#opinion: Armando Villalón y sus obras por: Orlando Peñaloza

Barquisimeto tiene una rica historia didáctica y artística. Nuestro Estado ha hecho una gran contribución a la civilización y la cultura mundial. El arte de la pintura es una gran parte de ella, y en esta esfera ocupa su lugar en el mundo.
Como yo, muchas de nuestros caros lectores son admiradores de innumerables pintores de esta pujante metrópoli, pero al apreciar la importancia y el significado de las obras de Jesús Armando Villalón el artista, se descubre igualmente al esposo, al hermano, al padre, al buen ciudadano.
En larga conversación sostenida en su hermosa galería cerca del Churún Merú pasé recientemente una tarde muy sugestiva. Del  hombre sencillo y transparente se permite escoger entre el virtuoso y el amigo, y por ambición hay que quedarse con los 2.
Muchas cosas se exaltan sobre Villalón. Por eso, nuestro pueblo valora su creatividad  y está orgulloso de él. Quienes se topan a un hombre como éste tienen la suerte a su lado.
Observé  muchas obras de este pintor eminente. Las personas que están familiarizadas con su creatividad saben que es un gran maestro que trabaja  productiva y constantemente.
Si nos decidimos a crear una exposición recogiendo todas sus obras, varias salas no serán suficientes porque todas reflejan plenamente la gloria y  profundidad de la creatividad y el arte. Ha sido un eterno enamorado del Valle del Turbio, al cual en sus poemas con el pincel ha matizado con nieblas. Por eso se le conoce como el pintor de las brumas.
De lo observado en la visita, ha quedado  atrás esa policromía para penetrarse en otro animoso panorama denominado: “Lo urbano rinde especial tributo a los sitios más emblemáticos de la ciudad”.
Distinguen a estos lugares esa atmósfera particular que rodean sus trabajos. Los modernos automóviles y edificaciones son elementos presentes en las nuevas obras que contrastan evidentemente si se compara lo que hacía como fundador de ese género, y lo que ahora entrega con propia escuela.
Esto muestra que el pintor está ligado a su tierra, su país y su gente. Es maestro tan grande, que puede crear una obra sobre cualquier tema. Para hacerlo, ha comenzado a recorrer las carreteras andinas con la vista puesta en los pueblitos más pintorescos de esas regiones y retratar con sus pinceles a Venezuela.
Las nuevas etapas del artista obedecen a la inquietud por su arte, sensibilidad que de los grises ahora busca los verdes, amarillos y naranjas de la naturaleza, presentes en ese ritmo de vida poético activado, cargado de imperecederas gemas tórridas.
Las obras del artista están viviendo y vivirán en el futuro. Gracias al talento dado por Dios, su dedicación y voluntad de evolucionar y desarrollar la profesión le han hecho su propio mundo.
Es un hombre atado a una filosofía. Por lo tanto, con la pintura manifiesta un mundo interior. Persona  excepcional. Sus cuadros reflejan un carácter extraordinario. Lara ha sido testigo de su originalidad e innovación. Quienes no lo han visto lo sienten en sus obras.
Larense de corazón, se crió en la calle 28, entre carreras 24 y 25 de esta ciudad, y según reveló recientemente en un desayuno foro de El Impulso, se siente el hombre más feliz del universo, porque “Dios me ha dado la extraordinaria oportunidad de expresarme a través de la pintura y he podido levantarme a pulso”.
Como la mayoría de los hombres humildes de esta patria, comenzó muy temprano a trabajar en la calle vendiendo empanadas y arepas hechas por su señora madre, sin imaginarse nunca el valor en metálico que tienen hoy sus obras.
Las obras de Jesús Armando Villalón han enriquecido la cultura de Lara y Venezuela, y si  Europa está orgullosa de tan gran artista como Picasso, sin duda, nosotros también reconocemos a Villalón como un gran artista que resuelve en términos estrictamente pictóricos, mediante el empleo de los recursos de la línea, el color y la composición, la plasmación de un concepto, de una idea.
En cada rincón de Lara hay un trozo de Villalón, uno de los más hermosos el mural a cielo abierto de la Divina Pastora en la avenida Venezuela altura de la calle 22, obra de arte que  engalana el espacio de una Barquisimeto creyente y fiel a su devoción mariana.