Acabo de leer un libro singular, ameno, audaz en sus proposiciones, cuya autoría corresponde a un joven de 39 años, Tristant Hunt, historiador educado en las universidades de Cambridge y Chicago. Uno no puede menos que sentir perplejidad ante la madurez intelectual de Hunt, lo cual deberá atribuirse a la consolidada tradición en los estudios históricos en el Reino Unido, país en el que destacaron Hobsbawm, Thompson, Dobb, Rudé, Hill, todos ellos pertenecientes al Partido Comunista británico y agrupados alrededor de la revista Past present, en la cual se cultivó lo que llamaron un “marxismo cultural”.
El libro se titula: El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels, Anagrama (2011). Durante y después de su lectura, debo confesar, se produjo en mí un replanteamiento del marxismo, puesto que pude captar una serie de ideas que estaban como desconectadas e incoherentes en mi pensamiento. Las anteriores biografías de Marx que yo había leído, resultaron desabridas frente a este portento literario que es esta biografía, escrita por un joven tan precoz como el mismo biografiado.
Se ha pensado que Engels era una especie de segundón frente a las ideas en extremo brillantes de Marx como el materialismo histórico y la teoría de la plusvalía, y que su papel consistió apenas en financiar, a costa de su libertad, las investigaciones de su amigo judío y su numerosa familia. Nada más falso. Hunt nos aclara que fue él quien le señaló el camino a su amigo sobre las interioridades del capitalismo cuando en 1844 publica una acusación terrible contra tal sistema económico: La situación de la clase obrera en Inglaterra, lo cual fue posible por haber sido Engels un industrial del algodón en Manchester. El trabajo de este joven de 24 años constituye el primer documento del llamado “socialismo científico” que la pareja prusiana iba a construir. Marx, pues, entendió el capitalismo gracias a Engels.
Sin embargo, Engels albergaba una contradicción que, según Hunt, no logró jamás superar: su circunstancia de burgués, amante de la buena vida y de las bellas mujeres, quien desde su trabajo en la empresa algodonera paterna explotaba la mano de obra proletaria para enviar dinero a Marx, quien pasaba largos años en el Museo Británico documentándose para escribir una ambiciosa obra y conseguir la disección del capitalismo, trabajo que tardó muchos años en publicarse: El Capital, el cual vio la luz finalmente en 1867, casi veinte años después de haberlo comenzado. Sin embargo esta obra capital del pensamiento occidental, contiene ideas centrales que aportó Engels sobre los mecanismos reales del capital y el trabajo, así como una base empírica de primera mano obtenida como gerente de una empresa algodonera.
Engels no sólo acompañó financieramente la gigantesca empresa intelectual de su amigo, sino que se comportaba como un padre afectuoso y solícito para con sus hijas. Es la parte sentimental de la biografía que otros han ignorado. Era un hombre que amaba, sufría, y se complacía en experimentar la buena vida a los sorbos de un excelente vino francés. Celebraba la Navidad y hasta se casó por la iglesia con su segunda esposa irlandesa en trance de morir.
Tenía 49 años cuando “recobró su libertad”, tras laborar en la empresa del algodón de su padre, con lo cual retoma con ética calvinista su producción intelectual profunda y bastante original, pese a lo que se acostumbra decir. Sentía una gran atracción sobre el tema militar, y hasta llegó a predecir con gran precisión la derrota de los franceses en Sedán. Es además un teórico pionero de la guerra de guerrillas y de la insurrección popular, lo cual era reflejo de su experiencia en las barricadas de la Revolución de 1848 y la Comuna de París de 1871.
Otras de sus aportaciones claves fueron los de la causa femenina. Hunt lo considera el precursor del feminismo socialista, el cual tuvo una enorme influencia en el siglo XX. Así también iniciará la condena de toda forma de colonialismo, señaladamente el ejercido por Gran Bretaña en la pobre y católica Irlanda, lugar de nacimiento de sus esposas.
A la muerte de Marx, en 1883, Engels se sumerge entre sus papeles y anotaciones para editar otros dos volúmenes de El Capital, una tarea gigantesca que le fue minando su salud de hierro, al tiempo que se constituyó en el paladín de la causa socialista en Europa y los EEUU.
Se le ha acusado, como para exculpar a Marx, de las atrocidades cometidas por el socialismo real: los gulags, las hambrunas, el estado estalinista. Hunt lo niega rotundamente: es como culpar a Darwin de los usos y aplicaciones del odioso “darwinismo social”.
Engels es una de las figuras más atractivas y contradictorias del siglo XIX. Llevaba una vida de caballero victoriano de la clase alta. Sin embargo fue también cofundador del comunismo internacional, la filosofía que en el siglo XX acabó dominando a la tercera parte de la especie humana.
El Gentleman comunista “es un libro que deben leer todos los que sienten un interés serio por la historia o la política”, nos dice Jackie Carreira, de Books Quarterly. Y tiene sobrada razón.
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#opinion: El gentleman comunista por: Luis Eduardo Cortés Riera
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