La clase media tiene el mayor potencial para integrar a los venezolanos

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Mientras que en las cúpulas del chavismo y la oposición se ve una abierta voluntad de confrontación constante, sobre todo ante la coyuntura electoral, el economista Werner Corrales, exministro de Planificación, observa en las bases de ambas corrientes políticas ganas de apostar por la reconciliación del país, como una oportunidad clara para combatir los males de la pobreza y la exclusión.

Este anhelo puede hacerse realidad con un compromiso, un pacto o una negociación, donde participen todos los factores de la sociedad venezolana, cuyo interés sea acabar con la crisis.
“Si no nos ponemos de acuerdo en qué tipo de país queremos, no vamos a salir de esta crisis que en realidad tiene treinta y cinco años y no catorce, como se cree. Venezuela ha perdido muchas oportunidades por no haber decidido asumir esos caminos, esas ideas básicas”, expone.

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El primer paso para la reconciliación, a juicio del también especialista en Economía de Desarrollo, debe ser dado por la clase media del país, como sector promotor de las iniciativas de cooperación y solidaridad social a través de la formación de capacidades. Con esta iniciativa, además de la integración, se lograría acabar con la división y polarización que considera ha promovido el Gobierno Nacional en los últimos años, con el mensaje de que la oposición democrática es un sector que odia y desprecia al pueblo.

“La clase media puede demostrar que eso no es cierto y debe hacerlo. No se trata de puro hablar, o dar dinero para una obra social, sino involucrarse en una verdadera cooperación con los grupos populares”.

Asegura que uno de los mayores ejemplos de cooperación se encuentra en el movimiento cooperativista del estado Lara, con resultados tan impresionantes que hacen a este movimiento objeto de estudio en toda América Latina. El fin último es demostrar que a través del trabajo conjunto, sin importar cómo se piense políticamente, se puede entrar en la senda del desarrollo sobre la base de la cooperación, en lugar de la confrontación constante, la cual resalta Corrales no ha dado resultados en ninguna parte.

“Venezuela va donde nosotros decidamos llevarla, incluso si el Gobierno tiene todo el poder que dice ostentar. Si la sociedad venezolana decide que el rumbo es uno, nada lo puede torcer. Hay unas cuantas ideas que son claras y son compartidas, tanto por gente que ha apoyado el proceso chavista, como por personas que lo han adversado, hacia las cuales podemos llevar al país”, expresa.

-¿Puede la clase media tener poder? A lo largo de estos años, hemos visto que ha sido el sector más golpeado por la situación de la economía y las decisiones del Gobierno.
-A la clase media no la definiría por el poder adquisitivo, sino por el capital humano que ha logrado formar, gente que en general es capaz de identificar que la solución es formar capacidades y entender que si se comparte lo que se tiene, se puede contribuir a que haya oportunidades para todos. En Venezuela, nuestra crisis se debe a que, a mediados de los años 70 y finales de los 80, Venezuela pasó a tener 23% de sus familias en situación de pobreza a 70%. Ahí la clase media cometió un pecado de omisión, al decidir buscar sus oportunidades por otro lado, y decirle a sus hijos que no se metieran en política porque era sucia. Eso hizo que se fuese perdiendo cada vez más el interés solidario por lo público, mientras que la clase media se refugió en hacer su propio futuro y de sus hijos. Ahora, cuando la clase media se ve con su capacidad de consumo y mejora reducida en gran medida, sufre las consecuencias de su propia ceguera cuando abandonó a la sociedad como conjunto. Después de tantos golpes sufridos, empieza en ella a nacer ese rol de promotor del cambio social y la equidad. Tener una visión compartida de país y poner en marcha una cantidad de iniciativas de cooperación es la clase media. ¿Quién hizo la revolución francesa? Era un grupo de ciudadanos que no tenían los privilegios de la clase alta sino un mínimo de formación educativa y social. Igual pasó con los bolcheviques en Rusia, porque el cambio social no se hace promoviendo la confrontación sino la cooperación.
-¿A través de qué vías puede hacerse realidad este cambio?
-Por ejemplo, cooperar para que haya una educación de calidad accesible a los muchachos de los barrios. Hay muchísimos colegios privados que podrían incorporarse a ofrecer matrículas gratis, o a costos muy bajos. Eso es un llamado que estamos haciendo desde el grupo La Venezuela que Queremos Todos a organizaciones como la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC).

