La primera y más importante crisis que tenemos los venezolanos es pensar que la política es un torneo de confrontación de masas populares y no un escenario de conciliación de ideas y proyectos nacionales. Por eso en diez días de contienda electoral se movilizaron alrededor de doce millones de venezolanos, con un gasto inmenso de recursos humanos y financieros. En un país donde el suministro de agua y electricidad es caótico, donde hay un déficit crónico y cada vez más grave en producción de alimentos, donde el sistema de salud está colapsado y la inseguridad cobra más víctimas que en países o territorios donde se libran guerras con ametralladoras, misiles y tanques, nosotros plenamos las calles para demostrarles a los compatriotas de la otra candidatura que somos mayoría.
Si hubiésemos invertido todas estas horas hombre y todo el dinero gastado en estas inmensas concentraciones públicas, por ejemplo, en sembrar cebollas papas y caraotas, con toda seguridad tendríamos alimento hasta para exportar. Esto debe ser lo que piensan en países con mayor desarrollo socioeconómico donde una manifestación de cincuenta mil personas obliga a renuncias y cambios radicales de políticas de Estado. Pero no importa, pagamos el precio de nuestras marchas y mítines gigantescos con agrado porque así reafirmamos que tenemos Democracia. Ergo, estamos en crisis pero tenemos Democracia.
Pero el problema de la crisis se agrava porque quienes nos gobiernan desde hace quince años piensan que las elecciones son un juego de barajas (naipes) en el cual quien gana toma todo el dinero y lo gasta como quiere, además de burlarse de los perdedores, como suelen hacer en el oriente venezolano los jugadores de Truco. De esta forma sin importar lo que opinen y sientan el cincuenta por ciento de los venezolanos insisten en desconocer la piedra angular del sistema democrático; el equilibrio, el respeto y tolerancia que merecen los dirigentes perdedores, no digamos el pueblo que votando en contra o favor de cualquier candidato exige un entendimiento de las elites políticas con el objeto busquen soluciones a sus ingentes dramas cotidianos.
De esta forma nos encontramos con un gravísimo problema coyuntural o en el zenit de un problema histórico o estructural: No tenemos una dirigencia política dentro del sector oficial que sepa hacer frente al escenario de ilegitimidad que provocan las dudas de la mitad perdedora sobre la transparencia del proceso recién finalizado. Puede que esta solicitud no esté contemplada en el marco legal, no obstante responde a un imperativo político primordial y urgente. Al parecer la nueva disputa, luego de la decisión del CNE de auditar el 46 por ciento de las cajas restantes es lo dicho por Diosdado Cabello de que no se contaran votos sino que simplemente se cotejaran actas con resultados electrónicos, lo cual contradice frontalmente lo que ha exigido Henrique Capriles.
Por otra parte, sea cual sea el resultado de esta auditoría lo que ha quedado totalmente claro es que Capriles Radonski se ha convertido en el líder más importante del país. Se mantuvo firme en su reclamo, enfrento con ánimo sereno las amenazas que le hicieron y al final quedó claro que su pedido era algo lógico y legitimo dentro del espíritu democrático.
Y como bien dijo, el gran protagonista de esta jornada para solicitar el reconteo de votos fue el pueblo, quien durante cuatro días expresó con fuerza su pedimento. Pero que nadie se llame a engaño, vienen días muy difíciles, sectores oficiales lucharan a brazo partido para que no se abran las cajas y que solamente se cotejen actas contra resultados electrónicos. Si se supera este escollo viene luego la pelea legal en el Tribunal Supremo donde ya su presidenta adelanto opinión, en una insólita declaración partidista en contra de Henrique Capriles. Vienen días difíciles.
Pero todo esto no solucionará la crisis económica, la crisis social, la crisis política y lo más grave, no solucionara la crisis de liderazgo que se observa en quienes durante 14 años acompañaron a Hugo Chávez y que actualmente tienen control total de las instituciones del Estado. Vienen días difíciles.