Retrocedamos a fines de la década de 1950. La Unión Soviética acababa de lanzar el primer satélite artificial, llamado Sputnik. Estados Unidos no estaba preparado y luchaba para ponerse a tono, lo que representó el puntapié inicial de la carrera espacial (al estilo de la Guerra Fría) que se prolongaría durante décadas. El espacio estaba disponible y parecía que cualquier cosa podía suceder.
En este vacío penetró la Organización de las Naciones Unidas (ONU, por su acrónimo en idioma español). En 1958, la Asamblea General «reconociendo el interés común de la humanidad por extender el uso pacífico del espacio exterior… y deseando evitar que se propaguen las actuales rivalidades entre las naciones en este nuevo campo…» estableció el Comité para el Uso Pacífico del Espacio Exterior (Committee on the Peaceful Uses of Outer Space o COPUOS, por su acrónimo en idioma inglés). El COPUOS se convirtió en un foro para el desarrollo de leyes y tratados que rigen las actividades relacionadas con el espacio. Además, preparó el camino para la cooperación internacional sobre problemas que ninguna nación podría manejar de manera aislada.
A medida que pasaron los años, la cantidad de miembros del COPUOS aumentó de 18 a 74 naciones, mientras que los temas como los residuos espaciales, los asteroides cercanos a la Tierra, el manejo de las catástrofes desde el espacio y la navegación global se agregaron a la agenda cotidiana del comité. En cada encuentro anual que se lleva a cabo en Viena, Austria, los miembros del COPUOS deliberan sobre estos temas, los cuales presentan ciertos desafíos y peligros clave para todo el planeta.
Este año, hay un nuevo tema en la agenda: las condiciones del tiempo en el espacio (el clima espacial).
«Este es un significativo desarrollo», dice Lika Guhathakurta, de las oficinas centrales de la NASA, en Washington. «Al agregar las condiciones del tiempo en el espacio a la agenda cotidiana del Subcomité de Ciencia y Técnica (Science and Technical Subcommittee, en idioma inglés), del COPUOS, la ONU está reconociendo la actividad solar como una preocupación equivalente a la vinculada con los residuos en órbita y con los asteroides que pasan cerca de nuestro planeta».
El clima espacial es el equivalente en el espacio exterior al clima de la Tierra. En vez de tener viento, lluvia y nieve, sin embargo, el espacio tiene tormentas de radiación, viento solar, llamaradas y eyecciones de masa coronal. El origen de estas condiciones del tiempo en el espacio es el Sol y, a pesar de que las tormentas solares se producen a casi 150 millones de kilómetros (93 millones de millas) de distancia de la Tierra, se pueden hacer sentir en nuestro planeta.
«Las fuertes tormentas solares pueden hacer que nos quedemos sin energía y también pueden inhabilitar satélites y hacer confundir a los GPS (Global Positioning Systems, en idioma inglés, o Sistemas de Posicionamiento Global, en idioma español)», afirma Guhathakurta. «Se trata de un problema global que empeora debido a que cada vez más, en todo el mundo, dependemos de tecnologías electrónicas sensibles».
Esta semana, los miembros del Subcomité de Ciencia y Técnica recibieron información sobre algunos de los posibles problemas económicos vinculados con las condiciones del tiempo en el espacio. Por ejemplo, la extracción moderna de petróleo y de gas con frecuencia implica llevar a cabo una perforación direccional destinada a aprovechar reservas de petróleo y de gas en las profundidades de la Tierra. Esta técnica de perforación depende de la colocación precisa utilizando sistemas de navegación global. No obstante, los cabezales de los taladros podrían perforar los sitios incorrectos si el Sol interfiere con la recepción del GPS. Las partículas energéticas solares, en los polos magnéticos, pueden forzar el proceso de re-enrutamiento de los vuelos internacionales, produciendo como consecuencia demoras y aumento en el consumo de combustible. Las corrientes inducidas en el suelo, generadas por tormentas magnéticas, pueden dañar transformadores e incrementar la corrosión en tuberías vitales de energía.
Daño permanente que la fuerte tormenta geomagnética del 13 de marzo de 1989 ocasionó al transformador GSU de la Planta Nuclear Salem de Nueva Jersey (Salem New Jersey Nuclear Plant).
«Las condiciones del tiempo en el espacio constituyen un significativo peligro natural que requiere que estemos preparados globalmente», señala el profesor Hans Haubold, de la Oficina de la ONU para Asuntos del Espacio Exterior (UN Office for Outer Space Affairs, en idioma inglés). «Este nuevo tema en la agenda vincula a la ciencia espacial con la tecnología espacial para el beneficio de toda la humanidad».
El ascenso de la posición del clima espacial en la agenda del COPUOS coincide con el 10mo. aniversario del Programa Internacional Viviendo con una Estrella, el 14 de febrero. Dicho programa está formado por un grupo de naciones que se reunieron en el año 2003 con el objetivo de sentar las bases para la cooperación mundial en el estudio de las condiciones del tiempo en el espacio. La ONU ayudará a llevar sus esfuerzos un paso más adelante.
Un problema clave que la ONU puede ayudar a resolver es la brecha (las muchas brechas, en realidad) en la cobertura de tormentas en nuestro planeta. Cuando una tormenta solar pasa por la Tierra, las ondas de ionización se propagan a través de la parte superior de la atmósfera de la Tierra, las corrientes eléctricas fluyen a través de la capa de la superficie del suelo y el campo magnético de todo el planeta comienza a sacudirse.
«Estos son fenómenos globales», señala Guhathakurta, «de modo que tenemos que poder monitorizarlos a todos alrededor del mundo».
Un estudio financiado por la NASA y llevado a cabo por la Academia Nacional de Ciencias expone las consecuencias económicas de las severas condiciones del tiempo en el espacio.
Los países industrializados tienden a tener abundancia de estaciones de monitorización. Ellos pueden hacer un seguimiento del magnetismo local, así como de las corrientes en el suelo y de la ionización y pueden proporcionar datos a los investigadores. Los países en desarrollo son los que albergan las brechas, particularmente en las latitudes bajas, alrededor del ecuador magnético de la Tierra. Con la asistencia de la ONU, los investigadores probablemente puedan extender las redes de sensores hasta las regiones donde alguna vez esto fue políticamente inviable.
Las condiciones del tiempo en el espacio podrían desempeñar un papel importante en el clima de la Tierra también. Por ejemplo, el mínimo de Maunder, el cual es un período de 70 años prácticamente desprovisto de manchas solares, que tuvo lugar hacia fines del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, coincidió con inviernos prolongados, y muy fríos, en el hemisferio norte. Los investigadores están cada vez más convencidos de que las variaciones en la actividad solar poseen efectos regionales sobre el clima y las condiciones del tiempo, que no se relacionan con las fronteras nacionales y, en consecuencia, únicamente pueden ser estudiadas en minucioso detalle por grupos internacionales.
«El nuevo tema de carácter permanente en la agenda del Subcomité de Ciencia y Técnica constituye una importante oportunidad para aprovechar el esfuerzo de todos los miembros con el fin de asegurar acciones globales coordinadas», comenta Terry Onsager, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration o NOAA, por su acrónimo en idioma inglés), de Estados Unidos.
Ahora que el clima espacial ha escalado su posición en la agenda del COPUOS y ha logrado ocupar un lugar permanente en ella, todo dependerá de las conversaciones periódicas que tengan lugar entre los diplomáticos de la ONU, los científicos y los planificadores de emergencias. Esto es importante porque, mientras que el espacio ya no está tan disponible, también es verdad que en el reino del clima espacial prácticamente cualquier cosa puede suceder.
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