo!