Lectura
La primaria fue muy accidentada, sobre todo en los primeros años.
Entonces vivía en una calle paralela a la conocida Calle Nueva. Mi madre me inscribió en la escuela de la niña Elena Catarí, a una cuadra de la casa.
La escuela funcionaba en un caserón en cuyo interior vivía una pareja de adultos: don Alejandro y doña Victoria. Don Alejandro usaba muletas porque le faltaba una pierna y doña Victoria era alta, delgada; muy erguida.
De allí pasé a la Escuela Federal Graduada Cedeño con la maestra Yocasta de Calistrí. ¡Qué diferencia! La niña Elena era una muchacha muy bonita y con un trato cordial y comprensible con todos. La maestra Yocasta, con la semblanza propia de la madurez, redonda, pero sin gordura, era muy rígida con la palmeta así como con los castigos corporales.
Proseguí los estudios en Chivacoa a donde mi madre, Lola, fue asignada para regentar el plantel de aquella localidad. Cuando regresamos a Yaritagua continué los estudios en la mencionada escuela Cedeño.
Este preámbulo nos permite hablar de una figura que nos enseñaron para escribir correctamente la palabra al final de la línea de escritura, cuando por razones de espacio debíamos dividir la palabra mediante un guión separador y continuar abajo en la línea que sigue la parte de la palabra que faltaba por escribir.
Como se comprenderá todos los trabajos escolares se hacían con lápiz de creyón a mano. La enseñanza era minuciosa, insistente y prolongada. Se trataba para usar con propiedad el guión separador de aprender a dividir en sílabas las palabras. El porqué de esas divisiones se ilustraban en el pizarrón y las razones eran explicadas por la maestra. Palabras bisílabas, trisílabas, polisílabas; acentuación de vocales débiles, el porqué de los diptongos, triptongos, etc.
De modo que en la práctica de los dictados o planas, como los nombrábamos, después debíamos separar en ellos todas sus palabras en sílabas y asimismo hacer uso del signo separador de sílabas de las palabras al final de la línea de escritura cuando así lo requería. Era un trabajo minucioso, pero muy útil para la comprensión por el lector de la escritura.
La práctica del uso del signo separador desaparece con la computadora. La computadora, como se sabe, no separa en sílabas las palabras; todas las palabras se imprimen íntegramente. De modo que la computación suprime un conocimiento hasta ayer de una gran validez, pero suprime también el conocimiento del conocimiento de que las palabras tienen su estructura silábica, y que por esa estructura ahondamos en la adquisición de las múltiples conformaciones de la sílaba. Es un empobrecimiento intelectual del individuo; una resta a la potencialidad asimiladora del hombre. Una disminución de la riqueza descubierta por los humanos en su afán de formación. La máquina tiene la palabra, la electrónica la disminución del hombre y la sustracción de las habilidades cognocitivas.