Se trata de la cooperación para desarrollar capacidades y no para seguir manteniendo una dádiva a cambio de votos, porque esa manipulación no lleva a la liberación de los sectores populares. Los médicos pueden dar parte de su tiempo para que haya un mejor servicio de salud para los grupos populares ¿Por qué la misión Barrio Adentro ha sido un éxito? Porque habiendo tanto médico en Venezuela, pudiese haberse dado una generalización mayor de trabajo de cooperación.

Hay una cantidad de iniciativas de las cuales la gente conoce muy poco, como las de despistaje de sida y atención a los infectados con el VIH. Lo hacen médicos prestigiosos que cobran cifras irrisorias, por ejemplo, una consulta que en una institución privada puede salir en trescientos bolívares, la cobran en sesenta y de eso la mitad va al mantenimiento de la iniciativa.

“Todas estas cosas tienen en común crear capacidades, capital humano y capital económico. Hay una iniciativa llamada Movimiento por la Defensa del Patrimonio Familiar, que está dirigida a formar y ayudar a elevar la productividad de los emprendedores populares. Ya funciona en seis estados y estamos tratando de ampliarla, para ayudar a quien tenga un pequeño taller con miras a que pueda producir más, generar empleos estables para ayudar a la comunidad. Lo fundamental no es que den dinero, porque eso es una forma fácil de evadir la responsabilidad, sino que nos veamos los venezolanos cooperando, hombro a hombro, para ayudar a quienes han tenido pocas oportunidades”.

-¿Y para el capital político?
-Una de las capacidades de la sociedad es la generación de capital político. Uno de los mayores pecados cometidos en los últimos 35 años es el uso populista de la renta petrolera, como una dádiva que han dado los gobiernos a cambio de lealtad política. Al quitarle el capital político a la gente, le anulas su capacidad para influir en el cambio social. Cuando en la segunda mitad de la democracia (años 80 y 90) se hacía eso, se anulaba la capacidad de los venezolanos para el cambio social y, ahora, cuando el actual Gobierno lo hace en mayor profundidad, acaba con las capacidades de los desfavorecidos. Ellos conciben el cambio como un cambio desde arriba, no un cambio donde participe la gente.

-En el venezolano sigue impuesta la idea de que el “papá Estado” tiene que resolver todas las necesidades.
-Hay que cambiar la manera cómo los partidos políticos llegan al poder para seguir reproduciendo el modelo que han criticado antes. El principal obstáculo para el cambio es el patrón cultural que el populismo rentista ha generado, sobre todo en estos últimos años, cuando ha sido terrible porque mucha gente dice: “Este es un país rico, a mí me toca un pedazo de esa riqueza ¡Dénmela!”. Lo que se había sembrado en los primeros veinte años de la democracia, que era la concepción de un país donde todos debían crear oportunidades para todos, desapareció.

Años de más esplendor
A juicio de Werner Corrales, los años más brillantes de toda la historia de Venezuela son las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, ya que cuando Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) salió del poder, apenas el 9% de la masa trabajadora del país había completado la educación primaria.

Veinte años después ya era el 70%. Había apenas cuatro universidades al irse el dictador y llegaron a sesenta en los años de la democracia. En términos económicos, son esos los años en los que se abren las oportunidades de financiamiento para cualquier emprendedor y se pasa de producir apenas el 12 % de los bienes manufacturados de consumo a casi un 80%.

Los logros en formación de capital económico y humano son evidentes. La esperanza de vida en la época de Pérez Jiménez era de 57 años y pasó a ser de 68 en la democracia. Pero por errores cometidos en los años 70, la renta se usa es para elevar salarios que son consumidos casi de inmediato por la inflación, un círculo vicioso del cual no hemos salido, porque se dejó incluso de construir infraestructuras importantes. Se hizo a un lado la importancia por la buena educación. Se ha masificado, cosa que se debe reconocer es buena, pero a costa de la calidad.

“La diferencia entre los veinte años más brillantes de la historia y los 35 que llevamos de caída es el uso de la renta en creación de capacidades en principio, pero luego para cubrir huecos y exigir lealtad política. Tengo la esperanza en los jóvenes que están entrando a la política, en su formación para que la conciban no como un simple marketing electoral para ganar elecciones, porque la política, en un país con 60% de pobres, no puede tener otro objetivo que el cambio social. Es una labor que lleva años, pero mientras más tarde la arranquemos, menor posibilidad vamos a tener del cambio en la sociedad venezolana”.

 

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