Miles de venezolanos saldrán el martes a las calles, unos para defender una ajustado triunfo electoral que consagró al heredero de Hugo Chávez como el nuevo presidente y otros para exigir un recuento total de votos, un día después de que opositores chocaran con la policía.
Nicolás Maduro ganó las elecciones y el lunes fue declarado presidente electo, pero la diferencia de menos de 2 puntos porcentuales frente al opositor Henrique Capriles y las miles de denuncias de irregularidades durante los comicios caldearon los ánimos en la polarizada potencia petrolera.
Capriles exige una auditoría total de los votos porque asegura que su equipo tiene conteos internos que marcan que él ganó las elecciones presidenciales, la más reñidas en casi medio siglo de democracia en el país.
«Nosotros tenemos el derecho de contar cada voto. No estamos pidiendo más nada», dijo el lunes Capriles en una rueda de prensa.
Con sentimientos encontrados flotando en el aire tras la reciente muerte de Chávez -el popular líder que empujó al país a un modelo socialista adorado por millones de familias pobres- el Consejo Nacional Electoral (CNE) hizo oídos sordos a los reclamos y declaró presidente electo a Maduro.
En una rueda de prensa el lunes por la noche, el corpulento ex chofer de autobús -que se abrió camino hasta la cúspide del chavismo gracias a su fidelidad inquebrantable- llamó a los venezolanos a evitar las «provocaciones».
Miles de manifestantes opositores armados con palos y piedras chocaron el lunes en Caracas con la policía, que los dispersó con escudos, balas de goma y gases lacrimógenos. Los incidentes también se extendieron a ciudades en el estado caribeño Falcón y el meridional Táchira.
Para este martes Maduro y Capriles llamaran a sus seguidores a tomar las calles con marchas pacíficas, pero el ambiente se tensa cada vez más.
«Hemos triunfado, ellos pretenden vulnerar la mayoría, la voluntad popular», sostuvo el presidente electo el lunes por la noche. «Sigo llamando a la paz y llamo al pueblo al combate en paz, a movilizarse mañana en todo el país, y el miércoles, y el viernes todos a Caracas, ya basta de abusos».
El presidente electo -que tiene previsto asumir su mandato el viernes- dijo que si alguien moría en las manifestaciones será culpa de Capriles. Y denunció que grupos opositores asediaban varias casas del partido de gobierno y la sede del canal estatal VTV.
POSIBLES ENCONTRONAZOS
La oposición convocó a sus seguidores a marchar el martes en todo el país hasta las sedes regionales del Consejo Nacional Electoral. Para el día siguiente, Capriles planea encabezar un recorrido hasta los cuarteles generales del CNE en Caracas a fin de presentar documentos sobre irregularidades electorales.
«Esto es un fraude completo; hasta han quemado las actas para que no haya recuento de votos. Protestaremos hasta que sea necesario. No vamos a abandonar las calles», dijo Carlos Cusumano, un estudiante de 20 años que comandaba a un nutrido grupo de jóvenes con las caras cubiertas.
La Organización de Estados Americanos (OEA) respaldó el pedido opositor de un recuento total de votos y llamó al diálogo entre las dos partes para bajar la temperatura del conflicto.
Estados Unidos y la Unión Europea también recomendaron una auditoría de los sufragios. Y todos ellos recibieron críticas de la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, por su injerencia.
Maduro basó su campaña en elevar a Chávez a la categoría de deidad y en mostrarse como su apóstol. El presidente electo intentó imitar su habla campechana y sus diatribas, pero los críticos aseguran que es una copia diluida.
Sin el carisma ni la oratoria de su antecesor, Maduro promete ser el garante de los enormes planes que subsidian alimentos, atención de salud primaria y viviendas que le hizo ganar a Chávez el corazón de los que menos tienen.
Pero también encarna la continuidad de las políticas intervencionistas del Estado como bandas de precios y controles cambiarios que según analistas asfixian la economía y que desatan el rencor de clases medias y acomodadas.
La estrecha victoria de Maduro incrementa los enormes retos económicos que enfrenta en el corto plazo, con unas finanzas públicas presionadas, una acelerada inflación y un severas ola de desabastecimiento de productos básicos. Maduro dijo que la economía estará al tope de su agenda de Gobierno.
Además, Maduro quedó debilitado para lidiar con posibles presiones rivales en sus propio partido, una mezcla de socialistas radicales, políticos pragmáticos, militares conservadores y empresarios, todos ellos otrora unidos por el indiscutido liderazgo de Chávez.