El candidato opositor, Henrique Capriles, recorre estos días Venezuela buscando romper el estado emotivo en que la muerte de Hugo Chávez sumió al país y desligar su carismática figura de la de su delfín Nicolás Maduro, favorito según los sondeos a las presidenciales del 14 de abril.
El candidato opositor, Henrique Capriles, se moviliza por toda Venezuela buscando romper el estado emotivo en que la muerte de Hugo Chávez sumió al país y tratando de desligar su carismática figura de la de su delfín, Nicolás Maduro, favorito según los sondeos a las presidenciales del 14 de abril.
«Henrique inmediatamente logró de nuevo conectar con la gente», dice a la AFP Ramón José Medina, director de asuntos internacionales de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), un mosaico de diversas formaciones políticas fusionadas en el apoyo a Capriles, aunque con profundas divergencias internas.
La oposición venezolana perdió con Capriles las presidenciales de octubre de 2012 frente a Chávez, y luego sufrió una aplastante derrota en las regionales de diciembre al obtener solo tres de las 23 gobernaciones del país.
Sin embargo, Medina asegura que está «en una situación de mucha más fortaleza» y tiene un liderazgo «mucho más consolidado» que en el pasado.
«Hablamos de una oposición que sigue siendo fuerte a pesar de los 14 años» de gobierno de Chávez. «Es un bloque muy relevante que está manifestando de forma sistemática un rechazo a la forma de hacer política», explica a la AFP el politólogo John Magdaleno, director de la firma de consultores Polity.
Con dos o tres actividades electorales diarias en distintas regiones, Capriles está adaptando a esta corta campaña de diez días el frenético ritmo que imprimió en las últimas presidenciales, cuando sus recorridos «casa por casa» por todo el país levantaron la ilusión de una victoria opositora. Chávez terminó obteniendo 55% de los votos frente a 44% del opositor.
En su segunda apuesta a la presidencia, que le obligó dejar de lado su cargo como gobernador del estado de Miranda (norte), Capriles evita criticar a Chávez y prefiere confrontar directamente a Maduro, presidente encargado tras el fallecimiento de Chávez el 5 de marzo.
Mientras Maduro reitera el lema «Chávez vive, la lucha sigue», en los actos opositores se corea «Nicolás no es Chávez».
Además, Capriles encuadra el debate en los problemas cotidianos de los venezolanos como la inflación, la escasez de alimentos y fármacos, los apagones y la inseguridad en el país, que registró 3.400 homicidios en el primer trimestre según cifras oficiales, destacan analistas.
Para el politólogo Magdaleno, el aspirante opositor intenta además «afirmar la existencia y relevancia» de un sector de venezolanos, superior al 40%, que tienen una identidad y valores distintos a los chavistas, y discrepan sobre la forma de gobernar y la visión futura de este país con las mayores reservas de crudo en el planeta.
«Es una manera de expresar con contundencia que ese modelo no ha calado de manera unánime en la mentalidad y deseos de la población venezolana», coincidió el politólogo Luis Eduardo Buttó.
Aunque los multitudinarios actos en la primera semana de campaña del candidato opositor se confunden con la pasada campaña, algunos de sus colaboradores reconocen que la emoción y las expectativas son mucho menores.
Los sondeos, que dan a Maduro una ventaja de más de 10 puntos sobre Capriles, son incapaces de hacer «una foto fehaciente de la circunstancia» que vive el país, que en un mes se conmovió por la muerte del presidente, observó sus funerales y ahora se encamina a unas elecciones sobrevenidas, apuntó Medina.
Cuando anunció su candidatura hace menos de un mes, Capriles prometió luchar «cueste lo que cueste», aunque confesó que le advirtieron de que se le «está llevando a un matadero».
De hecho, el uso de recursos públicos y los medios de comunicación estatales en la campaña oficialista, unido al estado emotivo que dejó la muerte de Chávez crean un enorme desafío para las filas opositores en estas elecciones presidenciales, las segundas en seis meses.
Maduro, que sirvió seis años como canciller hasta que Chávez lo designó vicepresidente y luego su sucesor, no deja de hacer referencia en sus mítines electorales a su mentor, del que dice es su «hijo» y «apóstol», prometiendo que continuará con su revolución socialista.
«Es una lucha titánica», resumió a la AFP Buttó, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Simón Bolívar, señalando que la oposición necesita que los electores «vayan masivamente a votar».