Muchos pensarán que en estas líneas escribiré sobre el viejo chiste de las monjas y la violación, pero no es a eso a lo que me referiré.
Normalmente hablamos de violación cuando estamos frente al crimen que se produce cuando una persona tiene contacto sexual con otra, mediante el empleo de violencias físicas o psicológicas o mediante el uso de mecanismos que anulen el consentimiento.
También se habla de violación cuando la víctima no puede dar su aquiescencia, como en los casos de incapaces mentales, menores de edad, o personas que se encuentran en estado de inconsciencia.
El Código de Hamurabbi castigaba duramente este delito. En el antiguo Egipto la pena era la castración del atacante. La tradición dice que la violación de Lucrecia fue el punto final de la época monárquica en Roma, dando paso a la República.
A lo largo de la historia se han dado casos de violaciones masivas de mujeres durante los conflictos bélicos. En la Segunda Guerra Mundial este crimen llegó a su máximo grado de expresión. Así es conocida la violación de muchas mujeres por las tropas nazis y la violación de dos millones de mujeres alemanas por los soldados soviéticos en su avance por Alemania.
En 2011 la ONU expresó su preocupación por la elevada incidencia de violaciones contra niños y niñas durante los conflictos armados en Burundi, Chad, Cote d’Ivoire, Haití, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Somalia y Sudán.
Y es a esto a lo que me referiré. En realidad trataré un asunto muy serio sobre la violación reiterativa de una adolescente de apenas 13 años. Toda una tragedia en esta Tierra de Gracia.
Esta niña a la que me referiré fue violada por su propio padre, sus hermanos, sus tíos. Así como lo leen, por toda su familia.
Cuando acudió buscando protección en Luisa, su vecina, esta se hizo la sorda y no creyó lo que le decía, es más fue donde los violadores y les contó lo que la niña denunciaba, diciéndoles que esos inventos debían ser castigados con mano dura. Fue violada con más saña.
En una ocasión hasta quien no era su familiar y no la reconocía, Pedro, en las primeras de cambio también salió y la vulneró, a pesar de la brevedad en que estuvo al frente de la situación.
Es que a diario se ha enfrentado, durante sus más de 4 mil días de nacida, a reiteradas violaciones, enfrente de todos sus amigos, familiares, vecinos y conocidos.
Violada, ultrajada, insultada, injuriada y afrentada. Nadie ha metido la mano para ayudarla.
Este cuento es la historia de nuestra Constitución, violada una y otra vez por Tirios y Troyanos y hoy seguimos presenciando y aceptando su violación.
El 10 de enero, fecha en que debía ocurrir la juramentación del presidente, se decidió que era un mero formalismo. No hubo juramento. Luisa Ortega decidió que esa violación era una insignificancia.
Muere su padre y siguen las violaciones. Ahora resulta que el Vicepresidente, que asciende por culpa de la parca, a un escalón superior no necesita desprenderse del cargo para competir en igualdad de condiciones para la presidencia de la República. Otra violación más.
Tibisay Lucena, la garante de los procesos electorales, usa una banda en el brazo que la identifica con el oficialismo y luego pide respeto porque ella sería incapaz de estar sesgada. Otra violación más.
Las elecciones debieran ser en 30 días continuos a partir de la falta absoluta, es decir si el presidente falleció el 5 de marzo, el proceso electivo a convocar debió ser antes del 4 de abril, pero porque cumplir si se puede violar y plantear la fecha el 14 de abril. 40 días y no 30 como lo dice la Carta Magna.
Nos encontramos frente a un nuevo fraude. Frente a un nuevo ultraje en el que se sigue violando a la joven de 13 años. Los violadores debieran ser castrados, pero no solo los violadores sino todos aquellos que impávidamente contemplan como la siguen ultrajando.
Debiéramos recordar que toda violación es violación. Que todo ultraje es ultraje. Que así como en la antigüedad un reino dejó de existir por una violación y dio paso a una República, hoy estamos ante la posibilidad de perder la República frente a las consuetudinarias violaciones y no podemos seguir haciéndonos la vista gorda.
Es el momento de actuar con firmeza, reaccionar frente a las reiteradas violaciones a la Constitución, no sea que terminemos castrados, sin país, sin esperanzas y sin futuro. De nosotros dependerá.
Llueve… pero escampa.
@yilales