Ventana abierta
Para recordar: “Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.” (Mateo 26:2)
En artículo anterior ofrecimos contestar: Por qué Jesús no dejó que lo tocara María Magdalena o algún discípulo poco después de resucitar. Y también, entender lo que sucedió en el llamado miércoles santo.
Resaltamos, que Jesús estaba muy consciente del momento de esa semana trágica o dolorosa. Pero, nos vemos obligados a puntualizar varios aspectos:
1) Jesús demuestra que sabía y entendía de la pascua hebrea; fecha donde moría un cordero. Ahora, Él iba a ser ese Cordero que sacrificaban los israelitas cada año.
Hoy, algunas iglesias cristianas, entre ellos los Adventistas del Séptimo Día, celebramos lo que se llama: Santa Cena; incluye el lavamiento de pies y consumir el pan y el vino (en el caso Adventista, generalmente se hace en forma trimestral, pero es el mismo recordatorio: La muerte y resurrección de Cristo, y también se recuerda su Segunda Venida, ver: 1ª Corintios 11:26).
2) No debemos aceptar lo que se llama: Transustanciación; significa que la carne y el vino representan literalmente el cuerpo y la sangre de Cristo. Eso no es bíblico. El comer de la carne y beber del vino es algo simbólico. Nunca ¡Pero nunca! Con alguna bendición humana el pan puede llegar a ser el cuerpo de Cristo o el vino, su sangre. Nada en este mundo, sea pan, o vino de la uva, aunque sea sin fermentar, puede adquirir más valor que Jesús mismo, o se pueda convertir en algo literal o real. Ya que lo anterior, se puede transformar hasta en un ídolo y nada puede sustituir a Dios o, a Jesús. Es más, Él prometió no volver a consumir la Cena hasta no estar con los redimidos en el cielo (ver Mateo 26:29).
3) También, el verso inicial nos enseña que: Jesús anunció su resurrección. Eso es muy importante, como está escrito en Mateo 11:30 y 1ª Corintios 11:26. El Maestro, en dicha Cena, anunciaba su muerte y que se levantaría entre los muertos. Allí se cumplieron profecías como la de: Génesis 3:15; Isaías 53; Daniel 9:25-27 y Mateo 27:40, entre otras.
Esas profecías y el relato de Juan 20, nos lleva de inmediato al domingo que llaman de resurrección, cuando Jesús tenía tres días de fallecido, porque resucitó muy temprano y María Magdalena lo encontró ese primer día de la semana; pero Jesús no permitió que lo tocara; le demostró quién era y le dijo: “No me detengas, porque aún no he subido a mi Padre. Pero ve a mis hermanos y diles: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”.
Entonces María Magdalena fue y dio la noticia a los discípulos de que había visto al Señor, y lo que Él le había dicho. Cristo se levantó de la tumba como “primicia” (1 Corintios 15: 20) y se presentó ante su Padre celestial (Juan 20:17).
Aunque la Biblia habla muy poco de la ascensión de Jesús al cielo ese día domingo, lo hizo en carne y hueso, por ello Jesús le dijo a María que subiría a su Padre, porque era su plan ir y regresar para encontrarse de nuevo con los discípulos. De hecho, cuando Tomás el incrédulo lo vio, le pidió tocarlo y en ese momento sí pudo hacerlo.
En tal sentido Elena de White, dice: “Una nube de ángeles rodeó al Hijo de Dios y ordenó a las puertas eternas que se abrieran para que pudiera entrar el Rey de gloria. Vi que mientras Jesús estaba con esa resplandeciente hueste celestial en presencia de Dios y rodeado por su gloria, no se olvidó de sus discípulos en la tierra sino que recibió potestad de su Padre para regresar y darles poder. Ese mismo día regresó y se manifestó a sus discípulos. Les permitió que lo tocaran porque había ascendido a su Padre y había recibido poder” (Historia de la Redención, cap.30, p.244).
Luego, Lucas escribió que Jesús duró unos cuarenta días rodeado de sus discípulos antes de volver al cielo (ver Hechos 1:4; 8-11).
Todo lo anterior nos hace pensar, que muchas “Semanas Santas” nos quedamos en la tradición pero sin entender más allá de lo que sucedió realmente esa semana: Que Jesús se entregó por todos nosotros y si morimos, habiendo guardado sus mandamientos; habiendo vivido como Él mandó, entonces resucitaremos tal como Él lo hizo y allí, en el cielo, tomaremos la Cena prometida de nuevo con Él.
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