En el marco de la Semana Santa, y conmemorando el calvario de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, el pasado miércoles se realizó la procesión del Nazareno de Los Rastrojos, en la parroquia Sagrada Familia del municipio Palavecino. Acto religioso de larga tradición en la población de Cabudare y el cual atrajo a casi dos mil personas, lo cual denota la creciente fe de más y más feligreses en la imagen milagrosa, al representar la Muerte y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Como es la costumbre todos los años, a las 6:00 de la tarde, el párroco de Los Rastrojos, Bogdan Zalewski, comenzó a oficiar la misa del Miércoles Santo, día en que finaliza el novenario dedicado a Jesús Nazareno. Al terminar la eucaristía el padre dijo: «Te entregamos tu pueblo, para que puedas socorrer a todos en tu rebaño», y en ese momento inició la representación de la primera estación del calvario del Señor Jesús.
Con seis cirios, tres dispuestos a cada lado de la salida del templo de Los Rastrojos, para atraer la luz y la esperanza, los feligreses se dirigieron a la calle, para dar paso a El Nazareno, así como a las imágenes de La Virgen Dolorosa, San Juan y Las Tres Marías. «Todos ellos son seguidos por sus ovejas, los habitantes de la comunidad», señaló Julio Escalona, miembro del consejo comunal de la parroquia José Gregorio Bastidas, quien explicó que los jóvenes que cargan al Nazareno durante la procesión, se preparan desde el año anterior, y en esta ocasión algunos de ellos han venido desde Barinas y San Cristóbal para cumplir sus promesas. «Damos gracias a Dios porque el padre Zalewski nos ha enseñado a peregrinar y a pedirle a nuestro Señor, a quien le rogamos por los párrocos de todas las parroquias del estado Lara», expresó. Comentó que cada año se nota una mayor presencia de feligreses en la tradicional procesión.
En sus 100 años como parroquia, la Sagrada Familia y su templo, santuario del Nazareno de Los Rastrojos, se ha convertido en un punto de atracción para todos aquellos que han sido bendecidos por la fe que manifiestan a Dios y la milagrosa imagen. Muchos de ellos, en muestra de su agradecimiento o cumpliendo promesas hechas a Jesucristo, se visten de Nazareno para marchar junto al Hijo de Dios en la recreación de su vía crucis.
Rezos por el rebaño
También se pudo apreciar a un gran número de personas que portaban velas para hacer sus respectivas peticiones a la imagen milagrosa del Nazareno, mientras lo acompañaban por la avenida El Cementerio y luego hacia la avenida Bolívar, donde la procesión avanzó hasta la cuarta calle. Poco después cruzaron hacia la Aquilino Juares para volver por la segunda calle a la avenida Bolívar, arribando en la primera calle a la Capilla Santa Trinidad, punto donde se le reza al Nazareno para que interceda por su rebaño. La procesión prosiguió hasta avanzadas horas de la noche, con el retorno de la Sagrada Imagen al templo de Los Rastrojos.
Curación milagrosa
Gerardo Brito, quien desde hace cinco años se mudó a Cabudare, aseguró que mientras viva en esta población, seguirá viniendo cada año a la procesión de El Nazareno, pues gracias a las peticiones que le hizo a la Santa Imagen y a la Divina Pastora cuando él enfermó de cáncer en la garganta, se curó del mal que lo afligía tras sólo someterse a dos operaciones quirúrgicas, la primera de 12 horas y la segunda de 6 horas. «Esta es una tradición de 150 años», recordó visiblemente conmovido, acotando que un hombre que no tiene fe en Dios, no es nadie.
Por amor a su hijo
Lizeth González, quien vestía de Nazareno al igual que su joven hijo de sólo 11 años, explicó que no pagaba una promesa, pero que mientras su hijo le pidiera venir a la procesión con el atuendo de la Santa Imagen, lo seguiría haciendo con gusto y mucha fe en el Señor. «Soy oriunda de Boconó, y durante nueve años he venido a la procesión en Los Rastrojos, pues cuando mi hijo tenía sólo dos años, fue afectado por un grave mal, por lo cual su piel empezó a presentar graves quemaduras tras haberle administrado un antibiótico. Por aquella época le doné la imagen de un Nazareno a la iglesia de La Mora, donde entonces vivía, y mi hijo sanó poco después».
