Si los empresarios brasileños votaran en las próximas elecciones en Venezuela, lo harían por Nicolás Maduro.
Y no es que compartan la retórica anticapitalista del heredero político de Hugo Chávez, quien murió de cáncer el mes pasado. En absoluto.
Lo que esperan es que el candidato oficialista mantenga los jugosos contratos de obras públicas y provisión de alimentos firmados al calor de la buena sintonía de Chávez con el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su sucesora Dilma Rousseff.
Durante la última década las exportaciones brasileñas a Venezuela se dispararon un 533 por ciento hasta 5.056 millones de dólares, convirtiendo a la nación petrolera en el segundo mayor mercado latinoamericano de Brasil después de Argentina.
Además, los economistas calculan que las inversiones brasileñas en Venezuela rondan en realidad los 20.000 millones de dólares, o tres veces más que en México, la segunda economía de América Latina.
Venezuela, que importa un 70 por ciento de sus alimentos, se transformó, por ejemplo, en el tercer mayor consumidor de carne brasileña y un importante comprador de pollo.
«Si gana Maduro, los programas de (importación de) alimentos difícilmente sufrirán alteraciones», dijo el presidente de la Asociación Brasileña de las Industrias Exportadoras de Carne, Antonio Jorge Camardelli.
«No vemos nada que vaya a afectar la continuidad de los negocios», añadió el empresario, quien igual que otros ejecutivos brasileños entrevistados dijo no tener preferencias políticas
Y eso no es todo. Las principales obras de infraestructura realizadas durante los 14 años de Gobierno de Chávez, desde la ampliación del Metro de Caracas hasta puentes sobre el río Orinoco que parte a Venezuela en dos, corrieron por cuenta de constructoras brasileñas como Odebrecht.
Las encuestas para las elecciones del 14 de abril de las que saldrá el sucesor de Chávez deberían tranquilizar a los brasileños. Un sondeo independiente dio esta semana a Maduro una ventaja de 14,4 puntos porcentuales sobre su rival Henrique Capriles.
Maduro tiene otro punto a su favor: fue ministro de Relaciones Exteriores de Chávez y es por lo tanto conocido en los círculos políticos y empresariales brasileños.
«Su elección es vista por muchos como favorable a la presencia brasileña en Venezuela», dijo el economista Pedro Silva Barros, representante del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (Ipea) brasileño en Caracas. «Las empresas trabajan con ese escenario», agregó.
BRASILEÑOS BLINDADOS
La relación privilegiada de Chávez con Lula y Rousseff protegió a los empresarios brasileños de las nacionalizaciones, los controles de cambio y trabas para repatriar utilidades que ahuyentaron a otros competidores.
Y si bien el riesgo político existe, está atenuado por la legitimidad internacional que Brasil ofreció a la «revolución socialista» de Chávez, que Maduro promete ahora continuar.
Los productos brasileños fueron llenando así el vacío dejado en las estanterías de los supermercados venezolanos por otros de países como Estados Unidos y Colombia. La importación venezolana de carne de Brasil, por ejemplo, subió un 19 por ciento en el 2012 hasta un récord de 448 millones de dólares.
«Tenemos una buena relación con Venezuela y la muerte de Chávez no debe perjudicar los negocios», dijo el director de mercados de la Unión Brasileña de Avicultura, Ricardo Santin.
Y la misma confianza expresan las constructoras brasileñas, que encontraron una mina de oro en el déficit de infraestructura de la nación miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Odebrecht, con 8.000 empleados en Venezuela, ejecutó ya una decena de importantes obras y trabaja actualmente en nueve más, entre ellas una hidroeléctrica de 2.160 megavatios (MW) en la Amazonia.
Su presencia es tan fuerte que Chávez llegó un día a bromear que había intentado «convertir» al presidente de la empresa al socialismo.
Andrade Gutierrez, otra constructora brasileña, tiene en Venezuela su mayor proyecto en América Latina: la Siderúrgica Nacional presupuestada en 3.800 millones de dólares.
La apuesta de los empresarios brasileños por un mercado que sus competidores consideran hostil tiene otra explicación: el paracaídas del estatal Banco Nacional de Desarrollo Social, que absorbe parte del riesgo político mediante el financiamiento de exportaciones e inversiones.
NEGOCIOS EN EL AIRE
La muerte de Chávez, sin embargo, genera incertidumbre para algunos negocios aún no cerrados.
Durante su última visita a Brasil en julio del 2012, Chávez compró por ejemplo seis aviones regionales Embraer E-190 para la aerolínea estatal Conviasa por 271 millones de dólares.
Pero la opción de compra de 14 aviones más, un negocio de 630 millones de dólares para la brasileña Embraer, está todavía en el aire.
«Este es un año electoral y podría tener cierto impacto. Algunas grandes compras podrían ser postergadas», dijo Barros, del Ipea. «Pero el comercio seguirá creciendo significativamente en los próximos años», agregó.
Otros proyectos más ambiciosos de integración productiva nunca despegaron del papel y corren ahora el riesgo de quedar en el limbo.
El mejor ejemplo es la refinería Abreu e Lima en la ciudad brasileña de Recife, una asociación lanzada en el 2005 por Chávez y Lula como símbolo de su alianza estratégica.
Ocho años después, la petrolera estatal venezolana PDVSA
aún no aportó un 40 por ciento del financiamiento pactado y la brasileña Petrobras perdió la paciencia y ya construyó por su cuenta un 70 por ciento del proyecto, que rebautizó simplemente como Refinaria do Nordeste.
Los empresarios brasileños no dudan que de ser elegido, Maduro mantendrá el rumbo marcado por Chávez. Pero algunos lo ven como un líder con poco carisma para llevar la relación al siguiente nivel.
«Las empresas brasileñas están pendientes de lo que ocurre en Venezuela», dijo José Augusto de Castro, presidente de la Asociación Brasileña de Comercio Exterior.
«Si uno piensa en los resultados económicos, una victoria de Maduro sería teóricamente más interesante para Brasil», añadió.