Todos los que hoy me acompañan en mi segunda niñez, deben recordar que en los años ’50, cuando los domingos íbamos al Cine Imperio en matiné, a ver nuestras dilectas vaqueras acompañados obviamente de un cucurucho de maní tostado (Bs. 12 y1/2 céntimos o una locha), después de ver aparecer y rugir aquel hermoso león de la Metro-Goldwyn-Mayer, ver aparecer a nuestro Llanero Solitario en su blanco corcel, siempre acompañado del fiel indio Kimosabi; llanero que daba trompadas a diestra y siniestra pero nunca se le caía el sombrero y pocas veces usaba su bala de plata.
Obviamente que muchos de nosotros no sabíamos nada de inglés, pero recuerden que cuando él detenía a uno o varis forajidos les decía: “Come here man”, (venga acá) y con las manos en alto, lo cual nosotros fonéticamente oíamos como “caman” e interpretábamos como “manos arriba”; por ello, cuando jugábamos por la tarde en el patio de mi casa a la “vaquera” con nuestros revólveres de triki-traky, le decíamos al que tomábamos preso «caman» y automáticamente él debía soltar su arma y ponerse manos arriba; de no hacerlo quedaba fuera del juego.
Recientemente en nuestra Selva Amazónica se presentó una obra de teatro en la región de Urimán en la Gran Sabana, donde un grupo de amerindios de la etnia de los pemones, rodearon al poderoso y verde enemigo con sus arcos y flechas muy bien impregnados de curare; donde uno de ellos, que probablemente vivió con nosotros en los años 50 y asistió al cine Imperio, les gritó “caman” y los verdolagas no tuvieron tiempo de poner pie en tierra y calar las bayonetas, por lo que dejaron caer sus armas al suelo y otra cosas más, rendición que se transformó por ello en un verdadero espectáculo escatológico, donde los 43 rendidos fueron amarrados con lianas, momento en el que pudieron ver que un pemón portaba un estandarte que decía prohibido usar armas en esta zona y otro que decía prohibido fumar en esta zona, motivo por el que en ese instante no pudieron fumar la pipa de la paz.
Entre los reclamos que esta etnia hacía, era el que les habían dañado la barcaza de guerra warao en Brasil, que era representativa del honor de esa tribu, la cual habita en el delta del Orinoco, donde warao viene de la palabra “wiri” que significa “donde remamos”, por ello al Orinoco ellos lo llaman “wirinoko”; obviamente que a estos presos los alimentaron con yuca, ñame, batata, maíz, plátano y mono a la braza, acompañado de un fuerte licor extraído de la fermentación de la yuca llamado “kachiri”; durante el jolgorio indígena, uno de ellos pidió rescatar la dignidad del cacique Tiuna”, intrépido guerrero de la tribu de los Caracas, para luego tomar el valle de Miraflores y reinstalar la Libertad- Igualdad y Fraternidad de la Amerindia Venezuela. Pero su cacique se conformó “por ahora” en firmar una tregua de 15 puntos donde solicitan la destitución del jefe verde y el que no se les atropelle nunca jamás, pues ellos no desean vivir en un país donde predomina la violación de los derechos del hombre, donde las ciudades están llenas de ruidos cacofóncos, totalmente desorganizadas en sus servicios de agua, luz aseo y salud, producto de una Revolución Negligente.
Preferimos quedarnos en nuestra naturaleza protegidos con nuestros piaches. ¡Voilá¡
#Opinión: La revolución de la negligencia Por: Rafael Tobías Blanco Vilariño
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