Hacer vida en el centro comercial sigue más vigente que nunca en Venezuela, pese a la construcción del «socialismo del siglo XXI» por parte del chavismo, que con una mejor repartición de la renta petrolera creó millones de consumidores y propició una explosión del consumo privado.
En sus 14 años en el poder, el fallecido presidente Hugo Chávez hizo de la lucha contra el consumismo una de sus prioridades, tratando de cambiar los hábitos de un país asentado en el rentismo e influenciado durante décadas por el modelo capitalista de Estados Unidos.
«Los aguinaldos no los tiremos por la borda, gastando y gastando. Gastemos lo necesario y ahorremos todo lo que podamos», dijo Chávez al aprobar en 2011 los bonos navideños para los empleados públicos.
Tras su muerte, el 5 de marzo, su sucesor y candidato presidencial en las elecciones del próximo domingo, Nicolás Maduro, promete librar la misma batalla: «El 14 de abril están en juego dos modelos, el capitalismo explotador o el socialismo liberador», afirma.
Pero las cifras revelan el limitado impacto de los esfuerzos del chavismo: el consumo privado per cápita creció más del 50% entre 1998 y 2012, mientras la llamada economía social representó el año pasado sólo el 6% del PIB, según datos de la firma Econométrica.
«Al redistribuir de forma más justa que ningún otro presidente la renta petrolera, Chávez hizo paradójicamente la revolución del consumo», afirma a la AFP el sociólogo Ignacio Ávalos.
A los venezolanos con mayor poder adquisitivo, se sumaron las clases populares en la costumbre de hacer vida en los centros comerciales, verdaderos hervideros de consumidores en busca de marcas extranjeras de ropa, el último producto «milagro» de belleza o el teléfono inteligente más puntero.
Tildado por Chávez el «reino del derroche», el Sambil de Chacao, un barrio en el este de Caracas, es visitado a diario por unas 80.000 personas, explica a la AFP el director del grupo propietario, Alfredo Cohen Kohn.
Muchos llegan en metro desde las barriadas populares situadas en los cerros de Caracas: son los grandes beneficiarios de las políticas sociales de Chávez, quien, gracias a los altos precios del crudo, aumentó de manera constante el salario mínimo, mejoró las condiciones de los trabajadores más humildes y distribuyó ayudas directas.
Las clases populares «estuvieron deprimidas mucho tiempo y es natural que traten de generar bienestar comprando cosas, aunque sean innecesarias», explica el director de Econométrica, Henkel García.
Pero además, estas capas sociales necesitan protegerse de la inflación, la más alta de la región (20,1% en 2012). A diferencia de las clases altas, que suelen tener una cuenta en divisas en el exterior, los pobres están más sujetos al férreo control de cambio que el gobierno de Chávez instaló en 2003 y necesitan comprar para evitar que su dinero pierda valor.
Los «malls» en el país socialista
Desde 2010, 14 centros comerciales fueron inaugurados en Venezuela, hasta un total de 150 para un país de casi 29 millones de habitantes, una cifra que contrasta con los 119 establecimientos en Argentina, con 40 millones, según el International Council of Shopping Centers.
Pese a la cifra, «la oferta es insuficiente, porque en los últimos cinco años el mercado de los centros comerciales no ha crecido a ritmo natural», afirma Cohen, también presidente de la Cámara Venezolana de Centros Comerciales, Comerciantes y Afines (Cavececo).
Chávez ordenó en 2008 la expropiación de un centro Sambil en Caracas «cuando ya se tenían todos los permisos y estaba a punto de ser inaugurado». «Eso frenó a los empresarios y ahora los centros comerciales existentes están a rebosar», afirma.
Antes de la llegada de Chávez al poder en 1999, estos establecimientos estaban prácticamente reservados a los sectores acomodados, entonces grandes beneficiarios de la riqueza petrolera, si bien ésta ha estado en manos del Estado desde los años 1970.
Sin control de cambio, las clases pudientes eran conocidas como «los nuevos ricos», que viajaban el fin de semana a Miami, donde popularizaron la frase «Está barato, dame dos», recuerda Ávalos.
«Llevamos 70 años diciendo que hay que cambiar la naturaleza rentista, diversificar el aparato productivo», afirma este sociólogo. Pero la tendencia parece ser exactamente la inversa: las exportaciones no petroleras, que eran del 30% antes de la llegada de Chávez al poder, ahora no llegan al 5%.
Para García, el «American way of life» no está tan en peligro por el discurso ideológico chavista, sino por el agotamiento del sistema económico. Para continuar financiando el gasto público y las importaciones de las que Venezuela es altamente dependiente, el gobierno «necesita un precio de barril creciente», pero éste permanece estable desde 2011, alrededor de los 100 dólares.