Para el Estado venezolano es imprescindible contar con una Fuerza Armada Nacional (FAN) adiestrada, preparada para la defensa nacional y competente para ejercer la defensa de los intereses estratégicos de Venezuela en el Caribe y en Sur América. Hagámonos una pregunta sincera: ¿tenemos a nuestra disposición esa Fuerza Armada de la que hablamos? Pues no. En este momento tenemos militares en labores atinentes a la distribución de alimentos, ejerciendo labores bancarias y fiscales, en cargos diversos en la administración pública en áreas como salud, educación y obras de construcción y, última e ilegalmente, en campaña electoral. Obviamente, a razón de ello, tenemos pocos militares pensando en destruir centros de operaciones de la narco – guerrilla colombiana en territorio venezolano, en evitar la depredación ambiental – minera por los llamados “Garimpeiros” brasileños y en proteger a la población nativa en el sur del país o asegurarnos, por ejemplo, de garantizar la integridad territorial de nuestro reclamo histórico de la Guayana Esequiba.
Preguntaría cualquiera ¿por qué si el gobierno anterior era conducido por un militar estos problemas de las FAN no fueron atendidos en 14 años? La respuesta está en el Militarismo. El Militarismo es la tendencia enfermiza a invertir la subordinación natural en democracia de los militares hacia los civiles convirtiéndola en la subordinación de civiles hacia los militares. Amparados en el poder, los militares relajan el cumplimiento de las funciones que les asigna la constitución y se reasignan labores exclusivamente civiles abandonando sus tareas inherentes. De seguir esta marcada tendencia al suicidio colectivo, pronto será un requisito ser militar para ejercer los cargos públicos de elección popular.
Es necesario recordar que, en una democracia sana, los militares deben obediencia absoluta al poder civil, es decir, los militares ocupan un rol constitucional ineludible, pero pretensiones más allá de las previstas en la constitución son inaceptables. Vale la pena recordar al muy olvidado Gustavo Machado, fundador del Partido Comunista de Venezuela y aguerrido opositor a las dictaduras militares de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, cuando afirmó: “Los curas a la iglesia, los militares al cuartel y los civiles al poder”. Sin duda lapidario, pero justo. En las próximas elecciones del 14 de abril los ciudadanos están ante la disyuntiva entre permitir la continuidad en el poder del vulgarmente llamado “Alto Mando Cívico–Militar de la Revolución” o, por otra parte, promover la institucionalización de las FAN en favor de los altos intereses nacionales y en contra de todo intento de dominación extranjera.
#Opinión: Militares y civiles Por:Julio César Castellano
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