#Opinión: Arquitectura, orden y utopía Por: Claudio Beuvrin

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La ciudad como tema

La arquitectura se ocupa no sólo de dar cobijo y resguardo a las actividades humanas, tambien las ordena, atendiendo una serie de suposiciones sobre el comportamiento de la gente: aquí harán esto y allá harán aquello.“Un lugar para cada actividad y cada actividad en su lugar” podría ser un buen lema para nuestra profesión pues en arquitectura el desorden  suele ser señal de mala arquitectura.
El orden ha sido una constante en la historia de la profesión. Lo que ha ido cambiando es como se expresa el orden en la forma arquitectónica hasta llegar, a partir de los años 70, al desorden de la arquitectura deconstructivista y postmoderna y que parecía no seguir ninguna regla formal. Pero en este caso aceptemos que el caos es un orden que inicialmente no comprendemos pero que puede explicarse. Esta arquitectura introdujo una ráfaga de buen humor a tanta rigidez y acartonamiento de la arquitectura racionalista, la de las edificaciones todas cuadradas y parecidas entre sí que son la solución estándar para la arquitectura común.
El hábito de ordenar espacios y actividades nos puede llevar a creer que el orden de la arquitectura puede imponerse al desorden  real y vital, de la sociedad, y de aquí, basta un pequeño salto para llegar al utópismo. Las utopías son intentos de diseñar una sociedad ideal donde los hombres se organizan para vivir en armonía y que el orden soñado se expresa en una forma arquitectónica, es consecuencia del orden de la sociedad. Pero el utopismo ingenuo de los arquitectos los lleva a suponer que el orden de la arquitectura genera el orden social.
Las utopías existen porque los hombres siempre han estado insatisfechos con su vida real. Los textos de las utopías suelen estar acompañados con planteamientos arquitectónicos y urbanísticos explicando cómo debe ser el recipiente físico de esa nueva sociedad. La casa de Adán en el paraíso ha sido un tema recurrente en la historia de la arquitectura: es el deseo de retornar a un estado de perfección que supuestamente una vez tuvimos.
Aparte de la bíblica, las utopías más conocidas fueron pensadas durante el Renacimiento y, más tarde, en tiempos de la Revolución Industrial, como proposiciones de socialistas que querían mejorar las condiciones de vida de la clase obrera. Se hicieron varios intentos para llevarlas a la práctica pero no duraron mucho: la gente se cansó de la disciplina y de los cambios de conducta que se exigían pues incluso se llegó a reglamentar la vida sexual por aquello que el sexo es fuente de toda clase de desordenes. Todas esas utopías procuraban aislar a sus miembros del contacto con el mundo exterior para que no se contaminaran y perdiera su espíritu de grupo. Es lo que sigue ocurriendo con las comunidades Amish, en los USA.
Las utopías reaparecen como ciudades socialistas al fundarse la Unión Soviética en el interés de crear hombres nuevos. Se esperaba que el individualismo se extinguiría cuando todas las actividades se realizarían en común y a la vista de todos, aunque no se llegó a proponer la promiscuidad total. Esos planteamientos fueron rápidamente abandonados ante la reacción de la gente que prefería tener un espacio privado, así fuera pequeño, para su familia.
Más exitosos fueron los kibutz israelitas. Parte de su éxito es que se fundamentaban en los principios del cooperativismo y el ingreso era voluntario. En este caso la disposición física de los kibutz  está impuesta no por un orden moral sino por razones de defensa: las casas en el perímetro exterior constituyen una barrera ante posibles ataques.
Curiosamente, la idea de ciudades socialistas no aparece en la literatura arquitectónica cubana. No pude encontrar ninguna referencia a ellas. En Venezuela hay varias ciudades socialistas en construcción pero poco se sabe de su basamento ideológico, que conductas se quieren modificar ni que tanto orden –arquitectónico y social- logrará imponerle a sus residentes ni si esos cambios conductuales están respaldados por estudios psicosociales que demuestren su viabilidad.  Quizás, cuando, a futuro, se analice este experimento, lo que veremos es  improvisación y un vano empeño en desconocer una de las lecciones de la historia: que los hombres cambian muy lentamente y no siempre en la dirección que quieren los líderes.
Hoy las nuevas utopías son ecológicas. En todo el mundo hay una efervescencia por transformar los viejos ambientes contaminados e insostenibles por otros donde el gasto energético es mínimo, la huella del carbono es casi cero y donde todo el mundo tendrá una elevada conciencia ecológica. La arquitectura tendrá climatización natural, electrificación por paneles solares u otros sistemas, con mucho verde, mucho reciclaje, mucho andar a pié, etc. Obviamente habrá un orden donde  las cosas dañinas que hoy hacemos mañana serán corregidas.
Soy un venezolano nacido en Italia, de padres muy golpeados por los embates de una utopía fracasada, la del fascismo. No permitamos que otra utopía fracasada, la del socialismo comunista, ahora golpee a nuestros hijos.

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