No estamos acostumbrados a que el mundo entero mire hacia nuestro continente. Sobre todo no lo estamos por buenas noticias. Generalmente los europeos se interesan sólo en los tiranos de izquierda latinoamericanos
-para ellos un tanto folclóricos- y los aplauden porque se presentan como adalides de la defensa de los pobres, de la cultura indígena y otras tantas falacias. Son justamente estos dictadores tropicales los que mantienen a nuestros pueblos en la pobreza y la ignorancia porque así los dominan para defender sus intereses personales. Diríase que los intelectuales de izquierda europeos y algunos cineastas y actores gringos, admiran nuestro subdesarrollo, pero estoy segura de que ninguno de ellos dejaría su bienestar burgués para vivir en éste, junto al dictadorzuelo que tanto admiran. Muy bonitas se ven las cosas de lejos, que vengan, experimenten nuestra realidad de carencias en lo básico, atropellos a la libertad, los derechos humanos, la propiedad, la economía y la vida de los ciudadanos.
Y de repente Hispanoamérica se ha hecho centro del interés mundial: los cardenales de la Iglesia Católica eligieron el 13 de marzo de este año a un papa argentino. Primera vez que no sale de Europa o de la cuenca mediterránea un Sumo Pontífice. Jorge Mario Bergoglio ha roto paradigmas
y se presenta al mundo desde el primer momento con una personal incongruencia: argentino y humilde. Al salir por primera vez ante el público que esperaba la elección en la Plaza de San Pedro, antes de bendecirlo, pide que oren por él. Conciliador hasta sin proponérselo: después de más de 400 años de puros papas italianos, sale primero un polaco, luego un alemán, ya el orgullo itálico estaría un poquito resentido y viene ahora otro extranjero, bien exótico, del Cono Sur del planeta, sí, ¡pero hijo de italianos! La península en forma de bota se reconcilia un poquito con los cardenales, aunque seguramente él está más cerca de la milonga que de la ópera.
De las primeras cosas que dijo Su Santidad Francisco, fue que lo salieron a buscar bien lejos. Es cierto, son muchas las horas de vuelo entre Buenos Aires y Roma. El país de la Plata toca casi el Polo Sur. Tenemos por primera vez un Vicario de Cristo austral. Todo esto no sólo suena a nuevo, sino también a aires de esperanzas en la Iglesia, sacudida por problemas y penas en los últimos años, como para minar la salud y las fuerzas de Benedicto XVI hasta provocar su inusitada y dolorosa renuncia.
Cuando supe quien era el nuevo Pastor de la Iglesia y su procedencia, empezó a resonar en mi memoria la frase “Yo vengo del Sur”. Pertenece al poema de un gran amigo, hijo de grandes amigos. Seguí los pasos del poeta desde su adolescencia, luego él se desprendió hacia ámbitos más universales. Hoy es un crítico y promotor de arte de conocida trayectoria internacional. Trabaja en el MoMA (Museum of Modern Art) de Nueva York. Fue el curador jefe de la 30º convocatoria de la Bienal de Sao Paulo que clausuró exitosamente en diciembre de 2012. El poema, concebido en la estación del tren cercana a un cementerio, en un pueblo francés, tiene un no sé qué de coincidencia con el Papa Francisco y por eso con él termino.
Cementerio de Lillers
Las aves vuelan bajo
la niebla pega susto en las espaldas.
Yo vengo del Sur, de los bolsillos tibios
del planeta.
El Norte me ha tendido, sin embargo, sus celadas sus más dulces trampas.
Yo vengo del Sur
y no tengo en mis oídos el ruido de los trenes.
El Norte me ha impuesto, sin embargo, sus costumbres
sus horarios precisos, inmutables.
Cementerio de Lillers, tres y cuarenta
las aves vuelan bajo.
Yo vengo del Sur y aquí desciendo
bien pronto a tierra.
Espero que la última estación me sea propicia.
Que las puertas no resistan y se cierren en silencio.
Que nadie atrás, en un vagón, me añore.
Que nadie hable con sorpresa de mi ausencia.
(Luis Pérez Oramas, de su libro de poemas “La gana breve”, 1993).
