«El tiempo de Dios es perfecto y el tiempo de Dios ya llegará». Así dio por cerrada Henrique Capriles su primera aventura electoral por la presidencia de Venezuela tras perder en las urnas en octubre ante el entonces mandatario Hugo Chávez.
Apertrechado en el central estado Miranda, donde fue reelecto dos meses más tarde como gobernador, el joven político esperó paciente y la muerte de Chávez le dio una nueva oportunidad para arrebatarle el poder al movimiento socialista que creó su contrincante.
Más de 6 millones de venezolanos votaron por «El Flaco» en el 2012, cuando montó una maratónica campaña recorriendo cada rincón del país. En los comicios del 14 de abril deberá enfrentar al presidente interino, Nicolás Maduro, quien se presenta como una continuación de Chávez.
Mucho más experimentado y virulento que antes, el abogado de 40 años está repitiendo la misma fórmula al hacer dos y hasta tres actos diarios dentro de una gira por el país petrolero para intentar aprovechar al máximo el escaso tiempo de campaña.
«íVamos Nicolás! Ponte a hacer campaña y recorre el país, sin cadenas, sin abusar del poder, sin utilizar los recursos de los venezolanos», le dijo Capriles a su contendor criticando el uso indiscriminado de recursos públicos y el abuso de las cadenas de radio y televisión para impulsar su candidatura.
Capriles se define como «progresista» y seguidor del modelo brasileño de libre mercado con acento social.
Pero es tildado por sus críticos como un «burguesito» que se beneficia de la riqueza de sus familiares que poseen un circuito de cines, medios de comunicación y empresas inmobiliarias.
Tiene en común con el fallecido presidente el sueño de ser beisbolista profesional y el haber estado en prisión.
Durante un breve golpe de Estado contra Chávez en el 2002, siendo alcalde de un municipio de Caracas, Capriles participó en un confuso incidente en la embajada cubana que lo llevó a la cárcel por cuatro meses.
Pese a que sus apellidos están asociados al poder empresarial, Capriles ha procurado desmarcarse de esa imagen y sus más cercanos colaboradores lo reconocen como un político cercano que se mueve en moto, juega básquet y atiende personalmente a la gente que lo requiere.
Deportista y soltero, suele recordar que sus abuelos maternos llegaron de Polonia escapando del horror nazi durante la Segunda Guerra Mundial y que empezaron sus negocios con apenas «una maleta de ropa».
Tras recibirse de abogado y cursar estudios superiores en Amsterdam y Nueva York, Capriles se inició muy temprano en la política llegando a ser diputado, alcalde y gobernador.
Fue uno de los fundadores del partido de centro Primero Justicia y hoy conduce el estratégico estado Miranda tras derrotar a dos vicepresidentes de Chávez.
«Ya llevo dos vicepresidentes raspados (derrotados), la tercera es la vencida», dijo recientemente en alusión a Maduro, quien ocupó ese cargo hasta la muerte de Chávez.
CONTRA EL FANTASMA DE CHAVEZ
La nueva carrera de Capriles hacia el sillón presidencial no parece ser más fácil que la primera: nuevamente parte segundo en
las encuestas publicadas desde la muerte de Chávez el 5 de marzo y se enfrenta no sólo a Maduro sino también al fantasma del militar retirado.
En la recta final de su lucha contra el cáncer, el procaz mandatario le pidió a los 8,2 millones de venezolanos que lo reeligieron para gobernar hasta el 2019 que acataran lo que terminó siendo su último designio: votar por Maduro.
En cada discurso de campaña y alocución pública, además de nombrarlo hasta el hartazgo, Maduro aparece siempre delante de una gigantografía con la cara del fallecido presidente y su caligrafía que dice «Maduro desde mi corazón».
Mientras, Capriles intenta desmitificar al «comandante-presidente» y concentra su discurso en los problemas diarios de los venezolanos como el crimen, el déficit de vivienda, la inflación y la escasez de productos básicos.
Llamando a Maduro siempre por su nombre, Capriles busca desnudar sus deficiencias e intentar demostrar cuán lejos está de llenar el molde de Chávez.
El resultado de las últimas elecciones mostró el mayor apoyo a una candidatura opositora durante la era Chávez, pero la poderosa herramienta de los programas sociales de ayuda directa a los pobres creados por el fallecido presidente, y que mantiene a todo vapor Maduro durante la campaña, son un duro rival.
Endureciendo su verbo pero tocando su rosario de madera que cuelga siempre de su cuello, Capriles promete derrotar a los «vagabundos» el 14 de abril.
«Nicolás no le llega ni al tobillo al presidente Chávez», dijo Capriles en una reciente entrevista con Reuters. «Me medí con Cassius Clay. Si me pones otro boxeador, ya es otro juego».