Isaac Chocrón: la vida requisada, fue el título que llegó a manos de la periodista de EL IMPULSO hace aproximadamente dos meses. El hecho tuvo lugar en la Sala Alternativa de la Fundación Juan Carmona. El escritor y poeta José Antonio Yepes Azparren, tuvo la idea de entregarnos el último texto de su primo, Leonardo Azparren Giménez, también barquisimetano y experto en teatro.
El intelectual, radicado en la capital, individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua y correspondiente de la Real Española. Y es que con motivo del Día Internacional del Teatro, no podíamos pasar por alto a tan profundo diagnóstico de las artes escénicas nacionales e internacionales, desde la colonia hasta nuestros días.
-¿Qué lo acercó al teatro?
– A comienzos de 1958, el gobernador Froilán Álvarez Yépez y el secretario de la gobernación, Raúl Azparren, crearon por decreto el Grupo Teatral Lara, bajo la dirección de Carlos Denis. Un día, por curiosidad, entré para ver de qué se trataba y me quedé. Por esos años, en Barquisimeto, el teatro era una ausencia.
-El teatro en Barquisimeto, ¿cómo se da este movimiento en la ciudad, qué lo impulsa?
-Creo que para hablar sobre el teatro en Barquisimeto la persona más autorizada es Ramón Querales. No quisiera cometer la impertinencia de ocupar, sin méritos, su lugar. Sus dos libros sobre el Teatro Juares y sobre el Grupo Teatral Lara son indispensables. En general, el teatro siempre ha tenido amplia presencia a lo largo y ancho del país. Los documentos sobre el período colonial abundan en información al respecto, desde Caracas hasta Barinas, sin excluir las misiones en Guayana.
-¿Qué nos puede decir sobre la historia del teatro en Venezuela, sus años dorados y su debacle?
-La sociedad venezolana y su teatro nunca han tenido buenas relaciones, a pesar de que el teatro está entre nosotros desde 1594, por dar alguna fecha documentada. Nuestro teatro pasó por una etapa de implantación, al igual que otras hechas por los conquistadores y colonizadores. Después, en el siglo XIX, tuvimos la constitución del Teatro Nacional, con casi tres centenas de dramaturgos, hasta llegar a la feliz coincidencia de nuestra democracia en 1958 con el período más creativo desde ese año. Creo que entre 1958 y 1993 tuvimos los mejores años, los de la más brillante dramaturgia y los más memorables montajes. Como ocurre en cualquier parte, estamos en un remanso, muy turbio por cierto porque el teatro de arte ha sido agredido casi brutalmente con el consiguiente decaimiento de la creatividad. El teatro se ha convertido en mercancía, y sabemos que toda mercancía es perecedera.
-¿Qué países influyeron en nuestra historia teatral?
-Todos. Siempre hemos sido dependientes de los grandes centros culturales del mundo. Además, nuestro teatro actual es heredero de una valiosa inmigración de directores y actores, por lo menos desde 1945 con Alberto de Paz y Mateos (español), Jesús Gómez Obregón (mexicano), Juana Sujo (argentina) Romeo Costea (rumano-francés), Horacio Peterson (chileno), Armando Gota (español), Antonio Constante (italiano), Carlos Giménez (argentino), Ugo Ulive (uruguayo) y paremos de contar. Pero, a pesar de esa dependencia, tenemos una vigorosa dramaturgia nacional, uno de nuestros mejores y escasos productos de exportación.
-¿Qué pasó con los grupos y movimientos de teatro de la época de oro?
-Este régimen que nos agobia, el más inculto e ignorante en materia cultural del que tengo memoria, arrinconó al teatro de arte, a grupos como Contrajuego y Theja, los cuales tuvieron que replegarse; otros desaparecieron. No se repetirá lo que fueron el Nuevo Grupo, desaparecido en 1988 por falta de subsidios y Rajatabla, en indetenible decadencia después de la muerte de Carlos Giménez. En Maracaibo implosionó la Sociedad Dramática; en Barcelona sobrevive a duras penas el grupo de Kiddio España; en Valencia y Mérida tenemos situaciones más o menos similares.
-¿Qué rememora de esos primeros festivales de teatro que cobraron vida en nuestra tierra?
-Siempre reivindico la importancia de los festivales nacionales de 1959, 1961 y 1967, supusieron una ruptura que aceleró la consolidación del nuestro teatro venezolano. En ellos adquirieron estatus nacional los autores, actores y directores, además de muchos técnicos, que le dieron fisonomía propia al teatro venezolano en las siguientes tres décadas. En 1968, 1969 y 1970 tuvieron lugar los festivales de teatro de provincia con los mismos efectos.
-¿Los grandes difusores del teatro en Venezuela?
-Cada época ha tenido los suyos. Son innumerables. A partir de 1938, Luis Peraza (Pepe Pito), fue el hombre de teatro más completo que tuvimos en los cuarenta y los cincuenta del siglo pasado. En esos años la Sociedad Amigos del Teatro cumplió un papel muy importante. A partir de 1958, el Ateneo de Caracas fue, en muchos aspectos, la casa del teatro. En Barquisimeto, Carlos Denis no ha recibido todo el reconocimiento que merece. En Valencia, Eduardo Moreno. En Mérida, Ildemaro Mujica. En Maracaibo, Inés Laredo y Enrique León. En Barcelona, Kiddio España. El Nuevo Grupo sigue siendo la más importante institución teatral en la historia de nuestro teatro.
-¿La Santísima Trinidad?
-Los griegos tuvieron la suya: Esquilo, Sófocles y Eurípides. También España: Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. De manera que no es de extrañar que haya otras. En nuestro caso, fue Lorenzo Batallán quien escribió que Román Chalbaud, José Ignacio Cabrujas e Isaac Chocrón son la Santísima Trinidad del teatro venezolano. No le faltó razón. Chalbaud, por su parte, en una de sus travesuras dijo a mediados de los sesenta, que ellos tres eran los mejores dramaturgos venezolanos. Tampoco le faltó razón.
-¿Fortalezas y debilidades del teatro de hoy?
-Ningún país del mundo ha tenido siempre grandes dramaturgos, actores y directores. Siempre hay períodos de descanso. Creo que hoy padecemos una grave crisis de creatividad, en la que el principal responsable es el régimen que nos agobia porque carece de una política seria, incluyente y democrática en material teatral.
-¿Por qué ahora vemos solo monólogos y teatro para entretener?
-Lo más grave es que ese teatro, que yo llamo mercancía, tiene un contenido social que distrae y aliena la sensibilidad del espectador. Sin darse cuenta, apacigua el discernimiento frente a los graves problemas que padecemos. Ese teatro le hace un gran favor al régimen. Es un teatro que destruye el sentido de ciudadanía y pertenencia.
-¿Quiénes mantienen la esencia de hacer buen teatro?
-Poquísimos y esporádicos, casi nómadas. El buen teatro es algo difícil de definir. Reúne un texto con una temática trascendente y una representación en la que la calidad técnica está al servicio de una interpretación creativa. Se trata de un hecho estético en su sentido más elevado.
-¿Nuestro teatro está en crisis?
-Una crisis de creatividad, agravada por la indolencia gubernamental.
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