El hombre luego de la creación, aún cuando se lo prohibieron, comió del árbol del bien y el mal y a partir de ese momento tuvo conocimiento. Antes éramos como niños menores, inocentes, viviendo en el paraíso, sin ningún problema, con todo a nuestra disposición. Cambiamos esa inocencia por el discernimiento.
Esta capacidad nos da la oportunidad de reflexionar, de pensar. Si no se usa esa condición, no somos humanos. Perdimos no sólo la inocencia, sino la vida eterna por violar una regla, entonces para algo nos debe servir el conocimiento. Algunas personas religiosas señalan que no se debe juzgar, que sólo Dios puede hacerlo. Pero resulta que necesitamos de esa capacidad de evaluar ya que nos permite sobrevivir. Es imposible que actuemos sin malicia cuando el razonamiento, la lógica nos guía, es más, los estudios que realizamos nos ayudan a lograr esa flexibilidad y reflexibilidad del pensamiento.
Si actuáramos inocentemente no crearíamos, no diferenciaríamos una gripe de una hepatitis, porque no evaluaríamos. El hombre no hubiera logrado esos grandes descubrimientos, ni la ciencia ni la tecnología, puesto que no nos daríamos cuenta de la necesidad de trascender, de ayudar, de modificar el ambiente. ¿Cómo regresarnos a la inocencia que teníamos antes de comer del fruto del conocimiento? Es imposible, evolucionamos con algún propósito y es, usar ese conocimiento para nuestro beneficio y del colectivo.
¿Cómo seriamos si tuviéramos inocencia siendo adultos? Primero, no trabajaríamos, si somos infantes, no trabajamos, cómo sería el planeta sin trabajo, porque aún en las comunidades primitivas, los indígenas, los hombres deben trabajar, buscar el sustento para la familia. No lo haríamos, esperaríamos a que cayera el maná del cielo.
Segundo, no diferenciaríamos entre el bien y el mal, esto nos impediría darnos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, tampoco accionaríamos para modificar el ambiente y sobrevivir. Las muertes por falta de precaución serían grandes, no habría población puesto que iría a la autodestrucción, por lo tanto decir que no debemos juzgar es algo contrario al ser humano. Una cosa es no meternos en la vida del otro, si no nos corresponde y otra cosa distinta es no juzgar. Juzgamos permanentemente porque es parte de nuestro pensamiento racional.
La lógica nos permite comparar, evaluar y tomar decisiones de acuerdo a lo que es bueno o malo según nuestra conciencia, es decir el uso del libre albedrio. ¿Por qué nos dieron libertad de elegir entre el bien y el mal si no era para usar esa capacidad?, ¿cómo nos percatamos que algo es bueno o que algo es malo, cómo decidimos?, entonces es absurdo pensar que el ser humano no juzgará. Ir por la vida sin darse cuenta de lo que pasa alrededor es una falacia. Lo que no se debe es ver en los demás, nuestros defectos y culparlos. Recordemos la escena de Jesús en el templo cuando vio los fariseos vendiendo mercancía. Los echó, se molestó. ¿Qué hizo Jesús?, evaluó un hecho y tomó una decisión de acuerdo a su criterio de lo bueno y lo malo.
Los mercaderes, tenían una verdad, una posición y él una distinta. Jesús hizo lo que le pareció justo. Juzgó, evaluó en base a criterios. Igual hacemos cuando nos percatamos que una situación es injusta, anormal, atípica, o que no corresponde a lo que nosotros consideramos normal. Por ejemplo, si vemos niños abandonados en la calle, y denunciamos o realizamos gestiones para formar una asociación que atienda a estos niños, es decir, buscando la solución a una situación que consideramos problemática, no lo hacemos con la finalidad de juzgar a los padres de las criaturas, sino evaluando un hecho que está afectando a este sector. Entonces, no estamos actuando como inocentes, sino como seres pensantes, responsables para intervenir en la solución de una situación problemática. Mateo señala en el 7.1 que no juzguemos para no ser juzgados, pero se refiere a no criticar al prójimo, a la destrucción del otro por nuestra boca, porque se te devolverá. Él expresa en los siguientes versículos que debemos ver la viga en tu ojo y no la paja en el ojo del vecino. A eso se le llama crítica destructiva o falsa moral, porque hay una moral para evaluar nuestros actos y otra para evaluar los mismos actos en los otros. Hay muchas personas con una doble moral, que critican a demás lo mismo que ellos hacen, o que les gustaría hacer. Entonces, no podemos tomar la escritura de la Biblia de manera literal sino interpretar. Lo que dice Mateo, no es no usar el conocimiento o el libre albedrio, sino reflexionar cuando vamos a hablar mal del prójimo, para no destruirle cuando nuestras acciones son peor que las de ellos. Es decir, revisar nuestra actuación antes de hablar de los demás.
#Opinión: Tenemos conocimiento Autor: Sira Vargas Rodríguez
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