Ya llevamos más de 80 días sin saber el paradero de nuestro presidente electo. Más de 80 días escuchando viajes grabaciones con los mismos mensajes socialistas. Más de 80 días viendo videos de alocuciones pasadas. Y lo peor, más de 80 días gobernados por un adulador revolucionario, títere de los hermanos Castro.
Rumores van y rumores vienen. La devaluación, escasez e inseguridad no desaparecieron con el enfermo, más bien se acrecentaron en su ausencia. No es normal la incertidumbre y mucho menos la cantidad de violaciones que ha recibido la Constitución Nacional.
Tampoco es normal la burla y la mentira en la que tienen sometido al pueblo venezolano. ¡En general! Porque todos los habitantes de este país tenemos el derecho de saber dónde está la persona elegida para gobernar la nación.
Pero no, seguimos conociendo noticias de nuestro primer mandatario por medios internacionales o simples pajaritos que han ganado popularidad en Twitter. Ningún reporte oficial ha sido 100% creíble. Ni los más aduladores del régimen se han comido el cuento.
Porque… Si todas las noticias dadas por el yerno del enfermo fuesen verdad, ¿por qué no lo han juramentado? ¿O al menos hecho la pantomima de que lo hicieron? ¿Dónde están los padres de Chávez que ni han asomado su cara por el Hospital Militar? ¿Nos harán dudar que su amor paternal sobrepasa a su amor por el poder?
Son muchísimas las interrogantes generadas. Pero ante tanta maldad del susodicho, hay que aseverar que nadie merece ser usado para mantener a otros pocos en el poder. ¡Y mucho menos en esas condiciones!
Si yo fuese la hija de ese señor, -gracias a Dios no lo soy-, hubiese exigido que el nombre de mi padre no fuese utilizado para fines políticos, sobre todo si está moribundo en una cama. Pero el silencio de los familiares da mucho que pensar.
¿Será que Venezuela está tan deteriorada que importa más el dinero y el poder, que la vida de un familiar?
Sobran las preguntas sin respuesta en este caso; los rumores y la especulación. Sobra la incertidumbre ante el escenario político, económico y social del país. Pero sobretodo, sobra la indiferencia ante el deterioro de la nación.
El primer paso para comenzar a enderezar este despelote, sería que lo dejen descansar en paz. Si tanto lo aman, permítanle tener un final más tranquilo. Si ya se lo llevaron a La Orchila, donde cuentan que Dios no escatimó en detalles, déjenlo morir en paz. Y permítanle también a Venezuela descansar de tanto tumulto y comenzar a mejorar el daño que hicieron. ¿O le temen al chavismo sin Chávez?… Solo la historia sabrá.