La degeneración política que mantiene secuestrada a la democracia venezolana ya rebasó los límites de la tolerancia. Dada la pasividad con la que han reaccionado quienes disponen de instrumentos y recursos, dicha degeneración podría estar convencida de que la paciencia de nuestro pueblo, en su conjunto, es eterna.
El abuso y la provocación de encadenar los medios radioeléctricos para glorificar y darle categoría universal a un monstruoso y sangriento golpe de Estado, es un reto bravucón a la reserva democrática de la Nación, a la civil y a la uniformada. Carece de parangón en la historia patria de todos los tiempos un descaro burlón de tal magnitud.
Sinceramente creemos que hasta quienes están involucrados en semejante degeneración, si aún les queda aunque sea un ápice de patriotismo, hoy se arrepentirían del craso error que han cometido. Si se hace esperar por más tiempo una reacción contundente e inmediata del país nacional, es porque ya Venezuela dejó de ser una república soberana e independiente. Es decir, quienes tienen a su cargo la responsabilidad de preservar los bienes de la libertad, han dejado de cumplir con su deber.
Si esa obligación, como muchas otras, es víctima de factores alienantes, y también está a punto de desaparecer de nuestra Carta Magna, sólo le espera a Venezuela un autodestructivo episodio de anarquía. Vendaval de confusión que arrastrará, por igual, tanto al que ahora aplaude a manera de foca, como al quien llora resignado.
Afirmamos lo dicho, y creemos estar en lo cierto, porque sobra la fibra patriótica en las entrañas de nuestro pueblo. Lamentablemente sin armas, sin los recursos económicos necesarios y sin poder político activo, organizado y resteado con la suerte de la democracia, de la Nación y de la libertad. Lo único que le sobra a la sociedad venezolana de este tiempo aciago e incierto, es la arrechera y la frustración.
Dos sentimientos negativos los anteriores que, cuando se juntan, vencen el miedo, enardecen el espíritu, desafían el peligro y conducen al combate. Sobre todo si es evidente la omisión de quienes pueden y deben actuar.
Presenciamos hace pocas horas, la celebración aparatosa de la fecha aniversario de un fatídico golpe de Estado. Una especie de efemérides épica nacional. Jolgorio de actores, cómplices, involucrados y adherentes cercanos y lejanos. Acto oficial del estado venezolano, difundido en cadena de radio y televisión.
Demás está decirlo, pero nada se pierde si lo repetimos: se trata de una burla a la democracia y de una afrenta a la idiosincrasia venezolana. Una expresión de barbarie política que deja sin efecto las limitaciones constitucionales para responder en consecuencia. Mejor dicho, quienes quieran o puedan hacerlo, en función del restablecimiento del Estado de Derecho, ahora tienen libertad para actuar. Con hormonas o sin ellas, la patria democrática reclama respuesta aleccionadora. ¡Pero ya! ¡La urgencia carece de pretextos!
#Opinión: Libertad para actuar Autor: Antonio Urdaneta Aguirre
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