Toda elección democrática debería ser el resultado del ejercicio libre de la voluntad colectiva que elige entre pares y ante la ley. Las sociedades, custodiadas por un órgano electoral justo, imparcial e independiente, tienen así el poder hasta de equivocarse legítimamente. Pero la democracia es frágil y corruptible, que para su salvaguarda estarían la Constitución, leyes de la República e instituciones públicas, porque ya es vieja y archiconocida la ambición desmedida, el uso malevo de los recursos del Estado y demás artimañas, ahora también electrónicas.
En Venezuela, donde existe “el mejor sistema electoral del mundo”, se ha salido de madre todo decoro institucional. Por acción u omisión, el Consejo Nacional Electoral ha cobijado, antes, durante y después de las elecciones, todas las tropelías y desacatos del partido de gobierno. Ante la lógica solicitud de reconteo de votos, en razón del estrecho margen de diferencia, aceptado en público y en principio por el supuesto candidato ganador, se ha levantado un muro de odio y de violencia propio de los que no tienen la razón quienes más bien, por motivos de certidumbre democrática y de legitimidad política, deberían respetar esta categórica solicitud ciudadana.
Pero no, es que no son demócratas. Como siempre, todo se ha convertido en maniobra, apuro, agresividad, tratando de esconder el bojote del fraude. Si hasta uno de los rectores principales del CNE solicitó el reconteo, por qué no aceptarlo si están tan seguros de su victoria. Pero es que no quieren admitir que ese fraude es producto de una derrota política mucho más amplia, no solo de Maduro, sino del proyecto chavista en su conjunto que, ante la ausencia de su mentor y líder carismático, quedó como Dios lo trajo al mundo.
No hay ahora depositario de la fuerza y capacidad de Chávez para manejar a los venezolanos que se han ido dando cuenta de la inviabilidad del Socialismo del Siglo XXI, cuya ineficiencia en la práctica, encubierta en la relación mágico-religiosa con el líder, dejó de ser el espejismo que fue. Todo el peso de la crisis social y económica que se contenía en esa relación de esclavitud entre un conjunto llamado “pueblo” y un manejo inescrupuloso de los recursos de todos los venezolanos, ha explotado finalmente en las narices de esa población que tal vez, sin dejar de querer a Chávez, votó por Capriles por desencanto o con esperanza.
El gobierno, ilegítimamente constituido, siguiendo con el libreto y guión made in Cuba, que hasta eso importamos, está buscando la vía de la violencia para esconder lo que en verdad está en la calle y que es haber perdido las elecciones.
Nosotros, como alternativa democrática, unidos, hemos apoyado el liderazgo indiscutible de Henrique Capriles Radonski, quien ha reiterado que todo hay que hacerlo dentro de la Constitución y los principios democráticos. No hemos ganado aún pero han sido días inolvidables en los que se despertó una fuerza. ¡Abran las cajas pues!
#Opinión: Fraude y crisis política Autor: Leandro Area
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