#Opinión: La silla de Miraflores Autor: Exequíades Chirinos

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Por el solo hecho de ser el candidato anunciado, se quiere atornillar en la Silla de Miraflores, pretensión que necesariamente pasa por conocer sus facultades y cotejarlas en el terreno de la verdad y la mentira; de la ambición y el poder; de la dictablanda y la dictadura.
En fin, ¿cuáles son esas facultades, esos atributos supuestamente merecedores para aspirar a gobernar una nación como Venezuela? Es la gran pregunta sobre la cual, hasta ahora, sólo existe una misma respuesta para todo que proviene del campo de la Literatura: haber sido una especie de Tácito de La Canal, el personaje de La Silla del Águila, de Carlos Fuentes, extraordinario escritor latinoamericano, quien con suma agudeza y maestría retrató “al hombre que inventó el servilismo”, según palabras de “Séneca” a María del Rosario Galván.
Tácito de la Canal es el jefe del Gabinete del presidente Lorenzo Terán cuya ambición es sustituir al mandatario nacional, ser el ungido, usando para ello toda una estrategia basada en la hipocresía y la adulación para poder sentarse en La Silla del Águila (México), semejante a La Silla de Miraflores.
Carlos Fuentes lo describe como el hombre que “controla el acceso a la Oficina del Ejecutivo (del Presidente)”, como en la actualidad aquel controló el acceso al Presidente venezolano enfermo, al extremo de que nunca nadie lo vio llegar agonizante desde Cuba porque prohibieron fotografías, videos y visitas al enfermo.
En una de las cartas de Nicolás Valdivia a María del Rosario Galván, habla del rechazo que siente hacia Tácito de La Canal: “Me repugna la obsequiosidad del licenciado De La Canal, la manera como se inclina ante el Presidente, su posición perpetua al lado del Jefe…” para rematar en la bajeza del servilismo político como estrategia para ser mandatario nacional.
Además de servil, María del Rosario Galván afirma que Tácito es cruel y en Venezuela es fácil entender la crueldad a partir de la negación de medidas humanitarias para los presos políticos confinados a vivir encerrados en condiciones infrahumanas similares a la tortura. Afiuni, Simonovis, entre otros.
“Es zalamero con los de arriba y abusivo con los de abajo”, lo retrata María del Rosario Galván, tal como ha sucedido en Venezuela con las zalamerías de regalo de dinero a manos llenas a Cuba, Nicaragua y Ecuador; y excelentes negocios para Irán, Bielorrusia, China, Rusia y hasta España, mientras que los abusos a los venezolanos son las expropiaciones, y la negación de repartir e invertir la riqueza petrolera en el país.
Con esa extraordinaria capacidad de dominar el idioma español, Carlos Fuentes resalta a través de unos de los personajes (Bernal Herrera) la posibilidad de que “al más inepto de los miembros del Gabinete (y mira que abundan) le haces sentirse un Aristóteles hermanado con Bonaparte”.
Pero en Venezuela, más que sentirse esa combinación de Aristóteles con Bonaparte o creerse “hijo” del Presidente fallecido, hacen falta cualidades para gobernar el país, para ganarse la Silla de Miraflores.

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