Sectores laborales y estudiantiles, reclaman compensaciones para reducir impacto de la devaluación
La ausencia de respuestas en el corto plazo, puede profundizar las protestas sociales
Profunda inquietud comienza a sentirse en los hogares venezolanos, familias que venían observando cómo el deterioro de la capacidad adquisitiva de su ingreso, se venía erosionando en forma acelerada, y que ahora, con la devaluación por el orden del 46,5% en el tipo de cambio, de un solo plumazo el Ejecutivo, para resolver su problema fiscal, le reduce en casi 50% el poder de compra del salario mínimo, que pasó de 2.047,52 bolívares a sólo 1.095,43 bolívares.
A esto se suma que como consecuencia del impacto de la devaluación, los precios de los bienes y servicios se encarecerán en la misma proporción en que se depreció la moneda, es decir que los consumidores ahora tendrán que pagar casi un 50% adicional por cada producto que vaya a adquirir, lo va a impulsar los índices de inflación, que habían sido contenidos mediante controles de precios y persecución a los empresarios por parte de la Sundecop, el Indepabis, el Seniat y la Guardia Nacional, estimándose que para el cierre de año esta variable estará oscilando entre un 30% y 35%.
Los analistas económicos advierten desde ya, que para impedir que se profundice la conflictividad social en el país, es imprescindible no demorar por mucho tiempo la decisión de decretar un aumento general de sueldos y salarios, con incrementos que no deben estar por debajo de este 30% de inflación que se espera, ya que de lo contrario «será devorado» de inmediato, posición ésta que está siendo respaldada por todas las organizaciones sindicales de la oposición y también algunas de las afectas al proceso, que entienden que el alza en el costo de los alimentos, el deterioro de la calidad de vida de los venezolanos, el aumento de la pobreza no tiene color, lo padecen los blancos, verdes, amarillos, azules, anaranjados y hasta los rojos rojitos.
En otras palabras, de lo que se trata es de tomar las previsiones salariales, sin esperar hasta el mes de mayo, que es cuando el Ejecutivo, en forma unilateral e inconsulta, ha venido ajustando el salario mínimo, muchas veces en montos que no se compadecen con la realidad económica del país, conduciendo en muchos casos, a numerosas pequeñas empresas a bajar sus Santamarías, por cuanto no tienen músculo financiero suficiente para atender las nuevas obligaciones. No es este el caso de los trabajadores de la administración pública, ya que el Ejecutivo con solo ordenar al Banco Central que ponga en funcionamiento la «maquinita de los billetes», obtiene los recursos para pagar el aumento a los trabajadores.
El gran reto a superar
El presidente de Fedecámaras dijo recientemente que el gran reto que ahora tenemos por delante en el país, después de haber devaluado la moneda sin haber aplicado medidas complementarias para reducir si impacto negativo, es cómo hacer ahora para estabilizar, no solamente el valor de la moneda, sino los precios y al mismo tiempo, cómo recuperamos la capacidad adquisitiva del salario, no estando nada fácil afrontar y superar esta problemática.
Por supuesto que en estos momentos, nadie se atreve a pronosticar cuál va a ser el impacto de la devaluación en los precios a futuro, por cuanto los cambios en la estructura económica del país, tanto en el ámbito de actividades, como por la profundización de esquemas de control, hacen difícil una estimación al respecto.
En todo caso, se recuerda que durante los ajustes cambiarios ocurridos en 1989 y 1996 reflejaron un traspaso de costos a precios por la devaluación superior al 50% de la devaluación en un período de 3 a 4 meses. En ambos casos el precio del dólar se fijaba de manera relativamente libre, siendo el BCV el principal agente del mercado, y la cotización se ubicó en alrededor del tipo de cambio estimado de equilibrio. Hoy en día existe un control de cambios que cumple 10 años y la tasa se establece conjuntamente entre el BCV y Planificación y Finanzas.
Por otra parte, no hay que olvidar que en el país se ha venido construyendo en las últimas décadas, es un mercado en el cual se han sacado oferentes, competidores y al mismo tiempo se ha colocado muchísimo dinero en manos de los venezolanos, que evidentemente no encuentran qué comprar, lo que inevitablemente ha generado una situación como la que se está viviendo, donde los consumidores que somos todos, sentimos que estamos contra la pared y aquel que tiene la mercancía para venderla, siempre pareciera tener ventajas sobre el comprador.
De allí que la única forma de cambiar este escenario, es logrando que la situación varíe, que en el mercado haya muchos oferentes de bienes y servicios, hace falta incorporar al mercado una mayor producción nacional, única manera de poner freno a la inflación y alcanzar en algún momento el tan cacareado objetivo del alto gobierno, de una inflación de un dígito.
Lamentablemente, en varias oportunidades la empresa privada y sus más calificados voceros, han advertido que sienten que no estamos yendo en el camino correcto, tampoco se puede salir de la crisis, amenazando y acosando al tejido comercial y empresarial, por el contrario hay que establecer un gran diálogo nacional, con la participación de todos los actores, para explorar los caminos, vías, alternativas que permitan entender cómo funciona la economía y cómo podemos devolverle todo el dinamismo que se ha perdido en los últimos años, convirtiéndose este reclamo en un clamor generalizado de todo el país.