Por la puerta del sol
“Patria es la tierra en donde se ha sufrido, se ha luchado, se ha soñado, se ha vencido. Patria es el airón de la bandera que ciñe con relámpago de oro el sol, como una virgen cabellera” (Leopoldo Díaz)
Por decisión del destino nací en los Andes del otro lado de la frontera, más abajo de la cumbre donde airean sus sueños las aves de altos vuelos. Enjambres de recuerdos me vienen hoy a la memoria, de luchas pasadas, de épocas, efemérides, generaciones, certidumbres, sueños y esperanzas que se quedaron en la memoria engarzados para siempre. De la misma manera que se apoya en su clava el ave grande de la montaña, yo he apoyado mis sueños, lidias y libertades en el tallo fuerte de mis más caros sentimientos.
Aprendí a conocer los senderos de la montaña andina, disfruté del agua fresca del riachuelo, del espectáculo que brindan sus neblinas, sé a qué huelen los frailejones, a qué sus espléndidas rosas, a qué saben las chorreantes dulzuras de las moras. Soy de la tierra de las abejas que zumban delirantes de ambrosías, de las hormigas que se comen, del café suave, del bambuco y la guabina, de la cumbia, el porro y vallenato, soy del vergel de las libélulas; de allí donde no faltan los truenos que se convierten en borrascas y relámpagos, allí donde se libraron cruentas y gloriadas batallas, donde es constante el surcar de pájaros, el hogar de la hierba, del cauce, de las rocas y las siempre vivas; vengo de aquella montaña en la que se mete el cielo sigilosamente en lo profundo, para no despertar los deleites del querer y arrullos de la noche silenciosa.
Reconozco que en las lides de esta vida mis sueños porfiados ondearán por siempre sobre mi corazón el amarillo, azul y rojo de los dos tricolores que amo con fervor.
Bendigo la pródiga mano de aquel que derrama sus dones y bendiciones sobre Colombia la tierra que me parió y Venezuela la tierra que me adoptó.
Bajé de mi montaña para ver las estelas del mar de Venezuela, sentir el encanto de sus olas, el calor de sus playas. He visto sus olas ir como infatigables viajeras, revolcando playas en sus eternos festines de ires y venires; siempre estarán yendo y volviendo hasta la orilla que Dios les señaló.
Desde que sentí el vibrar de sus raíces, supe que aquí se arraigarían las mías, que serían fuertes sus tallos y florecerían los frutos espléndidamente. Hoy comprendo aquello que decía mi madre que donde quiera que uno vaya siempre habrá una estrella esperándolo.
Desde que pisé esta tierra pronto aprendí a quererla, a llevar conmigo sus lágrimas, compartir sus alegrías, sus luchas y sus sueños. Aquí he arropado los pedazos de mi alma con su pabellón, he cultivado mis flores, he caminado su geografía, me embelesa la belleza de sus Tepuyes y sobrecogedores paisajes, sus montañas, sus selvas, sus llanuras y tierras hermosas; he podido apreciar el matiz de variados azules de su cielo, la belleza de sus ígneos crepúsculos, siento el calor humano de su gente, el encanto de su música, admiro la grandeza de sus héroes. Cuando escucho el Himno Nacional se me eriza la piel al recordar los bravos varones que hicieron posible la belleza de la libertad. En esta tierra generosa ha aprendido mi corazón a resistirse a perder el camino de los sueños.
Breve es en la vida la oportunidad como breves son los momentos que brinda el espíritu, breve el paso de la nube, breve la magia de un momento de ternura como breve el paso del hombre por la vida; breve es el tiempo del disfrute, largo el de la espera… Las lunas de la vida llegan y se van con sus cargas de sinsabores y de sueños, con sus rutinas y sus cambios, sus flores, sus espinas, olvidos, rencores y recuerdos.
Amo la geografía venezolana, amo su historia, sus sueños conjugados, sus tristezas enjugadas, la dimensión de su cielo, las huellas de sus luchas, la esencia de su libertad y la fe que se afinca en los corazones de que todos tenemos la opción de llegar a Dios fortalecido el espíritu, sobre el ala de luz de la esperanza.
“Tu armadura es fuerte Venezuela, tu optimismo, voluntad y fortaleza forman parte de tus mejores atributos. Tienes la suerte de que aunque no haya luna, infinitas estrellas aparecen bordando tu cielo nocturnal. Hoy te veo brillar con más luz que nunca, con más néctar que la flor de la esperanza. Hoy tu cielo está lleno de querubes, de armonías y de paz”.
¡Te amo Venezuela!