Abuelos ven con nostalgia cómo se han venido perdiendo valores morales y religiosos en la familia, enaltecidos durante la Semana Mayor, lo que ha derivado en la carencia de espiritualidad.
Unión familiar
Ana Jiménez, una caroreña nacida en 1926 que laboró en Sanidad y vive de su pensión, se dedica a los oficios domésticos, asiste a la iglesia y colabora en el asilo de ancianos San Vicente de Paúl. Expresa que antes, durante la Semana Santa, todas las familias se reunían. Quienes vivían lejos, llegaban a la casa.
“Era mucha la alegría y unión que yo notaba en ese tiempo. Ahora no es igual. Además, quienes se quedaban en casa ayudaban a cocinar para todos”.
Misa y respeto a templo
Jiménez dice que la iglesia permanecía abierta todo el día.
“En la tarde había la misa oficiada de espalda al pueblo en latín y solamente el sermón era en español”.
“Yo invito a mis sobrinas a que vayan a la iglesia y me dicen: ‘tú eres una anciana ¿qué vas a hablar tú? ¡Ah tiempos feos! ¡Que no vuelvan!’, y lo que hacen es burlarse. Pero éramos felices, sin estar yendo a la playa, que yo conocí cuando me casé. Pero ¿cómo se hace?”, se pregunta quedándose pensativa la nonagenaria.
Olindo Escalona es de El Tocuyo. Trabajó en el Central Tocuyo, goza de la pensión y sirve como ministro extraordinario de la comunión en la iglesia San Francisco de Asís. Recuerda el respeto que había por la casa de Dios. Ahora gritan los niños. Antes, el muchacho estaba en máximo silencio y respeto. Ahora, hasta los mayores conversan dentro del templo.
“Hoy día, si el hijo no quiere ir a la iglesia lo dejan tranquilo. Antes lo asustaban con el demonio. Nos decían: ‘¡mira muchacho! ¡anda a la iglesia porque te va a salir el demonio’, o le echaban dos ‘cuerazos’ para que fuera”, agregó.
Viacrucis
Jiménez continúa evocando que el Viacrucis se rezaba todos los días, desde el viernes de Concilio hasta el Viernes Santo.
Domingo de Ramos
Cuenta Escalona que “todos los feligreses llevaban sus ramos, que luego de ser bendecidos por el sacerdote, los conservaban con mucha devoción”.
“La gente los guardaban; cuando había invierno con viento, quemaban un ramo y lo presentaban a Dios. De esta manera, se minimizaba el mal tiempo”.
Otra práctica era llevar las palmas bendecidas a casa y hacían cruces para colocar detrás de la puerta. Hoy todavía se hace.
Miércoles Santo
Ana también rememora que “se hacía un culto muy hermoso a Jesús de Nazaret”.
Olindo Escalona se suma a esta remembranza señalando que iba mucha gente a la iglesia a pagar sus promesas.
“Recuerdo a un tío que tomaba demasiado y la familia le hizo una promesa al Nazareno; con la fe puesta en el Señor. Nunca más bebió.”
Procesiones
En las procesiones algunos se vestían con una túnica, con el objetivo de pagar sus promesas.
Santo Rosario
Se rezaba todos los días en las procesiones y en la iglesia antes de la misa.
Costumbres de jueves y viernes santos
La gente no se bañaba, ni barría, tampoco iba a la playa porque había la ingenuidad de quien se bañaba se convertía en pescado. Salían sólo para cumplir con los actos litúrgicos. Las familias se reunían en la casa con los vecinos para compartir, no se podía silbar ni cantar.
Había la creencia de que no se podía pisar duro porque se profanaba el cuerpo de Cristo. Durante estos días no se consumían licores y los bares permanecían cerrados. La gente era muy respetuosa, tanto así que hablaban en tono bajo.
Visita a los siete templos
Cuenta Ana que “en mi carro íbamos familiares y amigas, pero cuando vi que mis sobrinas comían chucherías y andaban con bochinche, aplacé la visita”.
Sábado en la noche
Reventaban cohetes a las 10:00 p.m. para celebrar la misa de la Vigilia Pascual, a eso de las 11:00 p.m. En ella había una gran alegría porque se comenzaba a celebrar la resurrección de Jesucristo.
Vestido
Jiménez manifiesta que las mujeres, para ir a los actos litúrgicos de la Semana Mayor, usaban trajes con mangas hasta la muñeca. Escalona recordó que llegaban hasta el talón.
“Los hombres vestían con la mejor ropa que tenían”.
Dice Laura Piedra, nacida de Agua de Obispo, estado Trujillo, en 1954; y quien trabajó en el CNE y participa de la misa en cualquier iglesia, que las mujeres iban con velo blanco o negro.
Comida
Ana comenta que “quedaba prohibido comer carne roja, sólo pescado, sobre todo los miércoles, jueves y viernes. Se comían muchos granos como los garbanzos. Además se hacían dulces de coco.
Piedra agrega que en Agua de Obispo existía la costumbre de comer demasiado, sobre todo dulces como la mazamorra, cabello de ángel y buñuelos.
Escalona añade que, desde su niñez hasta su adolescencia, le decían en su casa: “Hoy vamos a comer pescado, caraotas chivatas, garbanzos o quinchonchos, porque estamos en Semana Santa. Además, bendecían la comida. Estas costumbres yo las asumí y enseñé a mis hijos.”
Los tiempos han cambiado
Respecto a todas estas prácticas socioreligiosas, que se vivían en la Semana Mayor, los entrevistados coinciden en que los tiempos cambiaron y ha minimizado la preocupación por la vida espiritual.
Ana Jiménez no se explica cómo sus sobrinos fueron formados en la fe, pero ahora no están pendientes de guiar a sus hijos. Por ello, ve con preocupación esta realidad porque se están viendo sus consecuencias en la familia y en la sociedad. Pero ella es optimista y sabe que hay muchos jóvenes que están evangelizando y trabajando por la paz en el país.
-Ana, ¿cuál es su recomendación para vivir con calidad espiritual la Semana Mayor?
-Unirnos más en los templos y cumplir con las actividades religiosas, con las ofrendas y limosnas para practicar la caridad. Yo le pido a los católicos cumplir con lo que manda la Iglesia que es el recogimiento.
De acuerdo a lo expuesto por los abuelos, es necesario que la sociedad viva en profundidad los valores de fe y sean fortalecidos a través de la asistencia a las celebraciones de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Estos son un estímulo para vivir en la verdad, la justicia, el perdón, el respeto y la reconciliación, valores necesarios que indican el camino a seguir para lograr el la paz personal y el bien común.