Cilia Flores, de pareja de Maduro a líder del chavismo

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Cilia Flores actúa silenciosa y alerta a la retaguardia de la fuerza política que lidera su pareja, el presidente interino de Venezuela, Nicolás Maduro.

Sobria, su figura crece a medida que se aproximan las elecciones para definir quién se quedará con el poder en el país tras la muerte de Hugo Chávez.

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Ex procuradora de la República, ex diputada, líder del Partido Socialista y siempre parte del círculo más cercano al mandatario fallecido, pocos dudan de que la abogada penalista de 60 años será la operadora política de Maduro, que lidera holgadamente la intención de voto para el 14 de abril.

Su nombre apareció en casi todos los discursos públicos de la precampaña chavista, una fuerza que pondrá en juego cerca de tres lustros de poder mientras aún se debate para tomar decisiones ya sin la voluntad omnímoda del hombre que la creó.

Graduada en la universidad privada Santa María de Caracas, esta seguidora del fallecido líder espiritual Sai Baba se ganó el «cielo chavista» en 1994, cuando logró el indulto de Chávez por su intentona golpista de dos años antes.

Desde entonces, fue una incondicional del «Comandante» hasta el final. En enero, poco antes de la muerte de Chávez, resistió como procuradora las presiones para que se le declarase al mandatario incapacitado, a esa altura tan enfermo que no logró asumir la presidencia que había ganado tres meses antes.

«Tiene un carácter candela pura. Eso que ustedes ven cuando ella era diputada, exactamente así es en la casa. Pero yo me impongo con fuerza. La última palabra siempre la tengo yo, cuando le digo ‘así es mi amor'», ironizó entre risas Maduro al presentarla como miembro clave de su comando de campaña.

En el 2006, luego de seis años como legisladora, se convirtió en la primera mujer a la cabeza del Poder Legislativo, donde relevó a su pareja en un período dominado por el oficialismo debido a que la oposición retiró a todos sus candidatos de los comicios.

Su estilo severo afloró con el crecimiento del grupo de chavistas disidentes en la Asamblea Nacional, manteniendo firme la disciplina y evitando rupturas mayores en el Partido Socialista Unido de Venezuela.

«Ha sido una excelente funcionaria por cumplir las instrucciones del Presidente al pie de la letra. Ella va a ser el brazo fuerte de Maduro, tiene autoridad, don de mando y es una mujer de jugadas silenciosas», dijo un funcionario del Parlamento que trabajó cerca de ella.


DURA Y POLÉMICA

Su recorrido político, al igual que el de Maduro, se cimentó en su lealtad a Chávez y ni siquiera los escándalos que la salpicaron en la Asamblea torcieron su carácter, una marca conocida en el recinto donde trabajó 11 años y era temida por su «mano dura».

Flores fue acusada por la Unión de Trabajadores y Empleados de la Asamblea Nacional de influir en la contratación de 40 personas cercanas a su entorno, incluyendo cuatro hermanos, dos sobrinos, dos primos y su ex esposo, padre de sus dos hijos.

«Aquí ingresó mi familia y yo me siento bien orgullosa de que sean mi familia y los defenderé en esta Asamblea Nacional como trabajadores y defenderé los concursos públicos», contestó sin miramientos, llegando a acusar a los periodistas que publicaron las denuncias de intentar chantajearla.

Tampoco dudó en liderar una iniciativa para que sólo las cámaras de la televisión oficial asistieran a los debates parlamentarios cuando se empezaban a escuchar las voces críticas desde los escaños.

Fue terminante con el orden en el recinto y no le tembló el pulso para neutralizar a la disidencia que generó en las filas oficialistas la orden de Chávez de fusionar todas las fuerzas en un partido único.

«Fuera de orden diputado», le cortó tajante a su antiguo compañero de lucha Ismael García mientras le apagaba el micrófono para silenciar un sonoro reclamo de que esa instancia ya no investigaba los reales problemas del país.

PRIMERA DAMA NO

Flores ha abandonado por estos días su prolijo vestuario de jurista para calzarse botas de campaña y camisetas, recogiendo su cabello bajo una gorra tricolor -como la bandera nacional- y con el emblema «4F» alusivo al golpe fallido que dio Chávez un 4 de febrero de hace 21 años.

«La ultraderecha cree que el Comandante Presidente perdió la batalla de la salud. Nosotros le decimos: se volvieron a equivocar (…) El presidente no murió, se multiplicó, se inmortalizó y ahora está aquí en millones», dijo recientemente ya metida de lleno en la pelea electoral.

Parca y poco afecta a la sobreexposición pública tan característica del chavismo, su labor ha girado casi siempre en torno a temas jurídicos, algo que no le ha impedido disparar con puntería contra los «enemigos del proceso».

Las obligaciones proselitistas llevaron a Maduro a hacerla abandonar su bajo perfil. Y Flores parece haber aceptado que deberá dejar la retaguardia para jugar un rol más protagónico en la difícil construcción de un nuevo chavismo, aún incipiente y difuso.

Maduro la presenta como una mujer nacida en un rancho con piso de tierra en el rural estado Cojedes y criada en un empobrecido barrio del oeste de Caracas, donde muchas veces su familia fue acosada por la policía debido a su incondicional apoyo a Chávez.

«Yo le he dicho a ella que no va a ser primera dama», dijo el presidente interino tras inscribir su candidatura para los comicios, advirtiendo a sus fanáticos que no habrá nada de alcurnia ni copetes.

«Que se prepare para ser la primera combatiente de la patria, la primera patriota, la primera socialista, la primera mujer del pueblo en los barrios, en las calles», aseguró antes de sellar su promesa con un beso.

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