Capriles lanza frenética campaña, ¿será suficiente?

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Apenas sale de su autobús, el candidato presidencial Henrique Capriles es engullido por una turba de emocionadas mujeres que sortean a los guardaespaldas del líder opositor venezolano para poder tocarlo, abrazarlo y llevarse una foto con él.

La mayoría de sus fanáticos son jóvenes y han esperado horas bajo el sol para verlo. Capriles sonríe, saluda a sus  seguidores con su brazo en alto y se abre paso hasta el escenario dispuesto para él, desatando el delirio de la multitud. Entre gritos se oye «cásate conmigo, flaquito!».

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«Más que un político, parece toda una estrella de rock», dijo Eugenia Díaz, estudiante de leyes de 19 años, mientras agita un cartel en forma de corazón con la leyenda «te amo Henrique» durante un acto en una cancha de básquetbol en la oriental ciudad de Maturín.

Al igual que en la campaña electoral del 2012, en la que Capriles fue derrotado por el desaparecido Hugo Chávez, el joven y enérgico líder opositor estira todos los días que queda hasta los comicios del 14 de abril recorriendo cada rincón de la nación sudamericana.

Sin embargo, pese a la euforia que desata, el gobernador de 40 años nuevamente luce en desventaja contra su rival, el presidente interino Nicolás Maduro y heredero político de Chávez.

Tres encuestas presentadas a principios de marzo daban a Maduro, a quien Chávez nombró como su sucesor antes de morir de cáncer el 5 de marzo, una considerable ventaja que va de 14,5 a 21 puntos porcentuales en la intención de voto.

Pero ni Capriles ni los estrategas y asesores de más de 30 organizaciones políticas que conforman la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) subestiman la gigantesca tarea.

«Hay una posibilidad de ganar, aunque tengo todo en contra», dijo Capriles a Reuters mostrándose entusiasmado, aunque realista, tras una caravana por el estado de Bolívar, al sur del país, donde sus seguidores hasta le arrancaron los botones de la camisa.

 A la caza de «Nicolás»

Maduro, de 50 años, no solo tiene a su favor el haber sido designado por Chávez en el último discurso antes de morir, también cuenta con el poder del Estado y su músculo financiero para la campaña.

Esto, por ejemplo, lo permite aparecer cuando quiere en cadena nacional de radio y televisión, algo que sus detractores consideran un evidente abuso de poder.

Además de beneficiarse de la emoción que aún envuelve al país caribeño por la muerte de Chávez, Maduro también saca provecho de la incondicionalidad generada entre los pobres que se han beneficiado de las «misiones», los planes de asistencia social directa impulsados por su antiguo jefe durante sus 14 años de Gobierno.

Los críticos del ex canciller señalan que tras bastidores recibe el apoyo del gobierno comunista de Cuba, donde Chávez fue atendido durante toda su enfermedad bajo un fuerte hermetismo.

«Luchamos contra un presidente que es candidato, contra todos los dólares del petróleo, contra los poderes públicos, contra el gobierno cubano y, por supuesto, contra el mito que quieren generar en la figura de Chávez», se quejó Carlos Ocariz, jefe de campaña de Capriles.

A pesar de que la campaña es corta, Capriles utiliza la misma estrategia física del 2012 con una demoledora agenda de viajes que incluye dos estados por día y mezcla actos con entrevistas y reuniones comunitarias y políticas.

Sin embargo, el otrora conciliador político ha agregado un confrontacional tono a su discurso.

En cada oportunidad, Capriles desafía a Maduro, refiriéndose a él solamente como «Nicolás» y tratando de dibujarlo como un títere de Cuba que intenta imitar a Chávez.

Una de sus burlas es la adaptación de un irónico dicho venezolano «Nicolás, no te vistas que no vas», frase que se ha convertido un coro en sus actos de campaña.

Maduro, quien se define como un «apóstol» de Chávez y repetidamente menciona a su líder durante las concentraciones, ha intentado responderle a Capriles en el mismo terreno.

«De cada 10 palabras, él me nombra a mi nueve veces. Tiene una obsesión conmigo», dijo Maduro durante un acto en el estado Zulia. Incluso invitó a sus seguidores a ensayar el «baile de Nicolás» con el que ridiculiza a Capriles.

¿Cómo vencer a un fantasma?

Más allá de la retórica, Capriles busca presentar una visión radicalmente diferente de gobierno al socialismo que practicó Chávez y que Maduro juró continuar.

El joven gobernador se ve como un político de centro que admira el modelo brasileño de libre mercado con sólidas estrategias de bienestar social y que busca poner fin a la aguda polarización del país y la nacionalización de la economía.

Eso sí, promete mantener lo mejor de los proyectos que aplicó Chávez para combatir la pobreza.

Capriles busca eliminar el trato preferencial que Chávez le dedicó a países aliados como Irán, Bielorrusia, Siria y Cuba, buscando en cambio fortalecer las relaciones con los vecinos latinoamericanos y naciones «democráticas».

En Maturín, Capriles fue precedido en el escenario por residentes que plantearon diversas quejas, desde la falta de papel higiénico en las tiendas hasta lo que consideran una injusta distribución de los ingresos petroleros.

Además de atacar a Maduro, la campaña de la oposición busca presentarse como la única fuerza política con la voluntad de hacer frente a los innumerables problemas diarios venezolanos.

«¿De qué nos sirve tener las reservas petroleras más grandes del mundo si hay gente que todavía vive en casas con piso de tierra?», preguntó Capriles en una tradicional zona petrolera.

Mientras la campaña intenta nuevamente atraer a los indecisos, la participación puede ser un factor crucial.

Los partidarios de la oposición todavía se lamen las heridas de la doble derrota que sufrieron el año pasado: perder las elecciones frente a Chávez y luego ser aplastados en las regionales, donde apenas alcanzaron 3 de las 23 gobernaciones.

Por eso es que el primer desafío de Capriles será conseguir que vuelvan participar los 6,6 millones de personas que votaron por él en las presidenciales de octubre.

El candidato logró el 44 por ciento de los sufragios en los comicios, que tuvieron una asistencia récord del 80 por ciento.

La oposición también espera que al menos una parte del oficialismo se plantee la pregunta de si Maduro puede calzarse las botas de Chávez, lo que podría conducir a una menor asistencia de ese grupo a la urnas.

«El mayor reto de Capriles es vencer la apatía y el sentimiento de que no hay nada que hacer para cambiar el resultado esperado», sostuvo el analista local Luis Vicente León, director de la respetada encuestadora Datanálisis.

Dondequiera que Capriles va, es imposible evitar la influencia de Chávez, cuya imagen y nombre parecen haberse multiplicado después de su muerte.

En Maturín se podía ver el omnipresente grafitti de la firma de Chávez hasta en los andamios del escenario de Capriles. En una pared cercana se leía la frase «Chávez vive, la revolución sigue», todavía en pintura fresca.

«Esta es una campaña dura y surreal», reflexionó un asistente de Capriles. «¿Cómo le ganas a un fantasma?», añadió.

Foto: Archivo

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