La adivinación, la oncología amateur y la filosofía constitucional real o presunta, pueblan las páginas de nuestros diarios y los espacios de televisión y radio, pero la verdad es que un lado, el del poder, está en control de la información y de buena parte de las variables, salvo las también inciertas que son consecuencia de su propio proceder. Una de ellas es si tendrán capacidad para manejar situaciones conflictivas, otras son las diversas posibilidades de reacción de la numerosa proporción del pueblo venezolano que es chavista, cuando se de cuenta de que no le han dicho la verdad. Porque ese chavismo popular no confía en los burócratas que administran, entre amenazas y desaciertos, el proceso en el que tantos han depositado tantas esperanzas.
La misma noche del 30 de junio de 2011 en la que el Presidente Chávez se dirigió al país admitiendo que sufría cáncer y anunciando que había sido operado exitosamente, sin especificar diagnóstico ni pronóstico, la Mesa de la Unidad Democrática declaró, tras hacer votos por la recuperación de la salud presidencial, que había dos claves para que Venezuela superara con éxito cualquier prueba por difícil que fuera: la verdad y la Constitución.
Lo primero, que así lo fue, atiende nuestro sentido de la vida. Que nuestra discrepancia severa no es personal, es a las políticas gravemente equivocadas y a la actitud tenazmente divisiva y dañina que se han mantenido desde el poder en estos años. Las dos claves, tienen que ver con nuestro sentido de la política, de la responsabilidad ante el país entero. Y, si hiciera falta agregar un sentido más, sería el sentido común. La verdad y la Constitución pueden aportar un marco de seguridad que, al disminuir lo impredecible para todos, serena y fortalece.
Poco más de año y medio después, la verdad siguen siendo negada a los venezolanos y la Constitución ha sido manipulada, hasta niveles considerados “inmorales” por la Conferencia Episcopal, para beneficio del grupo en el poder, cuyos equilibrios internos están marcados por la desconfianza mutua, aunque de momento predominan acuerdos basados en la conveniencia.
La verdad es regateada con circunloquios y generalidades, en espléndido manejo de la propaganda a partir del secretismo propio del gobierno del país donde la enfermedad del Presidente es tratada. La verdad regateada es, también, retaceada. Solo retazos de ella son ofrecidos en lugar de información. Nunca ha habido un parte médico que incluya, como es obvio, un diagnóstico.
La manipulación de la Constitución está en las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, en el manejo de la Asamblea Nacional, en el proceder políticamente sesgado de la Fiscalía General y la mayoría del CNE, cuya tecnología puede ser muy moderna y auditable, aunque tenga dispositivos injustificables y que se prestan a sospechas nocivas, pero cuya imparcialidad como árbitro es deplorable.
La estructura actual de poder ha descansado fundamentalmente en el liderazgo del Presidente Chávez y en la disposición ilimitada de recursos fiscales. Maduro y sus camaradas buscan llenar el vacío del primero con propaganda y discurso polarizador. Y la disminución del dinero con la devaluación. ¿Serán suficientes? Como muletas, los comandantes accidentales recurren a la agresividad y al endurecimiento. Así que ese debilitamiento no les quita peligrosidad, puede incluso añadirles.
De todos modos, la transición venezolana ya comenzó. Cuánto tomará y cuáles serán sus características, dependerá de sus actores, en el gobierno y en la alternativa.
A propósito, qué bueno es para Venezuela que exista la Unidad. Por instinto, el gobierno la golpea buscando desmoralizarla y dividirla. Eso debería ser suficiente para poner a pensar a los confundidos. Hay que abrirla, dinamizarla, pero sobre todo fortalecerla.
La Unidad enfrenta varios desafíos. De frente, de los lados, e incluso desde dentro. Tiene que saber evitar el desorden y la ineficacia.
Venezuela es un país que no se deja. Que cuando lo pierde, recupera pronto el ánimo combativo. Que nadie se confunda por la aparente resignación de los venezolanos. La experiencia indica que puede ser engañosa.