En esta oportunidad, nuestra referencia es Dios, de quien con bastante frecuencia nos olvidamos, a pesar que estamos sedientos de esperanza, fe y amor. No nos acordamos de su misericordia que nos preserva en paz, nos guarda, enriquece y fortalece, siendo el Padre amoroso que quiere lo mejor para sus hijos, que somos tú y yo, creyentes y no creyentes. Vanamente nos hemos olvidado de tantos prodigios y bendiciones, que estamos recibiendo desde el mismo momento que fuimos concebidos en el vientre materno y hoy, pareciera que no reconocemos su amor eterno, por el engaño que nuestro existir nos presenta en nuestras mentes y nuestros corazones, porque creemos que esas bendiciones fueron producidas o regaladas por alguna sabiduría humana o por nuestra propia virtud.
Aún creyendo en nuestro Padre Todopoderoso, nuestras oraciones suelen centrarse en una lista de quejas y peticiones. Casi nunca le damos gracias por nuestro diario vivir, por nuestras alegrías, por esos momentos agradables y hermosos, por el aire que respiramos, la salud e inclusive la enfermedad y los problemas, porque asumiendo estas circunstancias, comprendemos mejor la vida y entendemos la necesidad de convivir con el prójimo.
Dios todo lo ha creado, como lo afirma el versículo 7 del salmo 8: “Todo lo pusiste bajo tus pies” y el versículo 7 del salmo 143: “Cantad a Yavé, dándole las gracias; tañed las cítara en honor de nuestro Dios”.
Ese Dios nuestro es merecedor de acción de gracias por tantas cosas bellas que nos ha dado y que nos sigue brindando, que nos regaló ayer, hoy y también mañana. Todo lo de él es para nosotros, que somos incapaces de hacerle una oración de gratitud y amor.
Hay sobre este mismo tema, una expresión del siempre bien recordado Beato Juan Pablo II sobre la acción de gracias al Padre por la Redención de la humanidad: “Te damos gracias, porque en tu Verbo haz amado al hombre antes de la constitución del mundo. Te damos gracias, Padre amado, porque Tú acoges a todos los pueblos y naciones de la Tierra, a hombres y mujeres, hermanos y hermanas, niños, niñas, necesitamos de tu amor y misericordia. Te damos gracias, eterno Padre, por la maternidad de María Virgen, que bajo la protección de José el carpintero de Nazareth, dio al mundo a tu hijo en una pobreza total. Te damos gracias, eterno Padre, por ese amor que desciende como un débil infante en la historia de cada uno”.
Seamos agradecidos y descubriremos realmente, cómo el poder de nuestro Señor siempre se hace presente en nuestra existencia.
Sabemos quién es Dios, nuestro Creador; pero Dios es mucho más, es su Hijo, que hace dos milenios se hizo hombre y estuvo aquí en la tierra y nos mando el Espíritu Santo; es la Santísima Trinidad, tres divinidades en un solo Dios, que nos protege y nos permite gozar de Él. Vayamos a Dios y que Él nos bendiga por siempre. ¡Amén!.
#Opinión: Gracias a Dios Por: Marcial Roseell
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