#opinion: Paz y Amor por: Marcial Roseell

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El 20 de este mes, marca el año 97 de la publicación en L. Osservatore Romano, órgano oficial del Vaticano, de la Oración de San Francisco u Oración por la Paz, con el fin de difundirla por el mundo, de manera que en la diócesis y parroquias se rezara por el fin de la I Guerra Mundial.
Nació anónimamente, en la periferia, sin que se diera importancia. Aunque no procede directamente de la pluma de San Francisco de Asís, sino de la espiritualidad del Santo, se dice que es su autor en el sentido más profundo de la palabra y que sin él esa Oración nunca hubiese sido formulada ni divulgada como una de las más ecuménicas que existen.
Apareció escrita por primera vez en 1913, en una pequeña revista local de Normandía, Francia, sin referencia de autor y estaba transcripta de otra modesta revista igualmente de poca importancia. Hoy la rezan budistas de Japón, monjes teoístas en el Tíbet, musulmanes en el Cairo, babalaoista en Angola, papas y obreros. La gente la siente suya, ya que traduce de manera inspirada, nuestras demandas de paz y tolerancia. En ella todo es sencillo y verdadero, sale del corazón y va al corazón. Aquí está reflejada la fuerza del amor incondicional: ama por amar, sin esperar retribución alguna. Ese es el amor de Dios a sus hijos, aunque sean ingratos y es el amor que abrazó a San Francisco y que consume a todos los místicos. Ese es el amor que salva para siempre a cualquier persona, que es el fundamento de la paz, redime el mundo y constituye el sentido secreto del universo. La sublime oración es como sigue:
Señor: haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, lleve yo amor; que donde haya ofensa, lleve yo perdón; que donde haya discordia, lleve yo unión; que donde haya duda, lleve yo fe; que donde haya error, lleve yo verdad; que donde haya desesperación, lleve yo la esperanza; que donde haya tristeza, lleve yo alegría; que donde haya tinieblas, lleve yo luz.
Oh Maestro: haz que busque más consolar, que ser consolado; comprender, que ser comprendido; amar, que ser amado. Pues, es dando como se recibe; es perdonando como somos perdonados; y es muriendo, como se vive para la vida eterna.
San Francisco de Asís practicó el amor, como sabiamente lo definió San Pablo, al punto que nos enseñó amar a los animales; instituyó la veneración al pesebre, comenzando él con un nacimiento viviente y nos dejó esta Oración, como máxima expresión de dirigirnos a Dios Nuestro Señor. Sin jerarquizar la santidad, Francisco de Asís fue uno de los que mejor la ha practicado.
El saludo de nuestro Señor Jesucristo siempre fue de paz: “la paz les doy, la paz les dejo” y el amor, lo expresa en su nuevo mandamiento, de amar a Dios como Él nos ama y amar al prójimo como a nosotros mismos. La Paz y el Amor es lo que permanentemente estamos necesitando, por cuanto junto con el amor que generamos para el buen vivir, hay otros factores que provocan guerra y delincuencia, que perturban la paz. En nombre del Divino Niño, que es Dios, procuremos paz y amor. Que así sea.

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