Hay un libro que vale la pena revisar a la luz de lo que de ahora en adelante será el chavismo, y el antes y el después del “proceso”. Lo escribió en 1951 Eric Hoffer y se llama “El verdadero creyente: reflexiones sobre la naturaleza de los movimientos de masas”, un acucioso análisis sobre las causas sicológicas del fanatismo. El chavismo llegó para quedarse. Me quedó claro cuando estuve en la Argentina en 2005 cuando celebraban unas elecciones locales y todos los partidos eran peronistas. Y Chávez será el líder indiscutible de ese «proceso».
Hoffer dice que los líderes son vitales para el crecimiento de un movimiento de masas, pero para que esos líderes tengan éxito, las semillas de los movimientos de masas ya deben existir en los corazones de la gente. El “proceso” no lo inventó Chávez. Chávez fue una consecuencia, un agente que estuvo en el lugar preciso en el momento adecuado.
Chávez arrastró las masas y creó una suerte de grupo de choque donde los más radicales le comunicaron a la otra lo que realmente pensaban y querían, (“les vamos a freír las cabezas en aceite”, “les vamos a echar ácido muriático”) hasta que la otra parte entendió que había una necesidad para el cambio. Esa parte que pensaba –muy equivocadamente- que no éramos racistas, que no éramos clasistas, que éramos “todos buenos”. Nada de lo que creíamos era verdad, pero mantenía el statu quo.
Eso nos lo ha demostrado la “marea roja” que ha desfilado frente al féretro. Chávez les dio el orgullo de pertenecer. Hoffer dice que el “verdadero creyente” es atrapado porque le dan un sentido de pertenencia. El “verdadero creyente” sacrifica su vida aunque no le den nada. Y perdona a los líderes por ser “más de lo mismo”.
Por eso, más allá de Chávez, el “proceso” seguirá. Es necesario porque el desarrollo del país requiere de un movimiento masivo de la pobreza hacia la clase media… La gente pobre ha asumido la conciencia de progresar y eso podría crear una clase media que imponga valores. Es una conveniencia para la nación entera, porque un país de pobres es inviable y por más renta petrolera que haya, es imposible mantener a todos con estándares de vida decentes.
En un principio, todos los que estaban con el “proceso” eran simpatizantes del chavismo porque Chávez llevaba la voz cantante: era el gallo que hablaba claro y decía y hacía lo que ellos no se atrevían a decir o a hacer.
Hugo Chávez no escribió ni una carta de Jamaica, ni deliró sobre el Chimborazo… veo difícil poner su pensamiento en un libro para que otros lo entiendan, pues es inentendible que alguien sea maoísta en la mañana y jeffersonista en la tarde. El chavismo no es ninguna tesis… solo las cosas que se le ocurrían a Chávez… Pero el movimiento de masas que impulsó es indetenible y terminará solo cuando las partes en conflicto consigan lo que buscan y comience el perdón colectivo. La única estrategia estable está en la cooperación. Una nación sin cooperación está perdida.
Por eso, el “proceso” que se inició siendo chavista se desprendió de Chávez e irá más allá, con vida propia. Ahora tenemos la oportunidad de ser una república sin terminar en acciones fratricidas. De ser una república sin injerencias extranjeras. De ser una república que invierta sus recursos naturales en potenciar sus recursos sociales. Cuánto tiempo les queda a cubanos y a chinos en Venezuela es un asunto que nos incumbe a tirios y a troyanos. La participación cubana se alimentó mucho del miedo de Chávez. Mayor problema me parece que representan los chinos, porque tienen aspiraciones geopolíticas, inversiones milmillonarias y controles de materia prima… Los chinos son colonialistas, los cubanos solo unos enchufados que están tomando todo lo que pueden.
Y aunque no veamos las cosas claras y como dice Hoffer “los radicales y los conservadores odian el presente”, no nos preocupemos: el futuro dependerá de quienes “no sientan la tentación de utilizar el limo de las almas frustradas como mortero en la construcción de un mundo nuevo. . . . Ellos saben que no se puede ser honrado si no se honra a la humanidad”. Que así sea.
@cjaimesb