#Opinión: ¡Que Dios bendiga a Venezuela! Por: Macario González

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Sin tregua

Ese enorme escritor hondureño que fue y será Augusto Monterroso legó a la humanidad un hermoso y penetrante conjunto de fábulas a lo Esopo. En una de ellas titulada “El Grillo Maestro” nos relata como en un aula de clases el Grillo docente le explicaba a los Grillitos lo extraordinario que era cantar como lo hacían, rozando las alas, argumentando que los pájaros, esas molestas criaturitas lo hacían muy mal porque se empeñaban en hacerlo con algo que sa llamaba garganta, cuando esto explicaba a las jóvenes mentes entró el Grillo director, un anciano con mucha experiencia. De esta manera remata su fábula el genial Monterroso: “Al escuchar aquello, el director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la escuela todo siguiera como en sus tiempos”.
Luego, es claro que la historia permite varias lecturas que comienzan con la palabra error perpetuado en mayúsculas, a lo que podría fácilmente añadirse que ese mantenimiento en el yerro puede ser por  ignorancia o por criminal conveniencia, pero esa es otra historia.
Venezuela, nuestra Patria, como nación ha venido cometiendo, en varios órdenes, errores cuyos resultados podemos más que apreciar, padecer. Tiempo es de reflexionar para enmendarlos definitivamente, es propicio este momento histórico para tomar una gran decisión como ciudadanos de esta tierra que merece algo mejor a lo que tenemos hoy. Algo que podamos entregar orgullosos a las generaciones que nos están pisando los talones.
En el país se ha instalado, a partir de los últimos años que corren, la mentalidad de la desunión, del parcelamiento con base a intereses particulares, del aumento vertiginoso del flagelo de la intolerancia y de la distorsión de los valores más puros de una sociedad que presume de democrática. Es, pues, un proceso de caída hasta los subsótanos del averno como nación. Tiempo es de detener esa caída entre todos.
Tenemos derecho a soñar en Venezuela con un país nuevo, un país que cante con la garganta y lo haga bien, afinadamente, que nos se siga equivocando ni queriendo apostar a fórmulas de fábulas y delirios. Un país de verdad y no de utilería, con dignidad y justicia social. Un país de metas comunes y compartidas, de oportunidades y progreso. En ese propósito debemos animarnos sin miedos y confiados en aquella máxima que reza: “Lo bueno cuesta sacrificios”.
Mañana tenemos la oportunidad de emprender un nuevo camino, de hacer grande y seguro nuestro porvenir,  es cuestión de empinarnos por encima de nuestras dificultades y temores y optar por el futuro de paz y progreso que nos ha sido tan esquivo estos últimos años.
Winston Churchill, el gran líder inglés en momentos de calamidad, sufrimiento, dolor y desconcierto, solo le ofreció a su pueblo “sangre, sudor y lágrimas”. En la actual coyuntura de nuestro país, donde por las calles hay sangre y lágrimas, debemos colocar el sudor de nuestra voluntad en el propósito de convertirnos en un país próspero, soberano y unido como uno solo.
El gran maestro que fue Arturo Uslar Pietro lo sintetizó con su proverbial tino, así: “Hagamos todos, deponiendo divisiones y rencores de ideologías, la tarea necesaria para que esa Venezuela posible sea…”
El país que queremos, entonces, es el mismo que debemos construir con nuestra constante dedición y entrega. ¡Para comenzar a conquistar el futuro debemos, mañana, votar por él! Que Dios bendiga a Venezuela.

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