De la producción cinematográfica “Mi nombre es Khan”, me ha quedado grabada esta frase que la madre del protagonista le recalcaba a Khan su hijo, personaje que padece del Síndrome de Asperger -una rara forma de autismo-. Su madre le expresaba esta única forma de ver a los seres humanos ante conflictos surgidos en su momento entre musulmanes e hindúes, perteneciendo Khan al grupo de los musulmanes. Mientras Khan presenciaba una discusión en la que se hablaba de muerte y venganza, la madre dibujó dos figuras masculinas idénticas, una con una espada y otra con una flor. Le preguntó a su hijo cuál de ambos era musulmán y cual hindú.
Como era de esperarse, no había ninguna diferencia, ambas siluetas eran exactas, solo las diferenciaba su actitud. Uno con maldad y mucho odio, el otro de bondad y amor. Esta escena, esa enseñanza, sencilla pero profunda, acompañó a Khan en el curso de su vida adulta, incluso más tarde cuando viviendo en Norteamérica, en fechas cercanas al once de septiembre, se le pretendió tildar de terrorista por el simple hecho de ser musulmán.
¿Cuántas veces no caemos en el grave error de prejuzgar o somos nosotros mismos prejuzgados? El prejuicio es una de las peores faltas que podamos cometer hacia nuestros semejantes. Factores como: la forma de vestir, la inclinación política, la raza, la religión, la orientación sexual, la condición social, entre otros, hacen que veamos o se nos vea con otros ojos por quienes no pertenezcan a nuestro grupo. Los miramos distinto, hasta mal. Nos predisponemos al mal. Creemos ingenuamente que esas personas son malas o nos harán daño.
Nuestra tarea debe ser mirar con los ojos del alma. Del espíritu, de la bondad. El alma poco se puede engañar. Hay que desprenderse de esos dañinos prejuicios, todos somos iguales no solo en la tierra, sino además ante los ojos de Dios. Un gran ejemplo de esta aseveración la representó el propio Jesús, cuando ante la mujer adúltera, pecadora, que debía morir apedreada por su falta. Presente Cristo en este escenario, les exclamó a los castigadores de la mujer: “el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra.” Estos últimos se fueron retirando uno a uno.
Nadie tiene derecho a prejuzgar a nadie, todos somos distintos, eso no es una debilidad, al contrario es una fortaleza. Bienvenido sea el disenso, la diferencia, siempre que se planteen en términos de respeto e igualdad. Al igual que la madre de Khan, yo coincido en que en este nuestro mundo solo hay dos tipos de seres humanos, los buenos y los malos.
#Opinión: Hay dos tipos de personas: las buenas y las malas Por: Emigdio Castillo Aponte
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