En la periferia de Roma, exactamente en el sector suroeste de la ciudad eterna, existe un populoso barrio llamado Tiburtino. Es un barrio muy pobre, grande, que ha crecido en medio de dificultades ambientales, poca salubridad y mucha promiscuidad, todo lo cual fue en una época, caldo de cultivo para que el otrora fuerte partido comunista italiano, lo considerara su bastión y lo fue durante muchos años. Era casi imposible llevar la fe cristiana a aquel barrio. Cuando el papa Pío XII cumplió ochenta años, recibió de diversas partes del mundo, valiosos regalos en bienes y en dinero,y el señalado pontífice, muy injustamente criticado durante la segunda guerra mundial, decidió donar íntegramente, para atender, precisamente, las necesidades del barrio Tiburtino. Su idea era ayudar aunque no tenía un proyecto concreto elaborado, estaba más bien consultando con diversas personas e instituciones acerca de lo que sería bueno hacer allí, cuando le sobrevino una grave enfermedad y la muerte.
A Pío XII lo sucedió el recordado papa Juan XXIII, quien al enterarse de los planes de su antecesorcon respecto al barrio Tiburtino, llamó a su amigo monseñor Josemaría Escrivá, fundador y primer presidente del Opus Dei, hoy ya canonizado, y le pidió que fuera esta institución la que se encargara de elaborar y ejecutar un proyecto de gran alcance social para el barrio Tiburtino, sobre todo para las familias y la juventud de aquel barrio. No fue fácil, a pesar de los recursos que la Santa Sede ponía a disposición. El ambiente era hostil, el comunismo italiano obstaculizó y casi impidió aquel proyecto, pero el tesón y sin duda, la santidad de vida de Escrivá, produjeron lacreación de un desarrollo educacional que hoy goza de un gran prestigio y es altamente valorado en toda Europa. Se fundó en aquel barrio pobrísimo el Centro Elis, que significa Educazione, Lavoro, Istruzione, Sport. En ese Centro se educa a las personas para el trabajo, se proporciona la profesionalización en actividades que le permitan a los jóvenes salir en poco tiempo a un mercado de trabajo por la necesidad que tienen de ganarse pronto la vida. Allí se enseña orfebrería, plomería, carpintería, electricidad, hotelería, pintura, música, entrenamiento deportivo y hoy se ha sumado la enseñanza de todo lo que ha significado el avance de la tecnología. Debe agregarse que todo eso va acompañado con una profunda formación humana y cristiana que ha subido el tono moral de aquella barriada, sintiéndose hoy las familias comprometidas con la formación profesional y cristiana de sus hijos. Se ha hecho una labor apostólica inmensa que ha transformado la realidad social del Tiburtino.
Después de una hostilidad inicial, las familias consideran en este momento el Centro Eliscomo de ellas y lo defienden y cuidan con esmero. El Centro fue inaugurado por el papa Pablo VI el día 21 de noviembre de 1965. Dijo el Papa Montini aquel día que el Centro Elises un signo de “la perenne juventud de la Iglesia”, capaz de renovarse desde sus propias entrañas, a pesar de la maldad externa e interna que la acecha.Esa expresión de Pablo VI, “la perenne juventud de la Iglesia”, me vino a la memoria el pasado miércoles 13 de marzo, cuando vi salir al balcón de la Loggia de la Basílica de san Pedro, al nuevo Papa, Francisco I. Me produjo una gran emoción ver un latinoamericano investido de la dignidad pontificia, pero además, me emocionó su humildad, su sencillez, su deseo de vivir la pobreza y la opción preferencial por los pobres. Por eso eligió el nombre de san Francisco de Asís, ilpoverello de Assisi, el santo pobre, que dejó la comodidad de su riqueza familiar para ir a predicar a los más pobres la belleza del Evangelio, cuyo mensaje es siempre nuevo. En los últimos tiempos, siempre ha sido así en realidad, la Iglesia ha sido perseguida, vilipendiada, difamada y expuesta a las peores infamias. Muchas veces los motivos han venido de la traición de sus propios hijos, otras veces ha sido el deseo de sus enemigos de siempre de acabarla, pero como su origen es divino y su mensaje es eterno, no tiene edad, en cada circunstancia en que parecía acabada, la Iglesia reaparece con su perenne juventud. Eso ha ocurrido con la elección del Papa Francisco. Un rostro amable, sereno, humilde, cercano a todos, en definitiva santo. Ante la pregunta de qué debe cambiar en la Iglesia, el nuevo Papa ha dicho: “Siempre hay cosas que cambiar. Pensar que podemos ser más santos todos. Ante la santidad, siempre hay que meterle, no hay que parar”. Bienvenido Papa Francisco.
#Opinión: “Perrenne juventud de la Iglesia” Autor: Joel Rodríguez Ramos
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