Benedicto XVI, el primer papa que renuncia a su cargo en 600 años, concluyó el jueves formalmente un pontificado de ocho años, marcado por los esfuerzos de la Iglesia para dejar atrás los escándalos por abusos sexuales imputados a varios clérigos y para revivir el catolicismo en un mundo que parece cada vez más indiferente a la religión.
En cuanto comenzaron a sonar las campanas, los integrantes de la Guardia Suiza que permanecían vigilantes en la residencia veraniega de Castel Gandolfo cerraron las puertas del palazzo poco después de las 8:00 de la noche (1900 GMT). Así, se cerró también de manera simbólica un pontificado cuyo final, con una renuncia y no con la muerte, será también parte de su legado.
Laos miembros de la Guardia Suiza, con sus característicos uniformes a rayas amarillas y azules, cedieron a la policía vaticana la responsabilidad de proteger a Benedicto, mientras algunos fieles en el exterior comenzaban a gritar «íViva el papa! íLarga vida al papa!»
Más temprano, el papa saludó a los fieles por última vez como pontífice, al decir a la multitud congregada frente a la residencia veraniega que iniciaba la última etapa de su vida como un «simple peregrino».
Benedicto arribó a Castel Gandolfo tras una emotiva despedida del Vaticano, donde se despidió de la curia vaticana en el patio del Palacio Apostólico. Su colaborador más estrecho lloraba, y la Guardia Suiza lo acompañó en posición de firmes.
Sonaron las campanas cuando el helicóptero con Benedicto a bordo sobrevoló la Plaza de San Pedro. Tañeron nuevamente cuando arribó a la población de las afueras, donde la Piazza central estaba atestada de gente ávida por tomar fotos del momento histórico.
Horas antes, Benedicto prometió su «reverencia y obediencia incondicionales» a su sucesor en sus palabras finales a los cardenales el jueves, una despedida conmovedora y poderosa horas antes de que dejara el cargo.
En una alocución imprevista en la Sala Clementina del Vaticano, adornada con frescos, el pontífice pareció tratar de restar importancia a preocupaciones sobre posibles conflictos a consecuencia de la peculiar situación de que existan a la vez un papa en funciones y otro retirado.
También emitió varias instrucciones finales a los «príncipes» de la Iglesia que escogerán a su sucesor, exhortándolos a ser más unidos cuando se reúnan para escoger al 266to líder de los 1.200 millones de católicos del mundo.
«Que el Colegio Cardenalicio funcione como una orquesta, con diversidad _una expresión de la Iglesia universal_ que siempre apunte a un acuerdo superior y armonioso», dijo.
Fue una clara referencia a las profundas divisiones internas que han salido a relucir en meses recientes tras la publicación de documentos delicados del Vaticano que expusieron batallas por el poder y alegaciones de corrupción en la Santa Sede.
El momento fue tan singular como la decisión de Benedicto XVI de retirarse. El papa de 85 años, con su capa de terciopelo rojo y con un bastón, se despidió de sus asesores más cercanos y de los cardenales, quienes se inclinaron a besar su anillo del pescador por última vez.
Algunos parecieron emocionados en ese momento, pero por lo demás pareció ser una actividad normal, en que los cardenales conversaban en los laterales mientras esperaban su turno para decirle adiós.
Benedicto XVI dijo que oraría por los cardenales en los próximos días mientras discutan los temas que enfrenta la Iglesia, las cualidades que son necesarias en un nuevo papa y sus preparativos para incorporarse el cónclave secreto para elegirlo.
«Entre ustedes está también el futuro papa, a quien hoy prometo mi reverencia y obediencia incondicionales», expresó Benedicto XVI en su última audiencia.
La decisión del papa, que incluye retirarse a vivir en el Vaticano, ser llamado «papa emérito» y «Su Santidad» y vestir la sotana blanca asociada con el papado, ha profundizado las preocupaciones sobre la sombra que pudiera proyectar sobre el próximo pontífice.
Pero Benedicto XVI ha tratado de aliviar esas preocupaciones durante las últimas dos semanas, expresando que una vez retirado estaría «oculto del mundo» y llevaría una vida de oración.
En su última alocución en la Plaza de San Pedro el miércoles, dijo que no regresaba exactamente a la vida privada, sino a una nueva forma de servicio a la Iglesia mediante la oración.
El vocero vaticano, reverendo Federico Lombardi, dijo que el juramento de obediencia del pontífice era congruente con su intención de «explicar cómo piensa vivir esta situación sin precedentes de papa emérito».
«No tiene intenciones de inmiscuirse en la posición o las decisiones o la actividad de su sucesor», dijo Lombardi. «Pero, como cualquier otro miembro de la Iglesia, dice que reconoce la autoridad del pastor supremo de la Iglesia que será elegido para sucederlo».
La cuestión de la obediencia al papa es importante para Benedicto. En su último documento legal, incluyó disposiciones nuevas para que los cardenales juren públicamente su obediencia al nuevo papa en su misa de entronización, además del juramento privado que formulan tradicionalmente en la Capilla Sixtina poco después de la elección.
Tras el encuentro, Benedicto abandonó el palacio por última vez como pontífice, se dirigió al helipuerto en lo alto de la colina en los jardines del Vaticano y se trasladó al retiro papal de Castel Gandolfo, al sur de Roma.
Allí, las puertas se cerraron para marcar el final del papado, y la Guardia Suiza, el servicio de protección del líder de la Iglesia Católica, se aprestaba a retirarse a sus cuarteles, por ahora.
Se espera que el lunes los cardenales comiencen a reunirse para fijar la fecha del cónclave.
La decisión de Benedicto XVI ha sido recibida en lo fundamental con aprobación y comprensión. Los cardenales, funcionarios del Vaticano y católicos de a pie lo han apoyado en reconocimiento de su falta de energías y la necesidad de la Iglesia de tener un líder más fuerte.
Pero el cardenal de Sydney, George Pell, ha causado un embrollo al expresar abiertamente que la renuncia ha sido «ligeramente desestabilizadora» para la Iglesia.
En una entrevista con la Radio ABC de Australia, Pell señaló que el propio Benedicto XVI ha reconocido el cambio en la tradición; Benedicto XVI dijo el miércoles que entendía que su decisión era no sólo grave, sino también «una novedad» para la Iglesia.
El papa se despidió también del mundo mediante su último mensaje desde su cuenta de Twitter, (at)Pontifex. «Gracias por vuestro amor y cercanía. Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida», escribió.
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