#Opinión: De lo heróico a lo político Por: Tarquino Barreto

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Tras la muerte del presidente Hugo Chávez, orientador ideológico, creador y líder omnipotente del partido oficialista y del actual Gobierno Nacional, se abre una nueva etapa para el devenir histórico de nuestro país; esto no tiene discusión.
Chávez consolidó en el ideario de la mayoría de sus seguidores, la tendencia a vincular el progreso de nuestro pueblo al fruto de su actuación política, imbricando la construcción de una “nueva sociedad” a su sobresaliente figura, apoyado para ello en una gigantesca política mediática a través de la cual impulsó su pretendida reconstrucción de la memoria colectiva del venezolano sustentada en una suerte de Pan-Bolivarianismo, con el acompañamiento simbólico, por supuesto, de la pléyade de héroes de nuestra independencia, adobada con mitos y leyendas, y teniendo como figura principalísima de esta empresa para la “refundación” de nuestra República y nacimiento de esta “nueva sociedad”, a su fulgurante y omnipresente figura. Es decir, su irrupción como caudillo mesiánico no solo representó la ruptura con el “establishment” socio-político de la Venezuela moderna, sino también, la génesis de esta nueva propuesta societal en el marco del llamado “Socialismo del Siglo XXI”. Se pudiera resumir todo lo anteriormente señalado, con la afirmación de que Chávez es la representación y la esencia misma del boceto político que él solamente puede encarnar.
Este capítulo del proyecto político-social de Hugo Chávez, diseñado, liderado y ejecutado directamente por su mismísima humanidad, pudiéramos catalogarlo como la etapa del “chavismo heroico”,enmarcado en la tendencia explicativa de la historia a través de los hechos realizados por el hombre “providencial”, al mejor estilo de “la moral del más fuerte” de Nietzsche, del superhombre capaz de redimir a los más débiles a través de su mano suprema y redentora, la cual también es capaz de darle sentido y hasta direccionalidad, al curso de la propia historia. Es la etapa signada por el prohombre, la etapa prosopopéyica del llamado “proceso”; en ella, sus seguidores y operadores políticos, son simplemente,los administradores de su heroísmo.
Tras su desaparición física comienza una segunda etapa, momento que pudiera calificarsecomo la del “chavismo político”, en cuyo desarrollo, los “herederos” de su causa, mostrarán sus actitudes y aptitudes para sortear toda clase de dificultades y entuertos resultantes del desbarajuste nacional en el quesumergieron a nuestro país como producto de su infantilismo de izquierda; sus consecuencias se expresan no solamente en el ámbito económico (desequilibrio macroeconómico, reparto regresivo de la renta nacional, postración económica, déficit fiscal, devaluación, gasto público dispendioso e improductivo, incontrolable inflación, envilecimiento de la fuerza de trabajo, alto índice de desempleo, caída brusca de la producción nacional y de las exportaciones no tradicionales, deterioro de nuestra infraestructura económica y de servicios públicos), sino también en el social (elevado índice de pobreza, baja calidad y déficit en la prestación de los servicios de salud, seguridad, educación y transporte, incremento en los índices de violencia, segregación y exclusión social, marcado déficit habitacional) y en la esfera de lo político-institucional (corrupción, impunidad, inequidad en la administración de justicia,desigualdad e irrespeto de los derechos ciudadanos, represión, apartheid político), es decir, en la infraestructura y en la superestructura de nuestra sociedad, con el agravante de que ya no cuentan con el carisma, con la personalidad avasallante y con la capacidad de convencimiento de su líder fundamental. Si bien es cierto que la cúpula oficialista apelará a toda clase de triquiñuelas para continuar transitando por eltorcido rumbo de este “experimento social”, utilizando para ello la imagen y hasta el fervor religioso hacia su regente histórico, la realidad aplastante de los hechos resultantes de sus actuaciones, de sus contradicciones internas, las cuales tenderán a agudizarse ante la ausencia de esa especie de “amalgama de posturas” que representaba su máxima figura, inexorablemente pondrá al descubierto la fragilidad e insostenibilidad de los cimientos teórico-prácticos de esta mal llamada “revolución”.

“Cada proceso enseña algo que necesitamos aprender”.
Charles Dickens

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