Ajustado por la evolución al trajín de la sabana, el cuerpo humano acusa el déficit de ejercicio al que nos aboca la vida moderna. De ahí la creciente incidencia de hipertensión, dolor de espalda y otros achaques crónicos, conocidos también como enfermedades hipocinéticas.
Las cifras, en efecto, son preocupantes. Un estudio en PLoS ONE señala que el gasto diario de energía en el lugar de trabajo se ha reducido 142 calorías desde principios de los sesenta en EE. UU. Antes, casi la mitad de los empleos obligaba a realizar una actividad física moderada, mientras que hoy solo lo exige el 20 %. Y, paralelamente, la obesidad se ha instalado en la población.
La concienciación sobre este problema debe comenzar en la escuela y la familia. Pero, a pesar de los esfuerzos, entre el 70 % y el 80 % de los niños españoles no hace el ejercicio básico recomendable. Como apunta el fisiólogo Pedro J. Benito Peinado, de la Universidad Politécnica de Madrid, el aumento del ocio pasivo –videojuegos, internet, tele…–, la inseguridad en la calle o la falta de espacios adecuados para el deporte contribuyen a agravar el problema. Una reciente investigación de la Universidad de Colorado insiste en la importancia de la actividad física, por encima de las dietas hipocalóricas, para prevenir el sobrepeso. “Hay que cambiar el mensaje de ‘comer menos y moverse más’ por ‘moverse más y comer mejor’”, resume James O. Hill, coautor del estudio.
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